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Manuel Vilas: “La mascarilla es la renuncia a tu rostro, a tu identidad”

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Juan José Fernández Palomo

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Paseamos brevemente con Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) por la Plaza de Capuchinos y el Bailío. Se hospeda cerca, en un hotel que antes fue una pastelería mítica. Le decimos al Gran Vilas que está “en territorio Cántico”, que en una calle cercana vivía Pablo García Baena y paseaba por aquí con las manos cruzadas a la espalda hasta el final.

El vehemente y vitalista Vilas guarda silencio observando el Cristo de los Faroles y las proporciones de la plaza de paredes encaladas antes de descargar su discurso de vuelta a la terraza del hotel. Podríamos haber tenido más tiempo, pero el autor interviene con la escritora Care Santos en La República de las Letras, la librería de la Plaza de Chirinos que se atreve a organizar, perfectamente, encuentros como éste. Y por eso le debemos agradecimiento y respeto.

Vilas fue el finalista del Premio Planeta 2019 con su novela Alegría, que cierra un díptico sublime con Ordesa, la novela anterior con la que Vilas dio un golpe en la mesa de la más reciente literatura española. Sea por su apuesta radical por la autoficción en su narrativa última o por la oralidad que se le supone a un gran poeta, escuchar a Vilas es como leerlo. Y viceversa.

Espero que disfruten de esta conversación. Nosotros lo hicimos. Con alegría.

PREGUNTA. Lo primero es una cuestión de estilo: Manuel Vilas es un gran escritor al que admiramos mucho y su literatura la sentimos muy cercana, así que me debato entre llamarle de usted o tutearte.

RESPUESTA. De tú, de tú. Si me llaman de usted me asusto, porque enseguida viene una factura de puta madre (primeras risas).

P. Acabas de llegar de Roma ¿no?

R. Sí.

P. ¿Sabrás que Córdoba también fue Roma?

R. Sí, sí, hombre…

P. Pues te voy a contar una cosa. Detectamos un doble discurso sobre nuestra historia. Parece que hay una corriente más conservadora que reivindica el pasado romano de Córdoba frente a quien reivindica su esplendor califal árabe. Es sutil, pero existe.

R. Bueno, me parece que es una especie de ideologización del pasado y me parece… cómo explicarlo… me parece una superstición, tanto de los unos como los otros porque el tiempo es un misterio y la Historia es un misterio. Yo me siento hijo del Imperio Romano, culturalmente me siento hijo de la civilización romana. Creo que si tuviera que buscar un padre sería la lengua latina, la construcción del derecho romano, la idea de ciudadanía, en fin todas esas cosas. Pero eso no quita que las maravillas que hay en esta ciudad uno tenga que renunciar a ellas.

Es que vivimos en un mundo en el que el sentido común, que es disfrutar de todo lo hermoso, pues no existe. Entonces eso que me dices obedece otra vez a esa división histérica muy española. Una histeria española de dividirlo todo en dos. Es como si la dualidad nos pusiera cachondos, joder. Yo me puedo sentir heredero que la cultura romana y disfrutar de las maravillas y del urbanismo del pasado árabe, no tiene que ver una cosa con la otra. Es que estamos viviendo en España una polarización constante que llegará al café con leche: estarán los del café y los del café con leche.

Existe una histeria española de dividirlo todo en dos. Es como si la dualidad nos pusiera cachondos

P. Debería haber manuales de “Histeria de España”…

R. (ríe) ¡Exacto! Es que lo estamos viviendo todos los días. Yo le llamo una pérdida de la cordialidad. Y del humor. Son ganas de buscar siempre motivos de discusión. Es lo que me dices, como si tuviéramos que elegir entre la herencia romana o árabe en vez de elegir lo mejor de las dos, evidentemente, porque las dos tenían también cosas malas. Siempre hay que quedarse con lo bueno de las cosas.

P. Parece que “vuelves a la carretera” ahora, como los rockeros. Tuvo que suspenderse la gira de promoción de Alegría, finalista del Planeta, con lo que eso supone…

R. Pues sí, fíjate, pensaba yo en Bob Dylan, que estará como un león enjaulado. Y también pensé en Don Quijote, al que tampoco le hubiesen dejado salir, se hubiera tenido que quedar en casa o hubiera tenido que salir con mascarilla a hacer el bien. Un montón de héroes de la literatura y del rock no se pueden concebir bajo este horror. Están enjaulados. Esto es más grave de lo que parece.

