Ángel Molina: “El mundo de la noche ha estado perseguido desde hace muchos años”
Si hace un año nos hubieran dicho que bailar iba a estar mal visto en 2021, nunca lo habríamos creído. Igual que nos cuesta creer la historia de la epidemia de baile de Estrasburgo de 1518, un episodio verídico y documentado: el de una joven que comenzó a bailar hasta el agotamiento y a la que se le fueron uniendo decenas de personas. Todo aquello aconteció durante varias semanas, en las que fallecieron numerosos bailarines por infarto, derrame cerebral o agotamiento, ya que, como vacuna, a las autoridades se les ocurrió habilitar una plaza en el centro de la ciudad y contratar a músicos profesionales que tocaron y tocaron hasta provocar una sobredosis colectiva de baile.
Lo cierto es que el hombre lleva bailando desde que es hombre. Antes, incluso. Con el primer latido en el vientre de la madre ya estamos bailando. Es el primer bombo que escucha el ser humano en una sala oscura. Quizá por eso bailar (aunque sea con un leve acompasamiento) en la oscuridad de una sala resulta tan reparador y tan natural. Quizá por eso, hacer bailar es hoy a la vez un arte, una ciencia y un trabajo a tiempo completo.
Ángel Molina cumple en 2021 tres décadas haciendo bailar profesionalmente. En 1991, alguien quiso pagarle por pinchar discos. Y hasta hoy. No hay en España muchos djs que aglutinen tantos años de carrera y tanto prestigio. Y mucho menos que hayan cimentado su reputación sin necesidad de hacer carrera como productor. Porque Ángel Molina no ha necesitado producir su propia música para pinchar por todo el mundo, en salas, clubs y festivales de toda índole. Incluido aquel festival que hace ya veinte años lo contrató por primera vez para actuar en Córdoba.
Fue en La Rambla, la misma localidad en la que Molina pinchó el pasado 26 de diciembre un set de música techno sin bombo. Una decisión consciente, casi política. Si no podemos bailar, pensó el dj, retiraré la percusión, acaso el primer elemento con el que el ser humano comenzó a crear música. El resto, es historia. Y de historia de la música electrónica en España, pocas voces más autorizadas que la de Ángel Molina.
PREGUNTA. ¿Qué es este proyecto nuevo que te trae por Córdoba?
RESPUESTA. Bueno, es que no sé si utilizar la palabra proyecto, porque tampoco es algo demasiado distante a lo que yo vengo haciendo en los últimos años. De hecho, la primera vez que hice algo similar fue hace seis años en el Primavera Sound. Allí hice un set experimental, que es un poco lo que Juan López me ha pedido para este sábado. Pero no deja de ser algo que yo he venido haciendo desde hace muchos años, sobre todo cuando hago sesiones largas, de muchas horas, y para las aperturas. Intento, digamos, no pasar por alto toda esta gran parte que ha habido de experimental, ambiental e industrial en el mundo del techno. Es decir, no me he escapado del mundo del techno, pero intento incluir en las primeras horas de las sesiones largas este camino, que es algo que no es nada nuevo en mí.
P. Efectivamente, cualquiera que te conozca te ha visto hacer cosas parecidas, aunque como parte de un discurso más largo.
R. Lo que pasa es que para vender algo tienes que darle un nombre. Nosotros somos así. Parece que si no etiquetas las cosas, no tienen validez. Entonces, con el agente con el que llevo un tiempo trabajando, se nos ocurrió darle un nombre a esto que ya vengo haciendo pero que no se ha podido vender demasiado porque, cuando hay pistas de baile abiertas, la gente te llama para que pongas baile. Y ahora, como no hay pistas de baile abiertas, es una oportunidad de demostrar que puedes hacer algo en el mundo de la electrónica que no sea un 4x4 y ya está.
P. Retirar el bombo, pero mantener la esencia, ¿no?
R. Sí. Y es que, en el mundo del techno ha habido y sigue habiendo un gran volumen de temas, sellos y productores que editan cosas así. Pero insisto mucho en que hablo del entorno del techno. No nos escapemos a productores de música ambient o sellos en el paraguas de la música industrial o experimental, no. Estamos hablando de techno. Y hay muchísimo material que se escapa del 4x4 y que es música que puede tener frecuencia, puede tener secuencia, pero es música sin bombo. Y en los últimos años, coincidiendo un poco con la tendencia actual, pues todo muy oscuro. Así que los adjetivos son esos: música sin ritmo y música oscura. Esos son los conceptos detrás de esta idea de poder poner algo diferente a lo que las instituciones a los djs nos prohíben, que es el baile.
