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Dorantes: “Cuando toco soy un niño chico”

Entrevista N&B a Dorantes

Juan Velasco

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Dorantes es un punto y aparte dentro de la música clásica y dentro del flamenco. Conviene tener en cuenta la magnitud del virtuosismo del pianista lebrijano cuando uno se sienta a escuchar su música o, en este caso, a preparar una entrevista con él. También es, paradójicamente, una persona alejada de divismos y, como él mismo reconocerá y quedará patente en esta entrevista, un tipo tímido que prefiere expresarse con los dedos que con las palabras.

Es una manera de hablar, claro. Porque David Dorantes (Lebrija, Sevilla, 1969) se expresa en un lenguaje propio. Los dedos son meras herramientas. El piano también. “Un piano es un mueble”, dirá el maestro, cuando el periodista le recuerde que tiene un órgano Hammond de los que tocaban los evangelistas en su salón y que no suena desde hace meses.

“Lo importante eres tú”, resume el artista, invitado por la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Córdoba a ofrecer una master class sobre su arte y sobre una trayectoria que es imposible de resumir en la entradilla de una entrevista.

PREGUNTA. Cuéntame, qué tal estos días charlando con estudiantes y profesores desde el atril.

RESPUESTA. Pues ha sido muy bonito. La verdad es que es algo muy significativo para mí poder venir a un conservatorio a hablar de mi instrumento, hablar también de la música que a mí me ocupa, exponerla y que la escuchen… En fin, mostrar un poco todo lo que he aprendido en ese cuarto de 2x2 a los chavales que están empezando es muy importante. 

P. Y en un espacio como éste, que uno no siempre piensa en los conservatorios como lugares de enseñanza de flamenco.A mí me encanta hablar de flamenco y de piano flamenco. De este instrumento que no es flamenco, sino más bien clásico. 

P. ¿Qué te ha sorprendido de estos dos días?

R. Pues la gente tenía muchas ganas de escucharme y estaban muy atentos a todo lo que yo he vivido y lo que he contado. He percibido muchas ganas.

Para enseñar hay que abrir los cajones y sacar todo lo que haya

P. ¿Hubo diálogo con los asistentes?

R. Sí. El primer día que fue una conferencia sobre el piano flamenco había muchos profesores, también de música clásica y de la universidad, hubo un turno de preguntas. Dudas también sobre mi obra, sobre cómo la he llevado a cabo, qué tenía en la cabeza en cada momento, sobre los clásicos españoles. Hemos compartido ideas. Ha sido muy bonito.

P. ¿Qué aprende uno cuando está enseñando?

R. Cuando uno enseña aprende muchísimo. Para enseñar hay que hacer un trabajo de autoanálisis. Averiguar qué es lo que yo sé, eso primero. Para enseñar hay que abrir los cajones y sacar todo lo que haya. Y es bueno porque te das cuenta de todas las cosas que sabes. Y, sobre todo, uno selecciona para ver qué se puede aportar a los demás para que avancen. Es bonito porque te recuerda todo eso que has ido guardando. Esas cosas que salen sin darte cuenta cuando estás componiendo o encima de un escenario, de manera automática, sin darte cuenta. Pero, cuando te recreas en ello y buscas, te das cuenta de que son ya muchos años y tengo cosas que decir.

P. ¿Y cómo te encuentras ahí arriba? Estás acostumbrado a hablar con estas cuerdas, pero me da la impresión de que te da cierta timidez hablar con las cuerdas vocales.

R. Hombre, tengo mucho respeto. Pero sí que, cuando entro dentro del papel, cuando me subo arriba y empiezo a hablar, tengo cierta fluidez. Pero es por las ganas, por la cantidad de cosas que tengo que decir. Pero sí, tienes razón en que soy muy tímido. En mi vida he sido tímido, casi enfermizo. Pero, en ese momento, como tengo tantas cosas que decir y me gusta, pues lo digo, claro.

