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Pepe Escalante: “Aquel Córdoba era un equipo de verdad”

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Paco Merino

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No existe nadie que haya defendido más veces el escudo del Córdoba CF en 65 años de historia del club. Con ese dato, poco más hay que añadir para entender la trascendencia de Escalante en la turbulenta y excitante trayectoria de la entidad blanquiverde por el mapa del fútbol nacional. Así en el cielo como en el barro, ahí estuvo él. Este domingo se cumplen exactamente 20 años de un episodio que marcó al menos a dos generaciones de cordobesistas: los que pensaban que nunca más iban a tener a su equipo en una categoría profesional y los que jamás habían habían visto nada semejante. El 30J del 99 es “el ascenso”. Hubo algunos antes y otros después, incluso uno a Primera División. Pero aquel partido en Cartagena lo cambió todo. El Córdoba ascendió. Córdoba, también.

“Un ascenso es imposible si no hay detrás una ciudad empujando”, dice Escalante, protagonista desde el banquillo de una hazaña que, dos décadas después, el club tendrá que reeditar. “No le queda otra: somos el Córdoba y el mismo nombre te lo exige”, subraya un cordobesista que se retiró de los banquillos en la cumbre. Su último servicio al club fue en 2007, siendo entrenador de un conjunto que se salvó de un porvenir nefasto saliendo de la Segunda B. Dijo adiós a El Arcángel tras un 2-0 al Huesca. Pierini y Guzmán. Campo lleno, euforia colectiva y un billete para Segunda que se terminó de sellar en El Alcoraz después de un empate a uno. Otras circunstancias, otros jugadores, la misma presión de siempre. “Entrenar al Córdoba no es sencillo, hay que conocerlo bien”, asegura con la rotundidad de quien conoce a la perfección las singularidades de un club con códigos propios.

José Tomás Escalante Bermejo (Córdoba, 1950) tiene en su expediente 160 partidos dirigidos al Córdoba. Más que nadie. En el top 5 de los técnicos le acompañan Eizaguirre (124), Vavá (122), Crispi (120) y Roque Olsen (116). Como jugador -133 encuentros entre Primera y Segunda-, experimentó en carne propia los clásicos zarandeos cordobesistas en las dos primeras categorías. Antes de cumplir los 21 había sufrido dos descensos y disfrutado un ascenso. En 1968, con 18 años, Kubala le hizo debutar en la élite en el Vicente Calderón ante el Atlético de Luis Aragonés, Eusebio, Adelardo o Ufarte. Ganó el Córdoba por 1-2. Con 50 años, llegó al frente del Córdoba con el Atlético en Segunda al mismo estadio. Los blanquiverdes entraron líderes y salieron con el mismo rango del estadio rojiblanco. Unos meses después, le echaron del Córdoba porque el equipo iba noveno. Fue la mejor posición que ocupó durante años, porque desde ahí todo fue a peor. Cuando el club bajó a Segunda B y nada funcionaba, su teléfono volvió a sonar. El Córdoba es así. Escalante lo sabe. Siempre le llamaron cuando había problemas, aunque lo que a él le hubiera gustado es tener la oportunidad de “intuirlos” y “evitar que se produzcan”. Esa es su filosofía de vida.

Sentado en una cafetería de su barrio, Ciudad Jardín, rememora sin esfuerzo los detalles de aquella increíble temporada 1998-99.

PREGUNTA. Han pasado 20 años desde el ascenso de Cartagena, un acontecimiento que marcó a toda una generación.

RESPUESTA. Fue algo inesperado en un principio, pero después se fue haciendo poco a poco una posibilidad real. Esto es el fútbol. Uno puede tener unos objetivos en verano, que está muy bien tenerlos, pero luego empieza la temporada y ya no estás solo. Hay adversarios que quieren lo mismo que tú, ocurren cosas que no te las esperas, jugadores que se lesionan, otros que rinden menos o más de lo que se prevía... Esto es como la vida. Una cosa es a lo que tú aspiras, otra hasta dónde puedes llegar y otra a la que realmente llegas. Por encima de todo debe estar la confianza en ti mismo y en el grupo. Y, por supuesto, el trabajo. Si no hay método ni trabajo, pues te quedas en manos de la suerte.