P. ¿Lo has pasado mal?

R. Sí, lo he pasado mal porque yo soy muy vitalista y esto es un ataque directo a la vida. No sólo porque haya sido, y es, una enfermedad horrible que ha matado personas, sino porque ha humillado a la vida. Ir con mascarilla es una humillación de la vida. Los seres humanos no estamos hechos para ir con mascarilla. Evidentemente que hay que salir con mascarilla y que hay que cumplir con todo lo que nos dicen, pero hay que ser conscientes de que una mascarilla es una humillación. Por eso reclamo, reivindico saber todo lo que nos está pasando. Es decir, cumplir con lo que nos dicen pero no dar por bueno que uno tenga que ir con mascarilla por la vida. Exigir a los políticos que nos quiten la mascarilla. Cuando se pueda, claro.

P. Sí. Es raro ¿nos estamos acostumbrando?

R. Con la mascarilla se pierde el sentido de la persona. Muchas veces esta angustia que yo tengo veo que otras personas no la tienen. Yo tengo una angustia enorme porque para mí la pérdida del rostro mío y de los demás es tanto como perder la libertad. No es cualquier cosa. La mascarilla es la renuncia a tu rostro, a tu identidad. Con la mascarilla nadie tiene rostro, es como una masa informe. Es que no es sólo una pandemia. Dicen: en la historia de la humanidad ha habido muchas pandemias. Sí, pero esta es una pandemia del siglo XXI y por tanto es especial.

Un montón de héroes de la literatura y del rock no se pueden concebir bajo este horror

P. ¿Los ciudadanos hemos perdido confianza?

R. Creo que hay un problema psicológico que se gestará más tarde, porque lo psicológico siempre tarda más. Primero se atiende una emergencia en el cuerpo, pero ahora queda por salvar el alma en donde está también el problema. Esto no va a ser un problema económico, va a ser un problema de supervivencia. Ahora la palabra economía es un eufemismo. Hay que sustituir la palabra economía por la palabra supervivencia para que esto se entienda bien. Dicen “crisis económica”. Ya hemos padecido unas cuantas, no habíamos salido de la última y parece que eso no mata. Es que ahora vamos a tener un problema de supervivencia.

P. Habrá que intentar ver una luz al final, o inventarla, o encenderla ¿no?

R. De todas formas hay que trasladar siempre un mensaje de optimismo. Hay que ver lo que tenemos delante, pero una de las cosas que ayuda a la gente son los libros, por ejemplo. La recuperación de los espacios culturales en estos tiempos, todos con nuestras mascarillas y la ducha de hidrogel conveniente, es una cosa importante. Esto sí que es luchar contra el miedo, contra el terror, contra todos estos horrores que desesperan: recuperar los territorios de la cultura, el teatro, la música, las exposiciones, la literatura es importantísimo. Son actividades sociales que generan confianza y ahora se necesita tener confianza. La reactivación de la cultura es muy importante. El ciudadano recupera así un espacio sociocultural que es donde se genera paz, serenidad, donde se está a gusto.

P. Hablemos, pues, de libros. Con Alegría cierras lo iniciado en Ordesa. Un díptico, como el anverso y el reverso de un billete…

R. Sí; son dos libros que tienen como protagonista a la familia. Ordesa a los padres y Alegría a los hijos. Y con eso se cierra, ya no tengo más que decir. Me pareció que la familia, el concepto de familia y lo que supone la realidad de la familia, es importante en la historia de cualquier individuo. Me di cuenta de que todos somos hijos, es un universal, todos tenemos un padre y una madre, y algunos además después nos hemos convertido en padres y madres. Me pareció además que estás realidades biológicas podían ser la verdad. Uno busca la verdad; pues la verdad a lo mejor son las verdades biológicas más elementales y todo lo demás parecen convenciones.

Hay que sustituir la palabra economía por la palabra supervivencia

P. En Alegría los personajes tienen nombres sagrados, los hijos son Brahms y Vivaldi, la mujer amada es, directamente, Mozart… El malo es Shömberg ¿Por qué lo llamas así?

