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La Feria de los Politólogos

Juan José Fernández Palomo

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Ahora que las últimas tropas, sus pertrechos y despojos comienzan a abandonar en retirada la llanura de El Arenal tras ocho -o nueve- jornadas de duro combate. Ahora que aún no somos capaces de cuantificar el número de prisioneros, desplazados, heridos, mutilados o bajas. Ahora que muchos comenzarán a sufrir el síndrome del veterano con sus alucinaciones, náuseas, insomnio, taquicardia y miedo al vacío. Ahora que lobbies y empresas empezarán a sobrevolar el teatro de operaciones como zopilotes buscando contratos de “reconstrucción”; ahora es el momento de decir que yo estuve allí.

Fue el pasado lunes, día habitual para encuentros y recepciones, jornada donde empresas, instituciones, colectivos, agrupaciones suelen reunirse en torno a unos aperitivos -o cómo se llamen esas cosas que se comen-, cervezas entibiadas y platos de arroz -el pan del mundo-. Es el llamado Trinking Day.

Y en esas andaba cuando, no tardé mucho, me di cuenta de que estaba rodeado de politólogos. Todo periodista cansado y mal pagado que había por allí, era un politólogo. El empresario: era politólogo. A la chica rumana que intentó varias veces venderme un clavel mientras me hablaban dos politólogos se le puso cara de politóloga, el turronero del paseo del puente, politólogo. Un funcionario municipal, gran politólogo. Y, en el colmo de mi pasmo, los políticos que había por allí: todos grandes politólogos.

Me pareció que cuando un político se convierte -aunque solamente sea por un día, el de después de unas elecciones- en politólogo es como si una llave inglesa se hiciera mecánico o que unos forceps se tornaran de pronto en ginecólogo.

Es cosa maquiavélica; de hecho, hay quien sostiene que el primer politólogo fue Maquiavelo porque fue el primero que describió la política tal como era en la práctica (ostras, con esta frase parezco yo un politólogo, verás tú, verás tú...)

Lo reconozco: me asusté y salí de allí pitando. A pata, porque en cualquier taxi podría haber un politólogo, qué mejor sitio. Y en mi delirio -es posible que hubieran puesto alguna sustancia en mi bebida; guerra química se llama- miré de lejos el luminoso de LA MANSIÓN DEL TERROR y me pareció ver que debajo ponía Conocerás el miedo: se hacen análisis electorales.

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