P. ¿Cómo lo vivió personalmente?

R. Empezó de entrenador Pedro Campos, pero por las circunstancias del fútbol le cesaron en sus funciones. Si no llegan los buenos resultados da igual lo que hagas. Esto era así antes y sigue siéndolo ahora. Las circunstancias, evidentemente, no eran buenas. Pero fuimos capaces de ir progresando poquito a poco, huyendo del descenso, como suelo decir, y tan rápido podimos huir del descenso que nos pusimos cerca de jugar la liguilla de ascenso. Y cuando lo vimos posible, pues fuimos a por él.

P. Eso de ir “huyendo del descenso” fue interpretado muchas veces como un signo de cortedad de miras, de poca ambición deportiva...

R. Es una mentalidad razonable. Cuando llegamos, la salvación de la categoría hubiera sido fenomenal y todos la habríamos firmado. Pero cumplir ese objetivo y hacerlo de una manera que nos pone cerca de ascender... Yo lo veo como ambicioso, pero siendo realista. Podemos decir objetivos muy altos para quedar bien con la gente, prometer cosas... Pero esto es fútbol. Para mí, ser ambicioso no es decir que vamos a subir seguro, que vamos a hacer tal o cual cosa... No. Para mí ser ambicioso es no acomodarse y progresar para ser mejor. Y hasta donde lleguemos. Al final se trata de ganar partidos, de sumar puntos y de estar lo más arriba posible. Mientras más lejos estemos del descenso, más cerca estaremos de los puestos de arriba. Es una manera de verlo. Además, es la situación que encontramos. El equipo peleaba por no descender.

"Esto es como la vida. Una cosa es a lo que tú aspiras, otra hasta dónde puedes llegar y otra a la que realmente llegas"

P. Y ascendió.

R. Como consecuencia de cumplir un objetivo se estableció otro nuevo. No podemos ser hipócritas. Podíamos haber pensado que el objetivo ya estaba hecho y conformarnos, pero nadie lo hizo. Nos vimos fuertes, nos ilusionamos.

P. Siempre ha sido un entrenador bastante realista.

R. Claro. Me gusta hablar de realidades porque hay que ver las cosas como son. Me gusta ser analítico y yo entendía aquel momento la situación del club, de la ciudad. Estamos hablando de Córdoba. Hay que aceptar las cosas. Y si no nos gusta la realidad, pues hay que cambiarla. No es solo quejarse de que no salen las cosas, hay que actuar para cambiar. Pero ojo, sabiendo lo que se hace.

P. Con ese discurso realista sacó al equipo dos veces de Segunda B en los últimos veinte años.

R. Sí, así ha sido. Me hubiera gustado coger a los equipos desde el principio, pero me fue bien. Mi sueño era subir con el Córdoba a Primera, pero estoy contento y orgulloso de lo que hice por mi club cuando me necesitó. El ascenso del 99 fue muy especial porque llevábamos 17 años metidos en Segunda B, incluso pasando una temporada en Tercera División. Después de estar ocho, diez, doce años seguidos en Segunda B, pues la gente va perdiendo la ilusión. La Segunda B no es la categoría que le corresponde a Córdoba, eso está más que claro. El cordobesismo apoyó muchísimo porque llevaba años sin tener ninguna alegría. Cuando lo vio cerca, se involucró mucho. Pero que conste que no fue una temporada sencilla, ni mucho menos. Costó muchísimo porque, la verdad, las circunstancias no eran buenas.

P. Nadie se lo podía esperar.

R. Sobre todo por los inicios del equipo, que fueron regulares. En diciembre estábamos penúltimos o terceros por la cola. Cogimos una racha de diecisiete jornadas sin perder y ya nos pusimos lejos del descenso. Cuando nos aproximábamos a los puestos altos, metidos dentro de los seis primeros, nos entró mucha responsabilidad porque la gente ya quería más. Y nosotros los primeros. Teníamos claro lo que éramos capaces de dar en ese momento. Todos lo asimilamos muy bien. Fue un año de elecciones municipales, la ciudad estaba muy metida en el tema del ascenso del fútbol porque era como un avance, una manera de reivindicar el nombre de Córdoba. Los ascensos son de una ciudad, más que de un equipo. Si no hay una ciudad detrás, es imposible. Y me refiero a las instituciones, a los medios informativos, al empresariado... Al final, un ascenso es beneficio para todos.

"Para mí ser ambicioso es no acomodarse y progresar para ser mejor. Y hasta donde lleguemos"

P. ¿Y los descensos también son de una ciudad?

R. Bueno, es una pérdida para todo el mundo. Aparte del desencanto de la afición, porque esto es así, se produce un perjuicio para la economía en muchos sectores. Todos sabemos lo importante que es tener un equipo en Primera División. Un descenso se puede producir, pero siempre hay oportunidad para repararlo. El fútbol siempre da una nueva oportunidad, pero hay que ganársela trabajando bien.

