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Marisa Calero: “Lo del masculino genérico lo llevo muy mal”

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Marta Jiménez

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Esta catedrática jubilada de la UCO es una palabrófila. Le obsesionan, le fascinan y le sorprenden las palabras y a ello se dedica, a indagarlas y a escrutarlas. Marisa Calero (Azuaga, Badajoz, 1956), lingüista y feminista por igual, posee un sexto sentido para la palabra: el que incorpora y amplifica el lenguaje en sí mismo. Y, cómo no, también maneja su reverso: el silencio.

La profesora e investigadora es de las que prefieren el ruido abstracto que emana de los libros. Por eso abandonó cuando pudo la docencia y se alejó físicamente del departamento de Ciencias del Lenguaje en la Facultad de Filosofía y Letras en donde ha pasado media vida: para adherirse a la calma que requiere la investigación.

Entrando en su tranquila y espaciosa casa una puede imaginar cómo transcurre cualquier tarde en este lugar: de forma callada, tranquila, llena de consultas a libros antiguos, aunque sea a través de internet, y en donde se acude asiduamente a las reflexiones de lingüistas de otras épocas para saber cómo ellos veían los problemas y las posibles soluciones.

Calero ha sido vicerrectora de Profesorado en la UCO y directora de la Cátedra Leonor de Guzmán sobre la mujer, a la que aportó, entre otras cosas, su profundo conocimiento del idioma. Catedrática de Lingüística General desde el año 1994, sus investigaciones abordan temas relativos a la construcción de lenguas universales, sexismo lingüístico y, especialmente, a la historia de la lingüística española, ámbito en el que se incluyen la mayoría de sus publicaciones.

Charlar con ella aporta la certeza de que el amor por el lenguaje significa velar por las ideas.

PREGUNTA. Da la sensación de que tras tu silencio puedes ver, escuchar, saborear, oler, tocar las palabras. Eres una gran reivindicadora de la calma. ¿Vivir deprisa es negativo para el lenguaje?

RESPUESTA. Es negativo para el lenguaje y para todo, para el colesterol… porque estamos atrapados en la prisa últimamente. Recuerdo otros tiempos en los que íbamos con más calma, más sosegados, te daba más tiempo a pensar, a reflexionar, ahora nos sobra la prisa. Está volviendo un poco el interés por esa calma, como reacción tal vez. Han sacado un aparato llamado slow cooker para cocinar lento, como cocinaban nuestras abuelas, parece un intento de recuperar aquellos tiempos en los que todo era más pausado.

P. ¿Se tiene prisa porque se tiene miedo?

R. No sé si es miedo, pero es el sistema el que te lo impone. El tema de las redes sociales  ha sido la inmediatez en la comunicación, todo eso se impone en este modo de vida que llevamos.

P. ¿Esa inmediatez daña al lenguaje?

R. Claro, mediante WhatsApp o Twitter no cuidamos tanto la forma del lenguaje, se nos escapan las erratas, comprimimos la frases, el tiempo para pensar. Esto se ve en la prensa electrónica, ahora hay más erratas. Pero, por otra parte, que existan estos nuevos sistemas de comunicación hace que nos comuniquemos más, no sé si mejor, que tengamos más delante la palabra. Esto puede ser positivo. Cuántas señoras mayores se comunican ahora por WhatsApp con sus nietos y, a lo mejor, apenas saben leer o escribir, y ésa una manera de que tengan la palabra delante.

P. Esa búsqueda constante de la economía del lenguaje cuando escribimos a través de una pantalla, ¿empobrece o, por el contrario, avanza el lenguaje?

R. A ver, yo lo veo como un arma de doble filo. Comprimir el lenguaje no tiene por qué ser malo siempre. Ahí están los microrrelatos. El famoso de Monterroso -“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”- es una maravilla de condensación y la imaginación actúa. Pero luego la pobreza léxica indica también una pobreza mental y tiene todo el peligro. Tampoco entiendo a los políticos gobernando por Twitter, cómo se puede economizar de esa manera en algo tan importante como el gobierno. Ese tipo de economía no me gusta, creo que perdemos los razonamientos y los argumentos en ese proceso economizador de la palabra.