Lo mismo que pasa en el baño de una discoteca es lo que pasa en el baño de un bar
P. De hecho, retirar el bombo es ya un elemento discursivo. Y puede tener incluso una significión política en estos momentos en los que, como acabas de comentar, el baile está perseguido. O mal visto, por decirlo de alguna manera.
R. Bueno, mal visto ha estado siempre. Yo tengo mi teoría de que detrás de todo esto y todas las decisiones que se toman hay un impulso consciente. Entonces, quiénes están tomando las decisiones, saben dónde atacar. No se ataca gratuitamente al sector del ocio nocturno. Porque lo primero es que no hay diferencia entre el ocio nocturno y el diurno. Pero parece que para algunos sí. Y parece que para la sociedad también hay diferencia. Pero tú y yo lo sabemos: lo que pasa en el mundo de la noche es lo mismo que pasa en una tarde en un bar. Lo mismo que pasa en el baño de una discoteca es lo que pasa en el baño de un bar. Pero parece que lo que viene de la noche todo es malo. Y, por otro lado, dándole vueltas todos estos meses a cómo se nos trata, parece que se sabe a dónde atacar. Parece que se sabe atacar a la gente joven porque, por un lado, son bastante maleables. Es decir, la gente joven parece que va de rebelde, pero todos sabemos que es pura fachada. Todos sabemos que, cuando tú atacas a la gente joven, pasa por el aro y se queda ahí.
P. A la de ahora, desde luego sí.
R. Yo creo que si esto hubiera pasado hace 30 años, hubiéramos salido… Digo 30 años, al menos yo, porque tenía la edad de salir a discotecas como sale la gente joven hoy en día. No sé si discotecas, clubs o botellones. Bueno, con esa edad. Yo creo que habríamos salido todos a la calle a pegar gritos a decir: queremos nuestro ocio, queremos nuestro momento los fines de semana, de desconexión. Y ¿qué tenemos ahora? La gente joven está como muerta. Parece que están abducidos y parece que mientras tengan su móvil con el que poder comunicarse con el resto de gente para hacer sus videollamadas y sus instagrams, el resto del mundo parece que les da igual. Así que yo creo que se sabe a dónde apuntar. Podemos hablar mucho de esto, aunque no sé si este es el objetivo de la entrevista.
P. El objetivo es charlar contigo, sin más. Y tiene sentido porque lo que tú haces ha estado siempre enfocado a la gente joven. Nosotros hemos envejecido y la gente que te ha seguido también, pero una gran parte a la que tú sigues enfocando tu discurso es gente joven. Gente que está descubriendo nuevos sonidos.
R. Claro, porque además la gente joven es la gente que sale. La gente que tiene menos compromisos. La gente que los fines de semana se puede permitir salir. Por constitución, por energía, porque el cuerpo, con 40 o 50 años no da para más. Pero cuando eres muy joven te puedes permitir salir todo el fin de semana y el lunes estar en clase o estar trabajando. Entonces sí, a la gente joven es a la que se orienta toda nuestra música o nuestro trabajo. Y que castiguen de esta manera a este sector, pues creo que no es gratuito y tiene una razón de ser. Además, si piensas en las posibles consecuencias de atacar a un sector muy masivo como puedan ser los funcionarios, o como se ha visto en los últimos dos meses, el sector de los bares o la hostelería, que engloba a cientos de miles en España, tú sabes que atacar a este sector significa ponerte mucha gente en contra. Y las consecuencias que vas a tener en las siguientes elecciones van a ser nefastas. Porque esta gente te va a dar un voto de castigo. Pero, ¿qué pasa cuando castigas a la gente joven? Nada, porque es la que menos vota. Así de claro. Unos porque no tienen edad. Por encima de 18, son la mayoría, y de esa mayoría a los que les gusta la electrónica son los que menos votan. Entonces, si unes todos los motivos, está muy bien tramado qué sector cerrar sin que pase nada.
Nos va a tocar volver a explicar desde cero qué hacemos y en qué consiste nuestro trabajo
P. Hay que reconocer que las salas de conciertos o de música son perfectas para pagar el pato.
R. Sí, y además no hay pruebas. Si desde marzo llevamos sin poder trabajar y con los clubs cerrados, ¿dónde están los contagios? ¿Dónde están las pruebas?