P. Eres también de esas personas que considera que la música, además de expresarla, hay que comunicarla, enseñarla.

R. Sí, sí, por supuesto. Además de lo que yo puedo diseñar a través de los sonidos y de lo que puedo expresar a través del instrumento, hay otra cosa, que es la palabra, que ayuda mucho a la hora de compartir. Compartir experiencias, ideas, vivencias, claro. 

Siempre busco mis propios patrones para poder ser más fiel a lo que yo siento

P. Eres un maestro, no ya solo porque a los hechos me remito, sino porque también fuiste pionero al meter el piano en el flamenco, o viceversa, el flamenco en el piano. ¿Alguna vez te ha pesado ese rol de pionero?

R. Bueno, no me ha pesado. Yo lo he cogido siempre con mucha ilusión. Yo, cuando empecé, ya lo hice enamorado del sonido del piano. Y además tenía las ganas, las inquietudes, de ser músico, de avanzar, de mejorar. Aún sigo en ello. También te digo que no soy una persona que me recree mucho en las tensiones. Soy bastante relajado, hago las cosas con mucho amor, con muchas ganas, y por ello casi no me pesa nada. Evidentemente, sé que sí, que cuando yo empecé había muy poco. Pero me quedo ahí, no sigo mucho más. 

P. La etiqueta de “flamenco” la lleva con orgullo. A usted no le importa que le cataloguen de flamenco, aunque sus composiciones trasciendan, y mucho, el arte jondo.

R. Bueno, yo parto siempre del flamenco. Es mi lenguaje. Es donde yo he nacido. El flamenco es mi lenguaje natural y lo tengo muy asimilado. Es una parte que yo he vivido en mi familia, que forma parte de mí, que está en mi ADN y en todo lo que he aprendido desde pequeño. Pero también está la otra parte, que va muy unido, que es que como músico soy muy inquieto. Y he estudiado todo tipo de cosas, tanto en conservatorios como por libre. Y sigo haciéndolo. Esa parte curiosa, esa necesidad de evolucionar, me lleva a no seguir los patrones flamencos típicos. Yo siempre busco mis propios patrones, para poder ser más fiel a lo que yo siento. Y para que lo que yo digo sea más fiel a lo que quiero decir. En esa tarea, echo mano de lo que sea, incluso de aquello que, a priori no soy capaz ni de dominar. 

P. ¿Qué le ha aportado el flamenco a tu vida? No solo a tu forma de tocar, sino a tu forma de estar en el mundo.

R. Pues el flamenco me ha aportado todo lo que soy. El flamenco es una forma de frasear, pero también de estar en silencio. Todo eso me viene de lo mismo. El flamenco me ha educado como persona, como ser humano. Yo recuerdo que en las reuniones con la familia había unas coordenadas que también tú sabías; que, a través de la música, de ese gran banquete musical que compartíamos todos, había una serie de normas que te educaban también. Normas que después he llevado a mi terreno. Así que sí, el flamenco me ha tallado.

P. Normas que, además, no están tan perimetradas como las de los conservatorios y la música clásica ¿no?

R. Hombre, claro. Pero eso está en cada uno. Tener una mente más abierta, ser capaz de salir de lo que te rodea y no quedarte en el sitio más cómodo, es una cuestión muy individual. A mí me gusta salir de mi zona de confort y arriesgarme. Y sí es verdad que en estas historias que yo te cuento de mi familia, pues me han enseñado detalles como a escuchar y a respetar. Por ejemplo, aprendías que cuando alguien estaba cantando, por muy pequeño que fueras, no te podías cruzar por medio. Eso lo hacías una vez, no dos. Y ese tipo de enseñanza es la que yo he aplicado en mi vida diaria y a través de la música.