"La pobreza léxica indica una pobreza mental"

P. “Adapta la palabra a la acción, la acción a la palabra”, les dice Hamlet a los actores. Algo así como “primero lee, luego escucha”.

R. No están mal las dos cosas, no sé qué es primero. Hamlet les daba una clase a estos actores sobre cómo actuar, les pedía que no sobreactuasen. Eso se puede trasladar a nuestra vida diaria. Hay que ajustarse siempre a los contextos. Es un buen consejo.

P. ¿Eres capaz de desnudar emocionalmente a una persona por cómo escribe, por cómo habla?

R. Sí, yo y creo que cualquiera. Estoy pensando en películas como Pretty woman, cómo se expresaba esa protagonista. Enseguida la ubicas por clase social, geográficamente. Las lenguas son delatoras siempre. A mi alumnado siempre les decía: tened cuidado con cómo os expresáis porque os van a catalogar enseguida.

P. ¿Son un indicador fiable o pesan más los prejuicios de quien escucha?

R. Sí, claro, el prejuicio siempre está ahí. Nuestra manera de hablar meridional tiene una connotación a pesar de la valoración que ha habido últimamente a las maneras locales de hablar. Hay un cierto menosprecio que se utiliza políticamente.

"Creo que perdemos los razonamientos y los argumentos en ese proceso economizador de la palabra"

P. Es una pauta que un latinoamericano se exprese mejor que un español en el mismo idioma.

R. Ellos tienen mucha educación desde pequeños. Es llamativo. He visitado países sudamericanos y siempre me ha sorprendido esto. Son países más pobres económicamente, no pobres de naturaleza ni de recursos, pero sí pobres por sus propios sistemas, y es sorprendente cómo se expresan. Da igual la clase social, utilizan palabras arcaicas nuestras con mucha naturalidad.

P. Una de las polémicas lingüísticas de la temporada la ha protagonizado Roma, la película mexicana de Alfonso Cuarón y favorita a los Oscar de este año. Está rodada en español con algunas partes en mixteco, una lengua del sur de México. Netflix daba a los hispanohablantes dos opciones para verla en versión original: una subtitulada en español y otra en español latinoamericano. En un caso los subtítulos transcriben lo que se dice y en otra “traducen” los diálogos. ¿Qué opinas?

R. No he visto todavía Roma, pero me permito opinar sobre el asunto que me planteas. Puedo entender que se traduzcan al español las frases o palabras de otra lengua diferente, el mixteco, en este caso, pero es más difícil de aceptar que nos “traduzcan” al español palabras de nuestra propia lengua. Porque se trata de eso: el español mexicano es una variante lingüística de la lengua española, que a todas las personas hispanohablantes nos viene bien conocer en sus diferentes modalidades. Pensemos la cuestión a la inversa: ¿nos gustaría a los españoles que se tradujera el Quijote a una versión adaptada a las peculiaridades lingüísticas de los mexicanos?

"Las lenguas son delatoras siempre"

Volviendo a la película, no creo que sea tan complicado para un español entender un vocablo nuevo en un contexto determinado, es decir, junto a otras palabras y en un escenario determinado: es así justamente como aprendemos a hablar de pequeños. Por otra parte, recuerdo que en los años 60 mi generación vio multitud de series de dibujos animados que venían traducidas del inglés en un perfecto lenguaje hispanoamericano. Esto nos permitió aprender no solo palabras nuevas, sino giros idiomáticos, acentos y otras formas distintas a las nuestras peninsulares. En definitiva, películas como Roma y tantas otras producidas en Hispanoamérica nos abren los oídos a otras formas de expresar la lengua española y, de paso, nos sirven también para abrir la mente.

P. Leonard Cohen confesaba que con Lorca encontró una voz que le dio permiso para descubrir su propia voz, para ubicar su yo. ¿Qué voz te arrastró a ti a la lingüística?

R. Estuve en el sitio oportuno en el momento justo. Fue casualidad. Me gustaba escribir y leer, siempre hubo un interés por la palabra y la literatura, esa fue mi primera opción para hacer una carrera, pero me tenía que ir a Madrid y eso lo condicionó todo. Córdoba estaba más cerca. Hablamos de los años 70 en Extremadura y las circunstancias pesaban. Vine a Córdoba y escogí una de las pocas carreras de letras que había, Filología Hispánica. Al terminar la carrera surgió una plaza de Lingüística. Por ahí me encaminé y fue creciendo mi interés.