R. Yo le puse a la depresión el nombre del dodecafonista Shömberg precisamente como ruptura de la belleza y como ruptura de la armonía. Yo quería hablar de la depresión. Me parece que la depresión es una dolencia muy presente, muy extendida y muy importante. La OMS apunta que en 2050 será la primera enfermedad mundial. Ya está batiendo records, es una enfermedad profesional en muchos ámbitos y no es cualquier cosa. Tiene, por un lado, un diagnóstico psiquiátrico, pero a mí me interesaba humanizarla desde el ámbito de la literatura. Porque la depresión la padece alguien que ve el vacío del mundo, tiene clarividencia. Un deprimido ve el vacío del mundo y empatiza, se solidariza con el vacío del mundo y enferma. A mí todo eso me parecía ser digno de ser tratado por la literatura. Por tanto yo pienso que en muchos deprimidos hay una iluminación, hay un alto grado de inteligencia porque están viendo cosas que el no-deprimido no ve. Los que no se deprimen no ven el vacío del mundo. Pero es que el vacío del mundo existe.

P. ¿Qué es el vacío del mundo?

R. Pues que de repente las relaciones humanas no signifiquen nada, que el dolor sea general, que nada tenga sentido, que el esfuerzo por trabajar no tenga sentido, que el dinero no tenga sentido, que una casa no tenga sentido, que un partido de fútbol no tenga sentido, que un partido político no tenga sentido. Que, de repente, nada tenga sentido. Eso es verdad, de repente todo puede dejar de tener sentido. Lo que hace el protagonista de Alegría es enfrentarse a eso y con las armas biológicas de la alegría salir adelante.

P. Eso tiene casi una lectura épica…

R. Es una épica muy sencilla la que se hace en la novela. Pero básicamente es la épica que hace cualquier ser humano desde que se levanta hasta que se acuesta. Construir un sentido, afanarse por decir, coño, ya sé que podía tirarme por la ventana por muchas razones, pero no lo voy a hacer y voy a ir a mi trabajo, voy a tomarme un café, voy a charlar con el compañero, luego me comeré un pincho de tortilla y seguiré adelante, voy a ir a buscar a mis hijos a la salida del colegio y luego por la tarde iré al cine con mi mujer. Y ya está.

P. ¿Volaste desde Fiumicino?

R. Sí.

La verdad a lo mejor son las verdades biológicas más elementales y todo lo demás parecen convenciones

P. Aprovecharías para ponerte colonia del duty free en el aeropuerto, supongo.

R. ¡Ya no se puede. Es una gran putada! Es una amargura. Llegué allí con ilusión, pero es una putada gorda. A mí sí que me han jodido bien. No me puedo poner colonia. Voy directo a las tiendas y bah, han cerrado todas, no puedes hacer nada, no puedes echarte colonia, macho, todo cerrado…

P. Joder. Qué lástima. Tú estás considerado un paladín de la revolución desde que supimos que te pones colonia de los muestrarios de las franquicias ¿lo sabes, no?

R. Tú no te puedes ni imaginar la cantidad de colonia que me he echado en el duty free, macho, si es que yo me he bañado, me he duchado. Además es que yo creo que es lo que hay que hacer, ya lo digo en la novela. Es que es el único momento en que te puedes poner colonia Tom Ford, una colonia que vale 180 euros. O sea ¡180 euros! (risas)

P. Vaya tela…

R. Ahora, lo más acojonante ¡es que los vale! (más risas compartidas) ¡Es que es tan buena que los vale!

P. Tú utilizabas los muestrarios, yo conozco gente que, directamente, roba en el duty free y que jamás se le ocurriría robar en otro sitio…

R. Yo lo entiendo, yo he estado a punto, lo que pasa es que soy tan gilipollas que seguro que me pillan y me la montan y acabo saliendo en el telediario. Es que es casi como un recurso psicológico: ostras, ya está bien, que me voy a llevar algo de aquí, joder.

P. En pleno confinamiento duro, por Semana Santa, dijiste que Cervantes también estuvo cinco años confinado en Argel. Y que lo hizo sin café con leche, sin wifi y sin pestiños.

R. Exacto. Sí, eso yo lo utilizaba porque a veces se nos puede ir un poco la mano a la hora de decir qué mal lo hemos pasado, qué mal lo pasamos…

P. Yo leí resignación en esa frase tuya.

R. Hombre, lo que yo quería decir es que quería lanzar un mensaje de que ha habido gente que ha sufrido mucho en este mundo. Que cuando nos quejábamos del confinamiento, con razón, tuviéramos en cuenta también, que empatizáramos también con la gente que a lo largo de la historia les ha ido mal. Un poco quería lanzar esa idea: “no te olvides de que Cervantes se pegó cinco años sin comerlo ni beberlo en la cárcel donde seguro que no tenía ni café ni ropa limpia ni televisión ni nada”. Entonces, ojo, exige, pero acuérdate de la gente que ha sufrido en este mundo. Eso era lo quería decir.