P. Esto es como una relación de pareja: los dos tienen que dar para seguir juntos.

R. Eso es así. Lo peor es defraudar a la afición, que vean que no pones todo de tu parte. Se pueden perder partidos, se puede fracasar en unos objetivos, pero nunca se puede perder la honestidad y el darlo todo. En Córdoba lo hemos visto. Ha habido ocasiones en las que los objetivos no se han cumplido y se han vivido situaciones duras, pero la afición sabe comprender y apoyar a un equipo que lo da todo. A veces no depende todo de tu equipo. Puede que lo hagas bien, pero si los otros lo hacen mejor... Cada uno va a lo suyo. Esto no es como un albañil que está construyendo un muro solo. En el fútbol tienes siempre a otro que está por detrás pegándole una patada al ladrillo que acabas de poner. El éxito de unos se construye sobre el fracaso de otros. El fútbol es así, como decía Miljanic.

P. Entrenar al Córdoba no es cualquier cosa.

R. Hay que conocer al club, a la ciudad, cómo se mueven las cosas aquí. Yo ha tenido la suerte de estar aquí muchos años, empezando como futbolista. Para mí, entrar a El Arcángel es como estar en mi casa. Nadie me puede decir “a ver qué quiere este tío”. Aquí me conocen, saben quién soy y lo que he hecho. Eso está ahí. Yo no vendo nada ni tampoco me tengo que vender. Mi sentimiento por el Córdoba es verdadero porque lo he vivido.

P. Al llegar al Córdoba en el 98 se vivía en el club una situación especial. Habían pasado los años pujantes de Rafael Gómez en la presidencia, con muchas tentativas de ascenso que no fructificaron. Muchos fichajes, mucho dinero gastado, muchos cambios en el banquillo... En el cordobesismo se detectaba una sensación de resignación. Parecía que si después de toda aquella revolución que supuso la etapa de Gómez no se había conseguido, iba a ser ya imposible. Y llega Escalante desde el Puente Genil, de la Regional Preferente.

R. Lo había ascendido a Tercera y no había ni equipo. Me llamó Poli [Manuel Polinario, ex jugador de Primera] y me dijo: hay que hacer un equipo. Montamos un grupo de jugadores y me pidieron que ascendiera. La Liga era de once equipos, muy corta, y no podíamos fallar. Hicimos 300 y pìco de socios, se hicieron obras en las casetas, la gente se implicó... y ascendimos a Tercera en las instalaciones de El Cordobés, ganándole 1-3 al Ciudad Jardín.

P. En ese momento te llama el Córdoba, que lo llevaba una junta gestora.

R. La Federación se hizo cargo y después más tarde llegó Manolo Oviedo a la presidencia. La cosa estaba muy, muy mal. De hecho, estuvimos para encerrarnos por los impagos. No llegamos a hacerlo porque todo el mundo se implicó, nos ayudaron y eso nos dio una fuerza enorme.

"El ascenso del fútbol era como un avance, una manera de reivindicar el nombre de Córdoba"

P. ¿Cómo era aquel equipo?

R. La mayoría era gente de Córdoba. Estaba Juanito, Requena, Clavero, Rafa Navarro, Espejo, Óscar... Y otros jóvenes que llegaban como Pepe Díaz, Sarmiento... Habría catorce o quince de aquí. No había dinero y había que tirar de gente de la casa. Era la única salida deportiva. La gente se implicó mucho.

P. ¿Lo veían como la oportunidad de su vida?

R. Lo entendimos de una forma muy profesional. Había algunos veteranos de Córdoba que habían estado ya en otros clubes y fue importante. Teníamos jugadores con personalidad como Juanito, Puche o Clavero, que terminó haciendo carrera como profesional y fue hasta capitán de Osasuna. Los que no eran de Córdoba se integraron de una forma ejemplar. Se trata de ser los mejores futbolistas que podamos ser. No hay más.

P. En esas circunstancias, ¿fue fundamental que hubiese en la plantilla muchos jugadores de Córdoba?

R. Estoy convencido de que sí. Porque la gente lo asimiló bien y el día a día de los futbolistas de la ciudad es distinto. Son personas que están en sus barrios, con amigos, son conocidos... La gente los veía, los animaba... Ellos se crecieron porque sintieron el respeto de la gente. Se lo ganaron con su comportamiento, porque ya te digo que en el fútbol puedes ganar o perder, tener un día malo o uno bueno, pero siempre dándolo todo. Ellos lo hicieron y lograron la admiración de los cordobeses. De hecho, han pasado muchos años de aquello y a día de hoy siguen siendo recordados y respetados por aquel ascenso.