El flamenco es una forma de frasear, pero también de estar en silencio

P. ¿Tenemos que asimilar todavía que el flamenco es un arte popular y complejísiimo al mismo tiempo?

R. Es muy complejo, sí. Pero el flamenco hace tiempo que dejó de ser algo folclórico y pasó a ser una música compleja a nivel teórico y técnico. Fíjate donde estamos. Pero es que, en grandes festivales de jazz -y yo estoy harto de pisar grandes festivales de jazz o de música clásica- tiene desde hace tiempo las puertas abiertas. Yo creo que el flamenco ya ha pasado a otro terreno. Sin desmerecer en cualquier caso la expresión popular. Que yo soy el primer enamorado de todo tipo de manifestación popular.

P. Tú has sido parte de ese trasvase. Quiero decir, tú has vivido esa entrada a los conservatorios y esa entrada en las programaciones de festivales de jazz.

R. Sí, hace ya tiempo que el flamenco se tiene mucho más en cuenta y se le ha abierto mucho más espacio en los festivales de grandes músicas. Yo he entrado en varios festivales para pianistas clásicos y me programan y tengo mi noche. En Japón, también, he ido varias veces y he dado muchos conciertos. Así que sí, que están las puertas abiertas.

P. ¿Te costó conciliar esos dos mundos? Debe ser difícil hermanar una música con cierto aire de elitismo, como es la clásica, con un arte tan de calle como el flamenco

R. En mí está muy natural. Yo sé de donde vengo, qué es lo que me ha aportado y lo veo como algo natural. Siempre he sido consciente de donde vengo, de lo que he heredado, y también de que tenía que prepararme académicamente para cumplir con esa parte que exige la sociedad y que exige la música, que es la de estar bien preparado técnicamente, desde el punto de vista analítico, de la música… no quedarme solo con lo aprendido. Toda esa conciencia me ha ayudado a llevar bien esta mezcla de mundos. Sé de donde vengo y sé a donde voy siempre más o menos. 

P. Fíjate, hace un año me dijiste: “Soy purista porque sé de donde vengo”. 

R. ¿Ah sí? Bueno, pues más o menos.

El amor que yo sentía ante el piano hubiera acabado surgiendo en cualquier momento

P. ¿Qué te lleva a aparcar la guitarra y sentarte al piano? 

R. Pues el bicho este (Se ríe señalando el piano)

P. Tengo entendido que tocabas bien, además.

R. Sí, verás, yo tocaba la guitarra porque era el instrumento que había más a mano. Y le eché muchas horas. Me preparé para un concurso, dominaba las diferentes técnicas y componía… Pero se me cruzó el piano. Yo ya tenía contacto con él de cuando era pequeño, en casa de mi abuela, pero se acabó cruzando.

P. ¿Ah sí?

R. Sí. Fíjate, mi padre fue a comprar una tabla para la cama, que a mi madre le dolía la espalda, y el carpintero echó arriba una manta y salió una pianola Aeolian -que ahora la tengo igual en casa-, y que es de estas con pedales, que se le bajan las teclas solo... Y ahí ya pues, no veas, entre la casa de mi abuela y la entrada de ese piano en mi casa, pues ya me volví loco. Pero yo es que recuerdo que ponía discos de pianistas y hacía como el que tocaba así (imita el gesto de un pianista) encima de la mesa. Eso cuando no tenía piano, con ocho años o nueve. Así que luego cuando ya entró ese, aparqué la guitarra.

P. ¿Qué notas en ese cambio? ¿Sientes que la guitarra te había conducido al piano?

R. No creo. No creo que la guitarra me llegara al piano. Verás, como instrumentista me sirvió. La guitarra me enseñó la forma en que hay que trabajar un instrumento. Todo eso sí. Pero el amor que yo sentía ante el piano hubiera acabado surgiendo en cualquier momento. Ahora yo creo que si no hubiera sido instrumentista sería un enamorado del piano, y andaría por el mundo escuchando a grandes pianistas. Lo tengo claro.  

