Cadena trófica
"Es la guerra del peatón"
En la selva, el león caza cocodrilos, los cocodrilos devoran felinos, los felinos derriban gacelas y las gacelas degluten saltamontes y hojas de acacia. Cada uno impone su ley al escalón inferior en la descarnada pirámide de la cadena trófica. La ciudad no es la selva pero hay días en que el peatón es devorado por los coches, constreñido por las aceras y asaltado por los veladores que avanzan imparables por la sabana.
“Es la guerra del peatón”, acaba de proclamar Jesús Maeztu, Defensor del Pueblo Andaluz. Una guerra perdida, le ha faltado decir, si examinamos con detenimiento la correlación de fuerzas de la jungla urbana. El señor Maeztu es el abogado de causas perdidas, razón por la cual le llegan cientos de quejas de peatones indefensos, hartos de ser el eslabón último de la cadena trófica.
Si el Defensor del Pueblo Andaluz arbitrara los litigios de la selva, recibiría los lamentos de las gacelas y los gemidos de las cebras. En su último informe, el señor Maeztu admite haber acogido un aluvión de quejas por la carnicería diaria del espacio público. Y pide a los ayuntamientos “rigor” y una “ordenación mejor” para evitar que los depredadores urbanos se merienden a los animalitos indefensos en las grises tardes de otoño.
Hay días en que atravesar una avenida es más peligroso que remontar el cauce del Orinoco. Los peatones son presa fácil de las calles de cuatro carriles y no es raro que sean cazados por la zarpa de un velador agresivo sin licencia urbanística. Esos días no es difícil imaginar al concejal del ramo con la chamarra y los prismáticos de Indiana Jones observando muerto de risa cómo las criaturitas cruzan la selva urbana entre cocodrilos y rinocerontes.
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