P. Se rompió el mito de que no hacían falta fichajes rutilantes ni figuras para ascender.

R. Es que ni siquiera se nos pasaba por la cabeza. Si había problemas para cobrar, ¿cómo iba el club a fichar a nadie? No sé qué figura me podían haber traído para jugar en aquel equipo. Porque era un verdadero equipo. Yo tengo un amigo que es del Betis y me dice: oye, que dicen que vamos a fichar a Cristiano Ronaldo... ¿y dónde lo ponemos? Está tan orgulloso de su equipo que no quiere ni tocarlo. Pues algo así nos pasó a nosotros. Funcionábamos tan bien como equipo que no era necesario tocar nada. Se dio así. Éramos una familia de futbolistas y de amigos. Eso se notó en el campo. Fue tan de verdad como el propio ascenso.

P. Tampoco había en ese tiempo una excesiva presión mediática.

R. No, no... Hombre, con el Córdoba en Segunda B, el inicio de cada temporada siempre es hablando de ascenso. Y en verdad es que no puedes hacer otra cosa porque el mismo nombre te obliga. Somos el Córdoba. Aunque no tengas ni un duro y haya mil socios, el Córdoba tiene que salir a ascender y ya está. Entonces, si en mitad de temporadas estás metido abajo... Pues la presión no era por ascender, sino por salir de la situación tan mala que teníamos. Cuando arreglabas un problema surgía otro, y después otro... Es evidente que cuando estás en el Córdoba sabes que vas a tener la presión de ascender, pero no es lo mismo que te digan que tiene que ser ya o que tienes un tiempo para prepararlo. A nosotros se nos dio así. Siempre se dice que los entrenadores estamos para resolver los problemas, pero yo pienso que en el fútbol, y también en la vida, es mejor intuirlos y evitar que se produzcan. Debemos de verlos desde el punto de vista deportivo y antes de que ocurra, frenarlos. Porque hay que ser sinceros: si el problema ya lo tienes encima, pues el resolverlo te va a plantear otro. Tuvo su trabajo desde el punto de vista psicológico.

"Los ascensos son de una ciudad, más que de un equipo. Si no hay una ciudad detrás, es imposible"

P. En aquel vestuario cordobesista había liderazgos.

R. Claro. Y eso es fenomenal. Los partidos se empiezan a ganar en los vestuarios. Había gente con experiencia como Juanito, Leiva, Soria... Siempre me acordaré de las lágrimas de Soria en Cartagena, cuando ascendimos. Me dijo que se acordaba de su padre, que había muerto con 45 años. Yo le dije que el mío también nos estaría viendo desde arriba. Nos abrazamos muy emocionados y le dije: lloramos juntos, pero cuando lleguemos ahí nos reímos juntos. Ahí era la caseta. Cuando consigues algo importante afloran los sentimientos.

P. En lo deportivo, aquel Córdoba se transformó en una máquina de hacer goles.

R. Cuando llegué empatamos en Almería a uno, pero después en casa le metimos siete al Isla Cristina, después otra goleada... El fútbol trae rachas, se coge confianza y todo sale. Teníamos buenos futbolistas arriba. Estaban Loreto y Espejo. En media liga llevaban tres goles entre los dos y terminaron haciendo 17 y 18, 35 entre los dos. Jugábamos para les llegaran balones para rematar. Fichajes no había, porque no había posibilidad, y había que sacar partido de lo que teníamos. Hasta que llegó Manolo Oviedo, el presidente era la Federación. No podíamos hacer nada, así que lo vimos claro y fuimos a exprimir al máximo lo que había.

P. Históricamente, al Córdoba se le han dado mal las planificaciones. Parece que lo suyo es manejarse entre problemas. Siempre saca su mejor rendimiento cuando las cosas le van mal y con todo en contra. Ha sucedido muchas veces en su historia y lo del ascenso de Cartagena fue así.

R. El Córdoba siempre encuentra resquicios para respirar, para sobrevivir. Si ese año no se asciende hubiera sido grave, pero peor era haber descendido. Es que Segunda B es muy difícil, mucho. Son dos ascensos los que tienes que lograr. Primero en el grupo y después en la liguilla. Si no cumples las dos veces, te quedas fuera. Y son 80 equipos y solo suben cuatro, ¿eh? Lo de meterse en Tercera ya es nefasto.