P. Cuando empiezas a componer tampoco hay apenas referentes. ¿Le costó traducir sus ideas a la partitura? ¿Se tuvo que inspirar en los guitarristas? ¿Por quién?

R. Me inspira mi búsqueda. Yo muy rápidamente comienzo a crear mi propio mundo. Ten en cuenta que soy un autodidacta absoluto en este instrumento en el flamenco. Fui y me busqué la vida. Y mi preparación técnica fue la que me hizo avanzar hasta encontrar soluciones a los problemas técnicos que me surgían a la hora de tocar flamenco.

P. ¿Fue una búsqueda más interior?

R. Sí, ten en cuenta que, aunque yo tenía muy asumido musicalmente el lenguaje flamenco, en el piano no. Así que mi trabajo era cómo llevar eso al instrumento. Y el baremo era: eso que siento, debe sonar igual de bien en el instrumento. Ahí empezó la búsqueda. 

El Pele es un bicharraco. Se adapta a todo

P. ¿Y qué descubres que le aporta el piano al flamenco?

R. Rápidamente me di cuenta que una de las cosas más importantes que había que hacer con el piano era no imitar a la guitarra. Porque yo pensaba que si imitaba la guitarra en el piano, todo el mundo entendería que toco flamenco. Eso es fácil. Lo difícil es tocar flamenco usando la propia técnica del piano, la técnica clásica. Es que, fíjate, si yo toco el piano como si fuera una guitarra, mira toda la riqueza que estoy desperdiciando (dice acotando las teclas del piano que se asimilan a una guitarra). Todo esto también lo desperdicia alguien si usa siempre la misma técnica, el arpegio. Yo eso rápidamente me di cuenta de que no podía ir por ahí, que no me merecía la pena y que yo quería hacer algo más. Y, como siempre acabo en lo complicado, me he empeñado en que la gente diga que mi piano es flamenco sin imitar la guitarra. 

Otra de las cuestiones que me di cuenta rápido es de lo que podía aportar este instrumento al mundo del flamenco: tesitura, polifonía, visión del propio instrumentista… Porque, los que nos sentamos a tocar este instrumento, sea de jazz o clásico, la amplitud es enorme. De aquí sale una visión orquestal tremenda. Los armónicos son increíbles; tienes que resolver cosas como la propia inarmonía del instrumento. Porque este piano, para que suene bien, tienes que desafinarlo. 

P. Desde luego, te he visto meterte casi dentro. Te falta fabricarlos.

R: (Se ríe) Ya los afino desde hace tiempo. Pero fíjate, volviendo a lo que decías antes, quizá mi paso por la guitarra, al no ser un instrumento inarmónico en el que la afinación es más exacta, llegué a este instrumento y me sentí muy agusto con las cuartas. Por eso me gustan mucho los músicos impresionistas, como Debussy o Ravel, porque usan mucho las cuartas. 

P. Yo lo que veo es que aporta una elegancia distinta. Por ejemplo, acompañando a los cantaores.

R. Bueno, yo no sé si elegancia. Yo creo que lo que aporta es otra suavidad u otro mundo. Pero es que yo creo que la guitarra es muy elegante también. Y la guitarra cuando se toca bien es muy elegante y muy expresiva. El piano tiene otro mundo porque los armónicos salen y envuelven todo. Sé que hay muchos cantaores a los que le gusta mucho el piano, porque es casi como una orquesta.