P. ¿Quién ha influido más en tu carrera?

R. La persona que más influyó en mí fue quien luego fue mi director de tesis, José Andrés Molina. Un profesor que venía de Granada, tuvo un paréntesis en Córdoba y fue mi maestro. Mi tesis fue sobre Historia de la Gramática Española de 1847 a 1920. Estuve prácticamente un año en la Biblioteca Nacional porque no existía Internet y había que estar en las bibliotecas. He desarrollado toda mi carrera en Córdoba. Excepto un periodo que estuve en la Universidad París 13, el resto del tiempo he estado aquí.

P. ¿Qué has aprendido de tus alumnos?

R. De ellos siempre se aprende, de la gente joven, de las preguntas que te hacen en las que tú a lo mejor no habías caído y hacen que te replantees cosas que creías tener sólidamente establecidas.

"Películas como 'Roma' nos abren los oídos a otras formas de expresar la lengua española"

P. ¿Has visto una progresión en las faltas de ortografía de los alumnos a lo largo de los años?

R. Tremenda, pero así [dibuja una línea ascendente en el aire]. Lo de las faltas de ortografía en los alumnos universitarios es dramático. Hasta el punto de volverte benévola porque dices: es que no puedo suspender al 95% de los alumnos. Por tanto, el nivel ha ido bajando. Cuando empecé de ayudante en el 78 o 79, porque faltaran dos o tres tildes ya podías suspender, ya tenías el argumento porque era una carrera de filología y ahí no podía faltar nada. Ahora es impensable eso.

P. ¿Y dónde se pone el límite? Para un filólogo hay líneas que no se deberían traspasar.

R. Es que el sistema es perverso, como la lengua. Al profesorado nos evaluaban por índice de éxito del alumnado. Si tú suspendes mucho la culpa es tuya. Fíjate, entonces ¿voy a suspender al 95% para que eso se vuelva hacia mí como un bumerán?

P. ¿Un 95%?

R. Estoy diciendo 95 por no decir un 99%. Había distintos tipos de faltas y era imposible encontrar un examen sin una sola falta. Y ya ni hablemos del manejo de los sinónimos para no repetir una palabra, cosas de este tipo.

P. Has sido profesora de muchos de los poetas cordobeses de las últimas generaciones.

R. Sí y me encuentro a muchos de ellos, como Curro Bernier, que me recuerdan como profesora. Tengo mala memoria con las caras, pero buena con los nombres. Me recuerdan con cariño muchos alumnos. El otro día me encontré a una antigua alumna, de los años 90, en el centro Botí y me dijo que era de las mejores profesoras que había tenido, eso te hincha y te compensa de muchos malos ratos que te has llevado.

"Lo de las faltas de ortografía en los alumnos universitarios es dramático"

P. ¿Intuyes por qué sigue habiendo tantos poetas criados bajo este cielo?

R. Bueno, Córdoba es muy especial. Inspira mucho y ha tenido una gran tradición. Algo hay en el ambiente. Esta ciudad ha sido importante siempre, con una historia alucinante. El califato Omeya llegó a prácticamente a toda la península. Creo mucho en los efluvios que hay en la ciudad.

P. En un mundo lleno de ambigüedades, ¿la precisión en el uso de los términos debería ser sagrada?

R. Sagrada no lo sé, pero creo que sí. Debemos emplear las palabras en un sentido lo más preciso posible. Esta semana en el debate político hemos escuchado palabras como alta traición o felonía, que suena fatal, como lo más terrible y luego no es tan grave, es una deslealtad. Luego está el fascismo. Todo el que no piensa como yo es fascista, lo que creo que banaliza el término. Se banalizan palabras muy fuertes. Hay que entender las cosas en su contexto y no dejarse llevar por el juego político. Lo malo es que arrastra a gente que se lo cree. Moraleja: tenemos que cultivar el sentido crítico y saber con qué intención se utilizan las palabras, el sentido del lenguaje.