P. ¿Cómo llevaban el tema de los impagos?

R. Pues aceptando que no había, que no se podía. Lo que no podemos hacer es dejar de trabajar.

P. Pero hay maneras y maneras de afrontar estas situaciones. Hay jugadores que, al no cobrar, se desconectan y no rinden. Otros, sin embargo, elevan su rendimiento para dejar en evidencia a quien no les paga.

R. Hablamos de profesionales. Tú tienes que ejercer tu profesión, que además en nuestro caso es vocacional. Es que no te queda otra. No rendir porque no te pagan es una trampa. A mí no me ha llegado un jugador nunca diciendo que lo hacía mal porque no le pagaban. Porque esto es una carrera corta y las oportunidades te las tienes que ganar. Si no es en un sitio, será en otro. Pero los contratos hay que ganárselos en el campo. Por eso digo que es una trampa: un profesional tiene que serlo siempre. Las maneras de reclamar los impagos se dan en otro sitio, pero no en el césped. Te ven equipos y no sabes quién está en la grada. Si eres un profesional te tienes que mirar al espejo y no engañarte. Eso es así. Si eliges ser futbolista tienes que saber que pueden pasar estas cosas.

"Aquí me conocen, saben quién soy y lo que he hecho. Eso está ahí. Yo no vendo nada ni tampoco me tengo que vender. Mi sentimiento por el Córdoba es verdadero"

P. ¿Recibieron alguna prima especial por ascender?

R. ¿Prima? ¡Pero si no había nada! De hecho, hubo hasta algún jugador que denunció y embargaron taquillas. Eso es lo que había. Y otras cosas más que no quiero decir [a Escalante le dejaron sin pagar parte de su sueldo].

P. O sea, que se puede decir que ascender casi les costó el dinero...

R. (Risas) Pues sí.

P. Cuando entraron en la liguilla fue con mucho esfuerzo.

R. Sí, lo conseguimos en Plasencia y se nos dieron los resultados que hacían falta para entrar. Fue una odisea. Marcaron de cabeza Juanito y Espejo. Hubo un follón en el estadio porque fueron muchos cordobesistas que compraron la entrada y luego no les dejaban pasar. Algunos saltaron las vallas... Fue caótico y con un ambiente muy cargado. Nuestra gente estaba sufriendo por entrar al campo y nosotros eso lo veíamos. Trataban de ponernos nerviosos. Nosotros teníamos que ganar y lo hicimos.

P. Y les cayó el grupo con Leonesa, Racing de Ferrol y Cartagena. Rivales fuertes.

R. Sí, equipos históricos y con la idea de ascender. Era difícil.

P. Y más aún cuando en la tercera jornada les meten un 5-0 en El Ferrol.

R. Pasamos una noche que no veas. Lo de Ferrol no se lo esperaba nadie. Puedes perder, pero eso... El viaje ya fue nefasto. En el avión ya hubo cosillas fuera de lo que era el equipo. En el hotel, lo mismo. Luego llega el partido y está lloviendo, el penalti que hizo Juan... Nos metieron cinco, pero al final es que daba igual. Teníamos que jugar dos veces seguidas con el Cartagena y ganarles las dos veces. En la liguilla es fundamentalísimo que no dejes de depender de ti. Como tengas que depender de otros, mala cosa. ¿Ganando dos partidos ascendemos? Sí. Pues a por ellos fuimos. El que nos metió cinco pues luego no subió. En la liguilla hay que ganar lo que tienes que ganar. Metiendo uno más que el contrario o ellos uno menos que tú. Porque el fútbol es atacar y defender.

P. Eran dos partidos y el Cartagena ascendía sumando un punto. El Córdoba necesitaba sumar los seis.

R. Así era, muy clarito lo teníamos. Y recuerdo que la noche en Cartagena no fue agradable tampoco. Estábamos en una planta baja de un hotel, al lado de una gasolinera y los camiones pasando toda la noche, vinieron seguidores de ellos a lanzarnos petardos dale que te pego. En fin, mal. Muy mal. Salió la cosa así y ya está. Nosotros teníamos que estar tranquilos, pero es que no nos dejaron ni dormir.