P. Usted ha acompañado a algunos de los más grandes, empezando por mi paisano El Pele.

R. Hombre, al Pele lo quiero yo muchísimo. ¡Cómo canta! Yo cada vez que lo acompaño disfruto muchísimo. 

P. ¿Y cómo se adapta un cantaor como El Pele al piano?

R. El Pele es un bicharraco. Se adapta a todo, es un musicazo tremendo. 

Lo importante es el instrumentista. El piano es un mueble

P. No me acuerdo donde leí: “no es lo mismo tocar flamenco con piano, que tocar piano flamenco”.

R. Yo no sé bien qué quiere transmitir exactamente esa frase. Para mí el piano no tiene mucha importancia. Lo importante es el instrumentista. Esto es un mueble y hay mucha gente que lo usa para poner fotitos. Esto son madera y tornillos. Está muy bien y es muy bonito, una obra de relojería importante, pero realmente lo importante es el que se sienta a tocarlo. El instrumentista es el que tiene que ser flamenco, de jazz o clásico. Y el piano se adapta al que esté sentado aquí. Esto no tiene importancia. Lo importante es el músico. 

P. ¿Y cómo te has llevado con el mueble en este año? ¿Has hecho terapia con el piano o te ha dado coraje verlo?

R. Bueno, he tenido momentos en los que, más que coraje, con todo lo que estaba pasando no me podía sentar a tocar. Sobre todo al principio. Me preocupaba todo lo que veía, estaba pendiente del telediario y de internet. Sentía que dedicarme a mí era como un acto de egoísmo. Pensaba: está muriéndose la gente y yo aquí, disfrutando. Ya ves, es mi trabajo, ¿no? Fue un momento en el que, como veía que estaba pasando algo muy fuerte fuera, pues estaba más pendiente de ello que de mí mismo. Así que me puse a mí mismo en segundo plano.

P. Además, te pilla justo a punto de publicar un disco, tu último disco, La Roda del viento, que ha tenido un importante recibimiento crítico pero que no has podido darle el brillo en el directo.

R. Bueno, demasiado que lo he hecho unas cuantas de veces. Yo pensaba que no iba a poder. Pero bueno, yo en ese momento sentí que sí, que tenía que sacarlo. Era una obra que estaba hecha y no tenía sentido retenerme egoístamente esperando el momento más adelante para sacarlo. No, se sacó. La cultura tiene que seguir y todo lo que sea creativo tiene que salir para que la gente lo disfrute. 

P. Tú además insistes en grabar discos. En registrar tus composiciones. Y eso que el flamenco es uno de los géneros musicales en los que los discos tienen menos peso a la hora de hacer carrera.

R. Son etapas. Son pasos que uno va dando. Yo es que tengo un estudio en casa y esto me da la oportunidad de grabarlo. Pero, en general, compongo mucho más de lo que grabo. A mí me gusta grabar para ir cerrando puertas. Conforme vas a avanzando y ganando terreno, voy soltando lastres. Y, en ese sentido, me gusta que, una vez que compongo, lo registro tanto en formato sonoro como en partitura, y sigo a otra cosa. 

P. Pues venga, vamos a hablar de esas puertas que has ido cerrando. ¿Qué supuso para usted Orobroy?

R. Hombre, Orobroy supuso un momento muy bonito de mi vida también. Sacar un tema que compuse muy pequeño y que te das cuenta de que a la gente lo hace vibrar. Ese tema es un privilegio que tengo, y es muy bonito.  

P. ¿Qué supuso Sur?

R. Sur fue el paso a la parte más sinfónica. Lo grabé en París. Estuve mucho tiempo grabando en el Barrio Latino con una orquesta. Empecé a escribir para orquesta. En Sur yo sentí un enorme avance en la forma en que escribía.

Que los flamencos pasen fatigas no me gusta. Eso hay que remediarlo

P. ¿Sin Muros?

R. Sin Muros tenía ya otra mentalidad. Había pasado un tiempo desde el anterior y había empezado a recorrer el mundo tocando, además tocando con otros músicos de otras disciplinas y hay en ese disco otra madurez.

P. ¿Qué supuso Paseo a dos?

R. Eso fue muy bonito. Tengo un recuerdo muy bonito. Renaud García-Fons es un bicharraco y el hecho de subirte a un escenario los dos solos, sin percusiones ni nada y que todo suene limpio es una sensación muy especial. 