P. La gran palabra de la semana ha sido relator.

R. Claro, es una palabra ambigua y más en ese contexto jurídico y político. La que se ha armado por una palabra. Creo que por la propia ambigüedad. Yo no critico la ambigüedad, gracias a la ambigüedad podemos hacer chistes y humor. Sin la polisemia de las palabras no podríamos jugar, no usaríamos el humor. Otra vez el arma de doble filo de la ambigüedad.

"Tenemos que cultivar el sentido crítico y saber con qué intención se utilizan las palabras"

P. Pero hablar con total precisión si no es imposible se le acerca.

R. Volvemos a los contextos otra vez. Es difícil dar con la precisión de las palabras porque en un contexto significan una cosa y en otro, otra. Ni siquiera en los diccionarios encontramos esa precisión, esto es dificilísimo, depende de cuándo y cómo se use. Aunque existe una cierta precisión, si no no existirían estos diccionarios.

P. ¿La escritura es mucho menos prestigiosa de lo que era?

R. Si vamos a la historia de la humanidad hubo un momento en que las personas que sabían escribir eran casi sagradas, eran una casta y era un privilegio saber escribir. No todo el mundo tenía acceso a la escritura. No hay que irse tan lejos. La generalización de la lectura y la escritura es de hace cuatro días, el analfabetismo en este país campaba a sus anchas, sobre todo para las mujeres, y era una manera además de controlarlas. El que no supieran escribir ni leer está documentado que se ha utilizado como una forma de control.

La escritura siempre ha sido más valorada que la palabra hablada. La palabra escrita tiene mucho valor, soy filóloga gracias a eso existe mi profesión. Ahora se estudia también la palabra oral, pero hay que registrarla.

"La ambigüedad en el lenguaje es un arma de doble filo"

P. Aunque los gurús pronostican que la voz va a estar mucho más presente a partir de ahora. Que leeremos menos y escucharemos y veremos más.

R. No me gusta ser adivina, pero creo que la palabra escrita siempre estará ahí.

P. ¿Qué hemos perdido de valioso en el lenguaje y qué se puede recuperar?

R. Lo que decíamos antes, el sosiego y la calma para hablar. Pensar antes de hablar, que eso perjudica mucho y habría que recuperarlo. Las charlas, las tertulias, aquellos salones maravillosos del XVIII.

P. ¿Y en cuanto a palabras perdidas?

R. Hay muchas palabras perdidas de las mujeres. Precisamente estoy ahora en una investigación que coordinan dos profesoras de la Universidad de Oxford que intentan recuperar palabras de las mujeres desde el siglo XV al XIX. Y no te puedes imaginar lo difícil que es encontrar la palabra escrita de las mujeres. Porque se les ordenaba quemar lo que habían escrito en los conventos, por ejemplo. El confesor les ordenaba escribir una autobiografía y luego les ordenaba que la quemasen, no sé si por miedo a la inquisición o por el hecho de que esa mujer obedeciera una imposición. La investigación lingüística debería tomarse más en serio la recuperación de la palabra escrita por las mujeres.

"Hay muchas palabras perdidas de las mujeres"

Hay un libro de Joanna Russ, Cómo acabar con la escritura de las mujeres, que describe muy bien las formas que se han utilizado a lo largo de la historia para acallar la voz oral y escrita de las mujeres. Por ejemplo, esta mujer es excepcional porque es viril y escribe como los hombres, o a esta mujer le ha ayudado su marido a escribir este libro, que suele ser al revés… En fin, una serie de argucias que tratan de eliminar y obviar la voz de las mujeres.

P. Estaría bien que se desenmascarase a través de la investigación a los hombres que a lo largo de la historia han explotado el talento de sus mujeres para apropiárselo.

R. Algunos casos hay. Hay uno muy curioso, una mujer conocida como la décima musa. José Luis Merino creo que ha escrito un libro sobre esta mujer, que se llamaba Oliva Sabuco, creo, y publicó una maravilla de libro sobre el saber de su época [siglo XVI]. Un compendio de saberes de medicina, psicología, biología… El libro está firmado por ella y a principios del siglo XX aparece un escrito de su padre diciendo que lo ha escrito él. Estos casos son muy sintomáticos y es otra manera de negar los escritos de las mujeres. Esto es lo que tenemos.