En el partido de aquí había que ganar, porque no nos quedaba otra, pero también decirles que allí podíamos ganarles también. Porque ellos llevaban cuatro años sin perder ningún partido el estadio de Cartagonova, que lo habían construido para 17.000 personas. Aquí les ganamos 2-0, dimos dos tiros al palo... Dejamos una buena sensación y ellos se fueron con esa idea metida en la cabeza. Cuando llegamos nos tenían una buena preparada. Nos tiraban cascos de botellas, nos decían de todo... El presidente de ellos iba con un casco de vikingo puesto. Pusieron a todo volumen la música en el campo para intimidarnos. Yo viendo, todo aquello, les dije a los jugadores: fijaos si esta gente es acogedora y nos trata bien que hasta nos han puesto un himno. Tenía que rebajar la tensión, porque es verdad que en esos momentos se notaba ya la gente un poco tensionada. Me acuerdo de Requenita, que hizo un penalti que nos pitaron y para mí no fue, y le dije: escúchame, que esto es un campo como el de tu pueblo, pero con césped, y que ahí dentro somos once contra once. Yo iba diciéndole a cada uno que podíamos hacerlo, que podíamos entrar en la historia del Córdoba. A Clavero, a Rafa Navarro... Pero desde una tranquilidad. Nos reunimos y dijimos que teníamos la fortuna de pasar a la historia del club y de la ciudad, que por algo habíamos sufrido tanto para llegar hasta allí. Llegamos huyendo del descenso y si ganábamos, ascendíamos.

"¿Prima? ¡Pero si no había nada! De hecho, hubo hasta algún jugador que denunció y embargaron taquillas. Eso es lo que había"

P. ¿Lo vio venir?

R. Fíjate tú. Cuando nos meten el gol, yo siento algo por dentro y sabía que ganábamos el partido. El equipo estaba muy bien. Nos metieron un penalti en una jugada muy dudosa. Ellos estaban muy nerviosos porque sabían que el Córdoba que les ganó en El Arcángel, que les ganamos muy bien y con claridad, iba a ser el mismo tres días después en su campo. Ellos tenían intranquilidad y eso mis jugadores lo vieron. A ellos les quedaba el ambiente, muy hostil. Nos podían decir cosas y tirarnos botellas, pero en el césped éramos nosotros contra ellos. Y sabíamos que podíamos hacerlo. Todas esas circunstancias las fuimos utilizando como estímulos a nuestro favor.

P. Y luego los golazos de Óscar Ventaja y de Ramos. Y el silencio de Cartagonova.

R. Eso me impresionó. Ya te he dicho que oía llorar a Soria en el mismo campo. Cuando marcamos el 1-2 hubo una gran euforia, Márquez Campos [el encargado de material del equipo] se me subió a la chepa y un poco más y me asfixia. Después se quedaron 17.000 personas en silencio. No se oía nada más que nuestras voces, nuestros gritos... Fue impresionante. De estar animando con un griterío que hacía que no pudiésemos hablar nosotros en el banquillo a quedarse todo el mundo mudo. Ellos se jugaban mucho. Llevaban cuatro años sin perder en su casa y pierden precisamente ese partido, el del ascenso. Con el 1-2, ellos tuvieron una expulsión a ocho minutos del final. Ya se volvieron locos y sin saber qué hacer. Nosotros no podíamos perder la posición y el equipo se comportó fenomenal. Leiva sacó una mano en un disparo peligroso, pero nosotros tuvimos varias. El delegado de ellos, detrás de la portería, tiró un balón al campo cuando teníamos una oportunidad para marcar.

P. Y luego el fiestón impresionante en Córdoba.

R. Ten en cuenta que se pudieron juntar varias generaciones. Había abuelos, padres e hijos que no habían visto al Córdoba en Segunda. Los niños que vivieron aquello no lo olvidan. Y para los más mayores fue recordar los tiempos de Primera. El fútbol tiene esa capacidad para unir a las personas de todas las edades, porque al final son recuerdos compartidos. Estamos aquí hablando de un partido de hace veinte años como si fuera ayer. Unos lloran y otros ríen por lo mismo. Había mucha gente que hasta lo vivió con incredulidad. Igual pensaban que iba a salir alguien de un despacho y lo iba a anular o quién sabe qué. Eran muchos años fuera de Segunda y todo aquello era una puerta que se abría para el futuro. Había la sensación de que podíamos empezar una nueva etapa para el fútbol de Córdoba, como si por fin fuésemos como los demás. Los aficionados veían ascender a todo el mundo, pero a nosotros no nos tocaba nunca.