P. Vamos con el último, ¿Es La Roda del Viento un punto y aparte en tu carrera?

R. Bueno, ahí escribo absolutamente cada cosa. Todo, absolutamente todo. Hasta cada golpe de percusión. Y el detalle, y los coros, y todo. Y a eso súmale estar al servicio de la historia de este país. Poder ponerle banda sonora al inicio de la globalización. Fíjate, nada y menos. 

P. Yo tengo la impresión, no sé si cierta o no, que, aunque en España te quieren y te sobran los halagos, donde flipan de verdad con lo que haces es fuera.

R. Yo tengo ya mi público hecho fuera, sí. Tengo un público que está pendiente de lo que hago y cuando me programan lleno teatros. Sí, hay gente que me sigue y sabe lo que viene a ver. El disco de La Roda se ha escuchado en Alemania y en Holanda también. En Francia también tengo mi público, y hay muchos sitios donde me llaman. Al Festival de Jazz de Montreaux he ido varias veces. 

P. Me decía el otro día Antonio Canales que los premios están muy bien, pero que no te dan na más que para comerte unas papas aliñás.

R. (Se ríe) Hombre, los premios están muy bien y está bonito que te los den. Porque es un reconocimiento a lo que tú estás haciendo y se agradecen. Pero el premio de cualquier artista es subirse a los escenarios y sentir al público. 

P. ¿Y tú en ese ámbito no te quejas?

R. No. Yo siempre digo que los artistas nos tiramos mucho tiempo esperando. Yo lo que hago es esperar hasta que llega la hora de tocar. Desde que salgo de mi casa con la maleta, mientras cojo el tren o el avión, en el hotel, en la prueba de sonido… todo es esperar, esperar y esperar hasta que llega esa hora y media del concierto, en el que lo sueltas todo. Pero yo lo necesito.

Nunca he sentido que me minusvaloraran por ser gitano. Ni dentro ni fuera del flamenco

P. ¿Todavía te duele la tripa antes de tocar?

R. Un poquito, claro. Pero no soy una persona que se pone muy nerviosa. Ni tampoco creo que eso signifique nada ni tenga que ver con que seas un gran artista. Yo pienso que cada uno es cada uno. Yo no me pongo muy nervioso. Nunca me ha pasado. Es más, yo cuando estoy detrás de las cortinillas y veo el piano, y las teclas tan blancas… Estoy deseando salir y soltar. Y muchas veces me pongo a improvisar. Cuando toco soy un niño chico. 

P. Volviendo un poco a la primera pregunta: el piano ya te calma.

R. Sí. Me calma y me encanta.

P. Es curioso, porque al mismo tiempo que vemos como hay en la actualidad una tendencia a aflamencar la música pop, hay multitud de flamencos pasándolo realmente mal. 

R. Pero eso siempre ha pasado, ¿eh?

P. ¿Lo del pop o lo de que los flamencos las pasen canutas?

R. Eso último siempre (Se ríe) Y lo otro, bueno, lo ha habido, pero puede ser que últimamente se note algo más. Puede ser. 

P. Se nota como una naturalidad mucho mayor a la hora de dotar de flamencura el pop o el rock, ¿no crees?

R. Pero eso es una maravilla. El hecho de usar la riqueza de la música de tu país para enriquecer tu música es un factor tremendo. Si no ocurriera estaríamos diciendo: hay que ver que solo miran lo de fuera en vez de fijarse en nuestra música. Así que, si ocurre, me parece genial. Y, por otra parte, lo de que los flamencos pasen fatigas no me gusta. Eso hay que remediarlo. No hace falta pasar fatigas para vivir de la música y ser músico.