P. Por lo que oigo, de la investigación no te has jubilado.

R. No, no, de hecho fue una de las razones que pesaron, el tener más tiempo para investigar y a esto me dedico ahora con más sosiego. A la palabra de las mujeres y también me interesa la relación entre las lenguas, las relaciones de poder. Estoy trabajando sobre prejuicios lingüísticos y la convivencia de lenguas en nuestra península, algo que ha existido siempre y parece que se olvida. Se han estudiado las lenguas de manera aislada y las lenguas conviven, se atacan unas a otras y estamos condenados a entendernos.

P. Pues no lo parece.

R. A veces los conflictos lingüísticos no son más que conflictos de poder, conflictos políticos. Tenemos la prueba hoy día. Nuestro país es multilingüe.

"Las lenguas conviven, se atacan unas a otras y estamos condenados a entendernos"

P. Sin embargo, en casi ningún punto de la península se puede estudiar otra lengua del territorio.

R. Esto es una vergüenza. Afortunadamente en la Universidad de Córdoba estudié catalán y gallego. En el año 70 estaban en los planes de estudio como optativas. Euskera no había. Creo que el no poder estudiar estas lenguas ahora está en la raíz de muchos de los problemas que tenemos hoy. Tendría que ser obligatorio. Tengo un colega de la Universidad de Valencia, Ángel López, que es defensor de esta idea y lo suscribo. Tendríamos que estudiar nuestras lenguas. Considero el euskera una lengua común, una joya que hay que conservar como caso único en el mundo. Pensar que ha estado al borde de la extinción, considerada una lengua rural durante siglos, fuera de la administración, esto hace sonrojarse a una.

P. ¿Existe un acento andaluz estandarizado?

R. Dentro del andaluz existe un andaluz culto que habla la clase media-alta y luego existe un andaluz también mal utilizado, con pobreza léxica, es decir, siempre hay niveles dentro de los dialectos o variantes.

P. ¿Qué has aprendido como extremeña de nuestro acento?

R. No hay grandes diferencias. Al principio me costaban algunas expresiones, pero me fui adaptando. Debo ser como bilingüe porque cuando voy a mi pueblo siempre me dicen: tú no hablas ya como nosotros. Y aquí siempre notan que no hablo como vosotros sin que existan grandes diferencias entre una forma de hablar y otra.

"Creo que el no poder estudiar las lenguas de la península en este país está en la raíz de muchos de los problemas que tenemos hoy"

P. ¿No te llama la atención este fenómeno andaluz que congrega diferentes acentos y pronunciaciones en pueblos que se hallan a escasos kilómetros?

R. Esto puede ser por las colonizaciones. Personas que venían de diferentes sitios y se establecían aquí. Quedan esos sustratos lingüísticos. Hay islotes. Al lado de mi pueblo, Azuaga, hay un pueblo donde la elle castellana se pronuncia perfectamente y lo hacen las mujeres. Y esto, ¿por qué? Es fascinante. Las rutas del ganado y las comerciales también influían en el habla. En Campanario, en Badajoz, la gente pronuncia las eses finales como en Castilla porque una cañada que venía de León pasaba por allí. Ésa es la explicación. Han sido sociedades cerradas hasta ahora y se transmite de padres a hijos esta manera de hablar.

P. ¿Cuáles son los principales problemas lingüísticos a los que te has enfrentado?

R. Que me hayan afectado, porque en el fondo hay una ideología, es lo que te decía, la lengua escrita de las mujeres, el no encontrar textos sabiendo que las mujeres han escrito siempre. La dispersión de las bibliotecas, también. Con la desamortización de Mendizábal muchas se dispersaron y ahora es difícil seguir el rastro, por ejemplo, de gramáticas escritas por mujeres.

El uso del masculino genérico es otra cosa. En mi investigación a lo largo de la historia de la gramática me ha ocultado datos. Por ejemplo, estudiando gramáticas de siglo XIX quería saber si entre los alumnos había mujeres, algo imposible de saber porque se utiliza el masculino genérico. Los autores de esas gramáticas utilizaban ese masculino genérico y yo no podía saber si en esas aulas había ya mujeres, no había manera de saber si había alumnas. Por eso yo lo del masculino genérico lo llevo muy mal.