P. Esos momentos de felicidad compartida son inolvidables.

R. Totalmente. Fue el ascenso de una ciudad entera. Pudimos darle una alegría a Córdoba. Fue todo. Nos sentíamos partícipes, no protagonistas. Lo hicimos entre todos. La sensación era de que Córdoba entraba en una etapa nueva. Había unión. Siempre agradecí públicamente el papel de las instituciones y de los políticos con el Córdoba. Todos se comportaron muy bien.

"Me impresionó el silencio de Cartagonova cuando marcamos. Yo oía llorar a Soria en el mismo campo"

P. Veinte años después, el Córdoba ha vuelto a Segunda B.

R. Ya estuvimos un par de añitos, que también me tocó a mí el tema del ascenso. Es que no hay otra. Hay que adaptarse a las circunstancias, aunque para mí y para muchos el Córdoba es de Primera porque es una ciudad que lo tiene todo para estar ahí. Pero el caso es que no sucede así y que encima hemos bajado de Segunda. Tenemos que poner el fútbol a la altura de la ciudad.

P. El destino ha querido que el entrenador del Córdoba en este año del descenso sea Rafa Navarro, uno de tus jugadores referenciales en esa temporada del ascenso a Segunda en el 99.

R. Sí, ha sido duro. Tanto para él como para Rafa Berges. De hecho, ellos mismos lo han dicho. Rafa Navarro creo que ha hecho todo lo que ha podido. No ha podido ser. Las circunstancias han sido muy anómalas. Yo lo he tenido como jugador, hemos pasado ratos buenos y malos, y yo le auguro un buen porvenir en el banquillo porque le gusta el fútbol. A él le duele porque quiere a Córdoba, ha dado mucho, y él ha estado ahí porque al Córdoba le ha hecho falta. Él es joven y podrá seguir en esto.

P. ¿No siente envidia de clubes como Getafe, Leganés, Eibar, que se asientan en Primera?

R. Antiguamente se aceptaba la figura de equipo “ascensor”, tipo del Sporting, el Elche... Estaban a caballo entre las dos categorías. Quizá el Córdoba tenga un sitio ahí, pero a día de hoy tiene que ganárselo. De momento, hay que aceptar dónde estamos. Hay que programar el futuro, pero con las posibilidades reales que tienes en el presente. Es complicado el fútbol. Lo que sí está claro es que lo que verdaderamente te da una estructura es estar en Primera tres o cuatro años seguidos. Con eso ganas en lo económico por los ingresos, en lo social porque lograr una buena masa de abonados... En Primera es donde se consigue todo para luego poder estar en Segunda con opciones. El Córdoba, por desgracia, bajó muy pronto y no le dio tiempo. Pero ahora lo que hay es lo que hay.

P. En Segunda B es difícil tener lo que quieres. Hay que saber armar un equipo con lo que puedes, porque esta categoría no es seductora para los futbolistas.

R. Claro. ¿Quién va a querer venir? Es difícil. Igual el futbolista que tú quieres no quiere venir a Segunda B. Antes no había ni tele en color, pero ahora es importante para los futbolistas que los vean, que luzcan en el escaparate de los medios.

"Tenemos que poner el fútbol a la altura de la ciudad"

P. Sigue acudiendo a El Arcángel.

R. Sí, todos los domingos. Procuro ponerme donde no me vean. Este año el presidente ha tenido la gentileza de dejarnos un palco para los jugadores veteranos. En ese sentido, estamos muy contentos por el trato. Con el anterior presidente sí hubo otras tiranteces, que yo no sé por qué exactamente.

P. Ahora el objetivo del Córdoba debe ser salir lo antes posible de Segunda B.

R. Claro, será ese porque tiene que ser. No se puede admitir otro. Lo que ocurre es que hay que saber que esto es largo, que a lo mejor vamos en mitad de la tabla, que se empieza mal o hay una racha difícil... La gente no debe desesperarse. El tema es que cuando llegue lo importante, hay que estar ahí. Hay que tener paciencia y ser inteligentes para actuar en función de las circunstancias, sin buscar excusas ni alarmarse antes de tiempo. Esto es Segunda B y no sabes lo que te puedes encontrar.

