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Sobre este blog

Cordobés como el pego, nací en plena Guerra Fría y crecí durante la Paz Caliente. En 1985 vine al mundo un día después de San Valentín. Fue un mal presagio pues el amor poco me ha querido. Quizá fue porque llegué tarde. De pequeño jugaba a ser periodista y de mayor sigo con la tontería. Ahora paso también el tiempo confundido: me consideran millennial y a la vez, viejuno. Me gusta todo lo que a cualquier individuo de un siglo anterior al XXI. Desde hace unos años me soportan en CORDÓPOLIS y a partir de este momento aparezco por aquí sin saber muy bien qué contar. Por cierto, me hago llamar Rafa Ávalos y mi única idea es escribir lo que me salga del… alma.

Tostada de aceite y pólvora

Margarita Robles y Carmen Calvo en Moncloa.

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En Baena ya preparan sus fusiles. Las buenas gentes del pueblo adecúan las armas a una nueva munición. Sus proyectiles son aceitunas, que de eso tienen mucho. Tal es la situación también en otras localidades de Córdoba y de la limítrofe Jaén. Sólo faltan las trincheras en las líneas fronterizas entre ambas provincias. A punto de estallar está la guerra oleosa, que viene advertida, como casi siempre, por un conflicto de tipo socio político. De nuevo falla la diplomacia, o eso parece desde hace días. Quizá en breve resuenen los disparos olivareros en una difícil etapa para Andalucía. Y para España, que no tenía suficiente con la ensoñación independentista de millones de catalanes. Por culpa de Pedro Sánchez, que todos sabemos es el mal encarnado -un genocida a lo Hitler y Pol Pot juntos-, y del Gobierno social comunista que preside el país termina de resquebrajarse. La amenaza con denominaciones de origen anticipa tiempos duros. 

La contienda, que se intuye cruenta, es a cuenta de una base logística del Ejército de Tierra. Curioso, el Ministerio de Defensa provoca una lucha civil en propio territorio. Es la magna instalación incluida en el Plan de Concentración de los Órganos Logísticos Centrales del Ejército de Tierra, o más sencillamente Colce. Ostras, el nombre evoca aquel sabroso pero tóxico aceite que causó un grave problema sanitario en España a comienzos de los ochenta. Colza: casualidades de la vida, caprichos del destino. Pero ésta es otra cuestión, aquí lo importante es que Córdoba sale beneficiada por un claro tráfico de influencias en detrimento de Jaén. Lejana y sola, sí, pero con prebendas que suponen un agravio sin parangón para su vecina provincia. Eso dicen. “¡A las armas que hay que defender las armas!”, se escucha cual grito de batalla en Andújar y Bailén.

Curioso, el Ministerio de Defensa provoca una lucha civil en propio territorio.

Como intolerable es la decisión del Ministerio de Defensa, es lógico que el alcalde de Jaén declarara el estado de excepción antes del seguro bando de guerra. “La posición del Gobierno de España queda muy cuestionada cuando no han sido criterios técnicos, ni de cohesión social o territorial, ni los datos de desempleo, en los que tantas ocasiones hemos basado la importancia y la necesidad de nuestra provincia para albergar una inversión tan necesaria, los que se han tenido en cuenta”, escribió el señor Julio Millán a su correligionario Pedro Sánchez. Coño, si es que son del mismo partido y todo. Su enfado es comprensible, le han robado in his face. Así, porque a Carmen Calvo, que es cordobesa y a la vez vicepresidenta roja, le salió de su santo reino, con perdón. Incluso más acertado estuvo, si cabe, el secretario general de UGT en Jaén, Manuel Salazar, al denunciar que “a quien más tiene, más se le da”. Cuánta razón.

Si tenemos la base de la Brigada Guzmán el Bueno X, “uno de los mayores efectivos del Ejército de Tierra”, ¿para qué cojones queremos el aceite de Colce? Pues es fácil: en Córdoba somos avariciosos. Vivimos en la opulencia y el perpetuo trato de favor de los distintos poderes pero necesitamos más. El Tío Gilito a nuestro lado es poco más que un pintamonas, un aficionado con ínfulas. Y ojalá fuera cierto… Habló el alcalde de Jaén de datos de desempleo, como si su vecina provincia disfrutara de uno de los mejores del país. De la opinión al hecho: Córdoba cerró 2020 con un 23,75% de su población activa en situación de paro, mientras que Jaén lo hizo con un 22,75%. La pandemia de Covid-19, por desgracia para otros territorios -pues esto es el sentido de la cohesión-, hizo al menos que no fuéramos líderes en ociosidad obligada. Y llegamos a serlo después del primer trimestre del pasado año. Mala pata, un argumento jodido.