P. Sueles decir que es perverso.

R. Sí, lo es, oculta datos y es impreciso. Se puede nombrar a la otra mitad de la humanidad, la lengua española lo permite. ¿Que es antieconómico? Sobre la economía del lenguaje se puede hablar mucho. Tengo en mente escribir algo porque la lengua nos dice continuamente que no es económica de muchas maneras y este argumento cada vez me lo creo menos. El lenguaje es redundante, repetimos palabras para intensificar, usamos recursos reiterativos en la sintaxis y en el léxico. Yo subo arriba. Utilizamos este tipo de frases redundantes y nadie protesta por ello.

"El masculino genérico oculta datos y es impreciso"

P. ¿Cómo resuelves la cuestión del masculino genérico en tus escritos? ¿Te rebelas contra la norma?

R. Sí, aunque no lo parezco me rebelo mucho. Soy una persona rebelde y un poco fresca también [Calero pertenece a la tertulia feminista Las Frescas]. Depende, en un mail informal utilizo la x o la arroba para referirme e incluir a todo el mundo. En un escrito más formal me exprimo más la cabeza y trato de utilizar formas colectivas, repetir masculino y femenino, por qué no, no sistemáticamente, pero sí a veces y al final lo consigo.

P. ¿Y hablando?

R. Eso es ya más complicado. No te puedes referir a la arroba o la x. El contexto te puede ayudar a deshacer esa ambigüedad. Tenemos automatizado un lenguaje que no es el escrito, que es más elaborado.

P. ¿Eres partidaria de la terminación es, todes, por ejemplo, como genérico?

R. Bueno, lo que decía, si hay una demanda social que está ahí, ya veremos cómo acaba. Es cuestión de observar.

"La lengua nos dice continuamente que no es económica"

P. Una palabra desajustada introduce injusticia en el mundo. ¿El lenguaje es injusto con las mujeres?

R. Uy, sí. Mucho. Mires donde mires, los diccionarios académicos han empezado a revisarlos porque hay mucho machismo dentro. Recuerdo una definición de la palabra huérfano, que ya han corregido por suerte. Lo definían como la persona que había perdido a su madre, pero especialmente a su padre. Claro, esto no es un sexismo de la lengua si no de quien ha elaborado esa definición. Estos enfoques androcéntricos hay que revisarlos y ponerse las pilas.

P. Pues no parece que la RAE esté muy por la labor.

R. Se resiste de forma numantina. Creo que es cuestión de tiempo. Esta demanda social tan fuerte que hay la academia no puede ignorarla. Su función es ser notaria de la lengua y esto no lo puede ignorar.

P. ¿Te has enfrentado a compañeros lingüistas por estas cuestiones?

R. Sí, a mi modo, no soy persona agresiva, pero sí, en mesas redondas, con académicos, cada cual exponía su punto de vista de forma educada, pero cada uno con su visión ideológica. No suelo convencerlos ni ellos a mí tampoco (risas). Pero es un debate que está ahí, que tiene derecho a la existencia, que no se debe negar y que hay que respetar debatiéndose con rigor y sin desprecio, sin burla.

"Hay mucho machismo dentro de los diccionarios"

P. ¿Cambiando la lengua se logra cambiar la realidad?

R. Este es uno de los argumentos del feminismo lingüístico. Creo que sí, que ayuda. No es automático, pero ayuda a pensar sobre la realidad.

P. Hobbes pensaba que la confusión que había en los seres humanos es que no nos poníamos de acuerdo con los términos. Debía haber un criterio soberano.

R. Eso de soberano me suena fatal. A veces los conflictos vienen de malos entendidos. Entre los sexos hay muchos malos entendidos por una cuestión cultural. Las mujeres se expresan de otra manera y sobre esto hay mucha investigación. Deborah Tannen, por ejemplo, es una lingüista que ha trabajado mucho sobre los malos entendidos entre hombres y mujeres poniendo el lenguaje en el centro de atención. Dice que las mujeres somos más colaboradoras en el diálogo, hablamos diferente y de esta diferencia cultural surgen los malos entendidos. Es interesante esta perspectiva.