P. Hace un año te implicaste en Unión Flamenca, ¿cómo va la cosa? 

R. Bueno, se están haciendo cosas muy interesantes. Pero son pasos que se dan muy poquito a poco. Porque, de no haber nunca nada a que haya ya una iniciativa de este tipo… No va a ser todo alegría. Esto requiere de mucho tiempo y de andar el camino. Es fundamental y muy importante. Que a los músicos se nos considere trabajadores, que se nos reconozcan nuestros derechos, conseguir nuestro estatuto de artista es muy importante. Eso no se logra de hoy a mañana. Eso requiere un tiempo para que todo el mundo se conciencie y entienda que esto es necesario. Pero el hecho mismo de comenzar es un éxito. Lograr ponernos de acuerdo y decir todos: esto es así, ya es tremendo.

Uno intenta buscar siempre la perfección

P. ¿Tú crees que el flamenco recibe el trato que merece por parte de las instituciones? 

R. Yo como artista flamenco nunca veré al flamenco suficientemente valorado. Pero porque yo lo que quiero es lo mejor para mis artistas y para mi música. Siempre lo veré falto.

P. Hay otra cuestión que me gustaría tratar contigo. A menudo se habla de la Andalucía de las tres culturas y se deja siempre fuera a la cultura gitana, como si no nos hubiera aportado el pueblo gitano al mayor embajador musical de España, que es el flamenco?

R. Hombre, me pasa igual que con el flamenco: yo soy gitano y nunca lo voy a ver bien. Para mí, mi cultura es una gran desconocida. No todo el mundo conoce realmente mi cultura. Mucha gente peca de juzgarla muy pronto y muy ligeramente. Por ejemplo, en la parte de Lebrija, Jerez o Utrera, todos mis primos son abogados, arquitectos… Todos tenemos carrera. Mis hermanos tienen carrera, mi padre es profesor y lleva tres o cuatro libros escritos. Es un gran poeta. Y luego somos los más flamencos del mundo y los más gitanos también. Así que yo creo que sigue habiendo una falta de conocimiento de mi pueblo, el pueblo gitano, que efectivamente forma parte muy importante de la historia de esta tierra.

P. ¿Nos debemos entonces eso? ¿Reivindicar una cuarta cultura?

R. Claro que sí. Es que es una parte muy importante dentro del flamenco. Es que está clarísimo.  

P. ¿Tú alguna vez has sentido que te minusvaloraban por ser gitano? 

R. No. Nunca. En mi piel nunca he sentido que me minusvaloraran por ser gitano. Ni dentro ni fuera del flamenco. A lo mejor también es por mi piel, que es más blanquita (sonríe).

P. El ejemplo más claro de esto es Orobroy, una canción sobre el pueblo gitano que acaba convertida en una especie de sintonía extraoficial de Andalucía. 

R. Bueno, yo compongo Orobroy no tanto como un himno para mi pueblo, que luego es verdad que lo han tomado y eso me parece precioso, sino como una canción que exprese lo que yo he sentido desde pequeño en mi familia como flamenco que soy. Luego la realidad, la letra tan bonita que hace mi padre, que menciona la historia del pueblo gitano, todos los siglos de horror, tiene un componente muy filosófico, que sirve también como enseñanza para las personas. Eso de que, aunque a ti te den palos, tienes que seguir adelante como sea. Ese es el mensaje y todo eso, sin querer, cala en la gente. La gente ha hecho suya esa canción. Pero yo nunca lo hice pensando en nada.

P. ¿Nunca fuiste consciente del clásico que tenías entre manos?

R. Yo no. Tampoco, claro que no. 

P. ¿Se juzga usted muy severamente?

R. ¿Severo? Conmigo mismo sí. Eso no hay quien me lo quite. Uno intenta buscar siempre la perfección. Yo no soy de los que me conformo con todo lo que hago y me tiro flores. Yo sé que continuamente puedo ir haciéndolo mejor y me hablo a mí mismo para quitarme fallos y mejorar. Lo que no hago es maltratarme. Eso nunca, porque no tiene sentido. Pero sí que me tomo mi tiempo de analizar y de corregir. Eso sí. 

En mi vida he sido tímido, casi enfermizo

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