La vida entre cenizas una semana después del incendio en el asentamiento chabolista de Córdoba
Hace una semana que los habitantes del asentamiento chabolista cercano a Carrefour Zahira, en Córdoba, viven entre restos del incendio y con olor a quemado. Las llamas que surgieron del interior de un coche que fue aparcado en la cuneta se extendieron por la zona más cercana al asentamiento y se fueron tragando, de manera voraz, todo lo que encontraban a su paso. Ardieron 11 chabolas cuyos restos yacen aún sobre el suelo. Hace tan solo una semana que los escombros que hoy pisamos era el hogar de muchas personas. Infraviviendas y sin servicios mínimos de acceso a agua y luz, pero el refugio de muchas personas, donde vivían. Muchas de ellas se encontraban en Rumanía o en Valladolid, trabajando en la campaña del ajo. Se enteraron por teléfono que su hogar apenas era ya un amasijo de hierros.
Son las 9:30 y ya hace un sol que obliga al transeúnte a buscar la sombra de un árbol si tiene que estar en la calle. Para las familias que viven en este asentamiento y en otros tantos de la ciudad, vivir en la vía pública no es una opción. Es su realidad. Cuando el sol cada vez es más intenso, los dos árboles que todavía resisten en esta zona sirven de oasis a los habitantes de las chabolas, porque estar dentro es insoportable. Luminitza se encuentra bajo uno de ellos. Lleva en Córdoba 13 años, está separada y tiene dos hijos, aunque ya mayores. Es más, tiene nietos. Da gracias a Dios de que los bomberos de Córdoba pudieron sofocar las llamas del pasado lunes antes de que afectara a su chabola. Un total de 44 personas fueron desalojadas, de las que 33 -24 adultos y nueve niños- están alojados temporalmente en una hospedería.
Entre quienes lo han perdido todo están Liliana, que guardaba su dinero ahorrado debajo del colchón. O Petrunia, cuya chabola ardió junto al vestido de novia que había comprado vendiendo chatarra. Su boda estaba prevista para octubre. El día que su hogar ardió, Petrunia se encontraba trabajando en Valladolid. Mientras algunas familias lo perdieron todo sin estar presentes, otras como Lucica siguen resistiendo día a día en el asentamiento. Ella nos ayuda a saber más sobre esas familias que se fueron dejando en Córdoba su casa y que, de volver, no verán nada de lo que era suyo. Llega al asentamiento junto a su marido, empujando un carro enorme con bidones de agua. Se fueron temprano hasta el barrio de Fátima para conseguir agua. Se han hecho con casi 200 litros, cantidad que les servirá para cubrir, durante un día y medio, todas las necesidades básicas.
“Nos acostamos con el miedo a que nos agredan o que nos roben, y lo que ha destrozado parte del asentamiento ha sido el fuego”, confiesa Lucica a este medio, reconociendo que ahora duermen recelosos por si los restos quemados que les rodean puedan volver a arder. Asegura que se les comunicó que toda la basura sería eliminada, pero, hasta este martes, la empresa municipal de residuos -Sadeco- no ha aparecido por allí. Varios habitantes de este asentamiento quieren participar de la conversación que tenemos con Lucica. “Todo podía haber sido mucho peor”, apunta un hombre. El incendio se originó sobre las 12:00. En ese momento, las familias que seguían en el asentamiento estaban bajo un árbol ubicado en la zona opuesta al fuego, refugiándose del sol. Ahí empezaron los gritos porque veían frente a sus ojos como todo se iba quemando y a un ritmo que “daba miedo”. A la rapidez del fuego contribuyeron los materiales inflamables que había allí, como la madera. Este mismo hombre pide al Ayuntamiento algún tipo de maquinaria que les ayude a retirar todo lo quemado, foco de infecciones y de contaminación. Señala que no pueden hacerlo con sus propias manos, ni aunque quisieran. Y como quien pide un imposible, implora al Consistorio para que instale “una o dos farolas que nos den luz. Y un contador para cada chabola. Así, cada familia pagará lo que gaste, de verdad”.
Además de los hogares, los recuerdos y las pertenencias de muchas personas -Mariana, otro ejemplo, perdió toda su documentación personal y ahora tendrá que volver a solicitarla-, el incendio también se llevó por delante dos chabolas que varias familias usaban para el almacenamiento de la chatarra que recogen y que posteriormente venden. Preguntado a Sadeco por la posibilidad de limpiar los restos del incendio, a última hora de este martes, el Ayuntamiento ha asegurado que “se actuará en coordinación con otras delegaciones y servicios municipales”. No se ha facilitado fecha alguna para la retirada de todos los enseres quemados.
El humo también se coló por las chabolas que estaban más cerca de las que resultaron calcinadas, así que sus moradores han comprado pintura para eliminar el hedor del interior de estas infraviviendas. En una de ellas intenta descansar una mujer mayor que supera los 70 años. Este lunes tuvo que ser atendida en el Hospital Reina Sofía por síntomas compatibles con un golpe de calor. “No teníamos batería en el móvil ni para llamar a la ambulancia”, lamenta Lucica. Estas familias utilizan por la noche los generadores de luz, pero temen que puedan explotar por las temperaturas tan altas que alcanza. Debido a la falta de electricidad, y en casos de urgencia, Lucica va a un bar y consume una bebida. Mientras tanto, carga la batería de su móvil. La precariedad en estado puro.
La pobreza de quienes viven en asentamientos chabolistas no es solo una cuestión de carencia material, sino de una vulnerabilidad extrema. Viven al margen del sistema, sin agua corriente y sin luz. Y cuando sobreviene una tragedia como la del incendio de la semana pasada, lo pierden todo: el techo precario que les cobijaba, sus pocos ahorros guardados y la esperanza concreta de un futuro. Junto a ellas trabaja la Asociación Cordobesa para la Inserción Social de Gitanos Rumanos (Acisgru), que ha lanzado una campaña solidaria para ayudar a estas familias. Las necesidades son de toda índole, siendo lo básico “la reconstrucción de las chabolas con materiales más sólidos”, aunque quien lo desee también puede donar ropa y todo tipo de enseres. Esta asociación, la Plataforma Renta Básica Universal de Córdoba y la Hermandad Obrera de Acción Católica han mandado su solidaridad a estas familias y han pedido a las administraciones públicas medidas urgentes para garantizarles condiciones de habitabilidad adecuadas para todas ellas.
Mientras esperan alguna respuesta, las cenizas -huellas de lo que hasta no hace mucho era un techo- siguen ahí. Una semana después. Y la desidia y el abandono pesan más que el calor.
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