"La RAE se resiste [a revisar los enfoques androcéntricos] de una manera numantina"

P. Otra perspectiva es la literalidad con la que hoy se lee obviando esa ambigüedad de la que hablábamos.

R. Para eso están los emoticonos, para introducir el lenguaje no verbal. Es interesante esto. Estás dando un tono que no tiene el lenguaje escrito y sí el oral, donde usamos la entonación y los gestos. Con el emoticono introduces carcajada, ironía, deshacen posibles ambigüedades.

P. ¿Crees que las clases de lingüística y gramática para los jóvenes están bien planteadas?

R. No conozco bien los planes de primaria y secundaria, pero creo que debería estudiarse menos teoría y enseñar de una manera más práctica la lengua, usándola. Yendo a palabras raras del diccionario, porque son más precisas que un anglicismo. Con la práctica me refiero a más lecturas, buena literatura y menos teoría. He visto algún manual de secundaria hablando de gramática generativa y nuevas corrientes, algo absolutamente innecesario en esos niveles. Debería ser muy práctica en el manejo de la lengua. Conservo de COU un libro de dos tomitos, creo que de Lázaro Carreter, que fue un descubrimiento sobre cómo enseñar de forma simple y clara la lengua, enseñando sinónimos, veinte palabras para decir lo mismo, dando una riqueza al lenguaje, descubriendo palabras, que es maravilloso. Así debería enseñarse la lengua en esos niveles, dando matices y ayudando a explicar muchas cosas.

P. ¿Sueles utilizar anglicismos?

R. Sí, intento evitarlos, pero a veces no puedes evitarlo. WhatsApp, por ejemplo, no hay que ser purista y lo bueno es que el castellano fagocita estas palabras a su forma y ya lo vemos escrito con g.

"De la diferencia cultural entre hombres y mujeres surgen los malos entendidos"

P. ¿Cómo te ha tratado Córdoba a lo largo de tantos años de carrera y de vida?

R. Llevo casi cincuenta años aquí y no tengo queja. Córdoba me acogió en su momento y me permitió salir de un mundo cerrado y opresivo. Mi primera opción siempre fue Córdoba y eso que Sevilla estaba a la misma distancia. Quizás porque tenía mi expediente en Peñarroya, por eso vine. Solo puedo decir cosas buenas, llegué cuando empiezas a descubrir el mundo y en esa etapa tan crucial de nuestra historia. La ciudad además fue catapulta para salir a otros paisajes y otros mundos.

P. Fuiste también vicerrectora de profesorado en la UCO.

R. Sí del 98 al 2002, con Eugenio Domínguez como rector. Fuimos las primeras vicerrectoras en la UCO, entramos tres de golpe: Pilar de la Haza, Margarita Clemente y yo. Fue una etapa muy intensa, con sus luces y sus sombras, de aprendizaje intensísimo y muy creativa. Tenías un poder que intentabas emplear de la mejor manera posible.

P. ¿Cómo se trata en este país a la investigación lingüística?

R. En general este país trata mal a la investigación. Debería darse un mayor presupuesto a la investigación y es difícil recuperar el tiempo perdido tras tantos recortes.

P. ¿Crees cierto que aprender otras lenguas combate el nacionalismo?

R. Sí, aprender cualquier cosa te abre la mente. Aunque haya nacionalistas multilingües. Una cosa no implica la otra, porque hay quien viaja por el mundo y no le abre la mente nada, depende de la predisposición de la persona.

"Debería estudiarse menos teoría y enseñar a los jóvenes de una manera más práctica la lengua"

P. ¿Una palabra que te haya agredido últimamente?

R. No me gustan estas palabras que se banalizan y que se aplican frívolamente. Alta traición, fascismo, me causa tristeza cómo se aplican, con esa intención de hacer daño.

P. ¿El descuido de la palabra es el descuido de uno mismo?

R. Pues yo creo que este podría ser el titular de esta entrevista. Es una descripción perfecta. Aquí la lingüista eres tú. A cualquiera que no cuide la lengua se le cierran puertas. A ver si al sosiego al que vamos a volver antes o después nos trae la reflexión de cómo hablamos y nos expresamos. Tengo esperanza en que esto cambie.

"El descuido de la palabra es el descuido de uno mismo"

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