A las palabras del secretario general de UGT en Jaén, por cierto, se unió la creencia popular de que Córdoba es una ciudad boyante. “Esperamos que @sanchezcastejon (Pedro Sánchez) rectifique lo que ha hecho su vicepresidenta, quitarle la poca ilusión a los pobres para dárselo a los ricos”, escribió un indignado jiennense, por ejemplo. Me llegó el tweet y pensé: ¿En serio creen los vecinos que excretamos al váter fajos de billetes de 500 euros? De la opinión al hecho, una vez más: en 2018, cuyos datos son los últimos consolidados, la renta media de la capital fue de 26.288 euros; la de Jaén se estableció en 26.295. Las dos villas van a la par, con una ligera ventaja favorable de la segunda, la que teóricamente menos tiene de ambas. Los datos provinciales sí dan la razón a los quejumbrosos: las cantidades aportadas por la Agencia Tributaria se colocaron en 21.468 euros y 19.795, respectivamente. En cualquier caso, Córdoba dista mucho de ser un lugar de vida fácil por adinerada. Si no hay trabajo y éste está mal pagado, es difícil. Probablemente un último dato resulte interesante: tenemos los millonarios hasta cuatro barrios entre los más pobres de España, con uno en el tercer cajón de un podio poco honroso: Sector Sur-Guadalquivir.

Habló el alcalde de Jaén de datos de desempleo, como si su vecina provincia disfrutara de uno de los mejores del país.

Bien pueden acusar a Córdoba desde Jaén de haber recibido un premio inmerecido. No les falta razón probablemente. Por estos lares lo del aceite de Colce ni se sabía hace dos meses. Incluso ahora me aventuro a afirmar que la inmensa mayoría desconoce de qué se trata. La vecina capital llevaba más de un año de trabajo y de repente está sin nada. Seguramente, y yo me alejo del onanismo que gozan otros, estén en lo cierto sobre la participación activa de Carmen Calvo. Pero tampoco deben olvidar que la capital ladrona, a la que al menos el alcalde jiennense felicitó, no recoge precisamente muchos agasajos del Gobierno, sin importar de qué partido es quien echa siestas en los sofás de Moncloa. Porque aquí sabemos de ostracismo, que cada año se repite en los Presupuestos Generales del Estado y que se produce en muchas otras medidas. Ahí tenemos un aeropuerto, por ser generoso y no llamarlo aeródromo -o pista para aviones- que es lo que es, muerto de risa como magnífico ejemplo.

Córdoba, como Jaén, está a la cola de España en casi todo. Y habría que ir más allá, de Andalucía. Somos actores secundarios o más bien de reparto en la película de la política centralista del país y la región. También sabemos, anegados por su imaginario dinero, de decepciones mayúsculas. Quizá lo primero que venga a la mente fue esa jugada de 2016, en que la ciudad sufrió tamaña frustración como la de su ahora rival oleoso -y pataleó igual también-. Pero la Capitalidad Cultural Europea perdida que más escozor real tendría que producir, vista con perspectiva, fue la de 1992. No podía ser una ciudad de provincias mientras Barcelona y Sevilla tenían sus Juegos Olímpicos y su Exposición Universal. ¿Madrid sin nada? Venga, hombre ya. El caso es que en la vecina provincia no hacen mal en molestarse y protestar, en reclamar lo que creen suyo por mérito propio, si bien sería interesante que no faltasen -sin querer a buen seguro- el respeto a los demás. Tampoco eso es “cohesión social o territorial”, tan defendida por el señor Julio Millán, a nivel autonómico.

En fin, la guerra del olivar está por explotar. Yo prefiero, en la espera, imponerme una nueva costumbre en el desayuno. Quizá no llegue ni al segundo día pues no ha de ser muy saludable deglutir una mezcla deflagrante, pero quiero hacerlo. Total, para lo que hay que ver. Porque nada es más de la tierra ahora, con el Ejército o sin él. Cada mañana, tostada de aceite y pólvora.

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Cordobés como el pego, nací en plena Guerra Fría y crecí durante la Paz Caliente. En 1985 vine al mundo un día después de San Valentín. Fue un mal presagio pues el amor poco me ha querido. Quizá fue porque llegué tarde. De pequeño jugaba a ser periodista y de mayor sigo con la tontería. Ahora paso también el tiempo confundido: me consideran millennial y a la vez, viejuno. Me gusta todo lo que a cualquier individuo de un siglo anterior al XXI. Desde hace unos años me soportan en CORDÓPOLIS y a partir de este momento aparezco por aquí sin saber muy bien qué contar. Por cierto, me hago llamar Rafa Ávalos y mi única idea es escribir lo que me salga del… alma.

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