El vacío del mundo es que de repente las relaciones humanas no signifiquen nada

P. ¿Cómo ves el amor en tiempos de pandemia?

R. Está jodido.

P. Yo me acordaba de los adúlteros… ¿En el confinamiento puro y duro qué excusa buscarían?

R. Yo creo que los adúlteros se han quedado muy tranquilos (ríe) Con lo que sufren los adúlteros, esto ha debido ser “hostia, como ha pasado esto ya no tengo que montarme ninguna película”. Hablando en serio, ha habido una pérdida en general grave. El erotismo, las fuerzas eróticas, la libido y todo lo que mueve el mundo han sido atacados también. Ahora cualquiera se atreve a iniciar una relación amorosa con esto. Fíjate que el virus del SIDA yo creo que paró menos que esto. Porque el virus del SIDA se daba en la intimidad, la precaución era en la intimidad, pasaba por el preservativo y tal; pero aquí la precaución es pública, es la mascarilla como forma de inserción social, entonces quitarte la mascarilla para darle un beso a alguien que no forma parte de tu familia parece una transgresión política. Mientras que lo otro, hacer el amor sin preservativo, que era arriesgarse a contraer el VIH, era una transgresión de tu libertad privada, era cosa tuya; pero ahora, ir sin mascarilla por la vida es, socialmente, como convertirse en un criminal. Por tanto, yo creo que este virus ha sido más dañino para el erotismo que el SIDA, en alguna medida. O puede serlo.

P. Ya se escribió El amor en los tiempos del cólera. Esto habrá que contarlo también ¿no?

R. Hombre, yo pienso que va a haber obras literarias, cinematográficas… Hay una cuestión muy sencilla que no sé si te pasa a ti, y es que cuando veo una serie de televisión actual o recién estrenada, veo que la gente va sin mascarilla. Te produce una sensación de bien, vale, pero… hostia, es como que es de ayer, y en las novelas también pasa parecido porque no salen mascarillas ni nada, los personajes no la llevan si no tienen esta historia encima, pues también te da la sensación de que es del mundo de ayer, algo pasa. Habrá que tomar alguna decisión al respecto porque el mundo vive con mascarilla y el mundo vive con hidrogeles y con los espacios cerrados y con todas las restricciones que conocemos y sobre esto, en algún momento, el arte, la literatura, la pintura, la música, el cine tendrá que decir algo.

P. ¿Cómo crees que lo dirá? ¿O cómo crees que debería contarlo?

R. Siempre pongo el ejemplo del Guernica, de Picasso. Si tú ahora quieres saber sobre la Guerra Civil Española tienes ocho millones de libros, información documental, histórica, información de todo tipo; pero, coño, tú cuando ves el “Guernica” recibes una información de la Guerra Civil Española en tres segundos y en tres segundos sabes qué coño fue eso. Entonces, esa información lateral, esa emoción inesperada que da el arte sobre los cataclismos históricos tendrá que manifestarse también con esto ¿no? Para que sepamos qué ha sido, y hasta que el arte, la literatura no de una visión de esto, sólo con la información epidemiológica, médica, no nos basta, cojeamos. De hecho todavía esto no tiene rostro porque no se lo ha dado el arte ni la literatura. Ahí estamos.

Trump parece que tiene una flor en el culo

P. Escribiste unas crónicas desde el medio oeste de los EEUU, recogidas en tu libro América, justo durante la campaña que llevó a Trump a la Casa Blanca ¿No merecería ahora una segunda parte?

R. Es que lo de Trump… es que parece que tiene una flor en el culo, el cabrón.

P. ¿No te gustaría ahora estar allí?

R. A ver, la vida americana sí que me gusta, pero, ostras, tal como está ahora Trump… Es que todo al final le va bien. Esto de vencer al Covid lo ha vendido como si no fuese nada, como si él fuese una especie de superhéroe, de Capitán América. “Ya estoy aquí otra vez, a dar por culo” (ríe)

Off the record

-Vámonos, que llegamos tarde a la librería…

-Sí. Pero ojo, que Putin es peor que Trump. El cabrón envenena a la gente… Con veneno caducado, además. Lentamente. Es un sádico.

-Veneno soviético.

-Eso, veneno caducado, el cabrón.

(Entramos en el ascensor del hotel. Se cierra la puerta. Fundido a negro)

Cuando ves el 'Guernica' recibes una información de la Guerra Civil Española en tres segundos

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