P. Es una categoría dificilísima.

R. Es que te puedes encontrar cualquier cosa. Ahora, donde vayas... va el Córdoba. En cualquier ciudad te esperan para ganarte. Y vas a tener que ir a jugar contra equipos filiales y escuchar en la grada gritos de todo tipo. Tenemos que estar preparados para todo eso. Porque va a pasar y tenemos que saberlo. No es la comodidad de jugar en estadios grandes, con buenas instalaciones, no... Habrá sitios incómodos, pequeños, con aficiones muy hostiles y con todos los equipos tratando de ganarte porque eres el Córdoba. ¿Tiene que haber un periodo de aclimatación? Pues seguramente sí, pero desde el principio hay que trabajar en esto porque habrá que hacerle frente y supone un cambio mental para el jugador con respecto a lo que ha vivido en Segunda. En Segunda B es distinto y la experiencia es importante para adaptarse. No es fácil.

P. Desde luego.

R. No se puede decir: hemos bajado a Segunda B y ya está. Salimos pronto. ¿Y eso como se sabe? Estuvimos 17 años y ¿cuántos entrenadores pasaron? ¿40? ¿Y jugadores?

"Hay que tener paciencia y ser inteligentes para actuar en función de las circunstancias"

P. La última vez en Segunda B sí costó menos tiempo: dos años.

R. Tenía a gente muy buena como Arteaga, Asen, Julio Pineda o Javi Moreno, que se lesionó para el play off y no pudo jugar, pero hizo 23 goles en la temporada. También teníamos gente en el centro del campo que anotaba goles con frecuencia. Luego, en Segunda, pues ya nos costaba más. El máximo goleador fue Diego Ribera, que hizo nueve goles y tres de ellos de penalti. Había que buscarse la vida para ser efectivos y hacer goles. Si no tienes jugadores verdaderamente decisivos, tienes que sacar partido del equipo. Hay que funcionar en bloque para crear situaciones de gol. Recuerdo que Juanito hizo cuatro goles, Soria hizo dos, se marcaban bastantes goles de estrategia... Había que sacar de todos lados. A mí me despidieron con el equipo en novena posición en Segunda, después de haberlo ascendido y haberlo salvado con claridad el primer año. Y a los tres años se descendió otra vez.

P. Las dos últimas veces que el Córdoba salió de Segunda B, en 1999 y en 2007, fue con Escalante en el banquillo. ¿Cuál es la receta?

R. No la hay porque son circunstancias distintas. Lo importante es sacar lo más positivo y lo más beneficioso para el objetivo en las circunstancias que tengas. El ascenso del 99 fue totalmente diferente al del 2007. Yo no puedo aconsejar a nadie nada. Lo que sí tengo claro es que el Córdoba, estando en Segunda B, siempre va a tener la presión que conlleva su nombre y que su objetivo será regresar a Segunda. Otra cosa no cabe. No puede estar por estar.

P. El último partido que dirigió en El Arcángel fue un Córdoba-Huesca en 2007.

Play off de ascenso a Segunda. Victoria por 2-0 y pie y medio en la categoría de plata, refrendado en El Alcoraz con un 1-1.

R. Sí. El último fue el del ascenso.

"Al futbolista hay que protegerlo y defenderlo. A veces incluso hasta en contra de tus propios pensamientos"

P. Como despedida no estuvo mal, aunque seguramente le hubiera gustado seguir.

R. ¡Hombre, claro! Yo tengo la sensación de que he hecho en el Córdoba lo que debía y, sinceramente, creo que he estado bien. Nadie me puede mirar diciendo que yo he hecho un mal al equipo. Me llamaron cuando había problemas y yo les ayudé a salir de ellos.

P. Hay veces en que al entrenador no le salvan ni los resultados.

R. Hay mucha gente que influye. Tienes al presidente, al director deportivo, a la afición, a los periodistas...

P. Los jugadores son un mundo aparte.

R. Al futbolista hay que protegerlo y defenderlo. A veces incluso hasta en contra de tus propios pensamientos. Tú puedes decirles cosas a tus jugadores en la caseta, no puedes ser hipócrita, pero tienes que defenderlos porque son los tuyos. No te queda otra. Los jugadores buscan antes cualquier circunstancia para eximirse de la responsabilidad que puedan tener. Esto es un equipo. Yo te ayudo a ti y tú me ayudas a mí. Al final, todos dependemos de todos.

P. Es importante encontrar liderazgos naturales, no impuestos.

R. Es que a uno le pones una pistola en la sien y le dices ¿quién es el líder aquí? ¿Qué te va a decir? ¡Pues tú! El líder es el que consigue que los demás le sigan y le respeten. El líder es uno más del equipo, pero aparece cuando tiene que aparecer.

"El líder es uno más del equipo, pero aparece cuando tiene que aparecer"

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