P. Y luego está esa parte de aislar al propio individuo. Le prohíbes bailar o poner música en alto, pero luego te encuentras con chavales andando por la calle cargando un altavoz con reguetón a toda hostia.
R. Sí. Y más allá de esto. No sé Córdoba cómo estará, pero en Barcelona en los últimos años se han visto cierres de clubs por algo muy contradictorio: no por el ruido que se genera dentro del club, sino por el ruido que se genera fuera. Cuando la calle no es el club. Y la gente, un poco la excusa que da, es que si el club no estuviera abierto, no habría ruido. Porque la gente cuando saliera a la calle a las tantas de la mañana, o antes o después, yo podría dormir tranquilo. Bueno, es un argumento muy torpe, porque como empecemos así al final llegamos a: bueno, si no existiera la ciudad no se generarían ruidos. Y más allá, si no existiera el ser humano, pues todavía menos. A veces, hay que ponerse un poco en la piel de los demás. Pero, en general, creo que el mundo de la noche ha estado perseguido desde hace muchos años. Aquí en Barcelona en concreto desde el año 92. El año 92 se vio muy claro. Hubo un break y hubo un antes y un después. Fue debido a los Juegos Olímpicos.
P. Ocurrió en toda España ese año.
R. Aquello dio pie a que se intentara limpiar todo aquello que desde fuera parecía sucio. Y qué mejor que empezar por el mundo de la noche. Y a mí me da la sensación de que 30 años después está pasando lo mismo.
P. La historia de la música de baile siempre ha sido la historia de la persecución constante de las autoridades.
R. Sí. Y además es algo que está siempre mal visto. Yo no entiendo el porqué. Porque todos hemos sido jóvenes y hemos necesitado nuestro momento de distracción y de desconexión. Es decir, que una persona de 50 años señale ahora o simplemente le tenga antipatía a la gente joven sería para decirle: “tienes un problema, porque tú también fuiste joven. Y hace 30 años, no existían festivales como existen ahora, pero existían las discotecas a las que probablemente tú fueras. Y si no has ido tú, ha ido tu hijo”. Y, al señor de 50 o la señora de 60 años que sale ahora por la televisión diciendo “el ocio nocturno es el responsable porque no se respetan las medidas de seguridad”, yo le diría: cuidado con tus palabras porque a lo mejor tu hijo o tu hija no te agradece esta mala imagen que estás dando, porque está contribuyendo a generar la opinión de que está mal divertirse y estamos creando una sociedad que tendrá secuelas dentro de algunos años por haber vivido represión. Porque esto es represión.
Hay mucha gente que cree que este trabajo es una cosa de poner unos discos y divertirse
P. Y sin alternativa. Porque lo peor es que no se ofrece alternativa. Tampoco se está pidiendo por las bravas.
R. No claro. Eso es el problema. Es que esto no es democracia. No fue una cuestión que se vota. Es una decisión que se tomó el 14 de marzo y el día 15 de marzo ya estaba todo cerrado y todas las programaciones y todo cancelado. Y esto yo creo que tiene más que ver con dictadura y con fascismo que con una democracia. Y aparentemente estamos viviendo en una democracia. Entonces, que me digan a mí o a toda la gente que vivimos de esto, eso que se dice ahora de que “porque estén unos cuantos meses sin trabajar no les va a pasar nada”… Eso que se lo digan a la persona que trabaja haciendo limpieza en el club. Eso que se lo digan a la persona que trabaja en la agencia de viajes que bookea los vuelos y los hoteles, semana tras semana, de todos los artistas que van a un club. Eso que se lo digan a las empresas que viven de estos cuatro meses de verano, de mayo a septiembre, me refiero a las empresas que distribuyen los policleans, los lavabos portátiles estos que se ven en los festivales y en los que nadie repara. Bueno, estos no han trabajado este verano. Es que a veces cuando dices el mundo de la noche, el mundo del club y el ocio nocturno la gente se piensa que son solamente los djs y las discotecas. Pero es que detrás de todo esto hay mucha más gente.
P. Un pequeña gran industria.
R. Eso que se lo digan a toda la gente que hace temporada en Ibiza. Y que este verano no han podido trabajar. La gente que alquila apartamentos allí. La gente que tiene restaurantes. La gente que hace solo esta temporada. Eso que se lo digan a esa gente no solo en España, sino en todos los países que se han visto afectados. Dile a toda esa gente, que somos cientos de miles de personas, que no podemos trabajar porque no se ha querido buscar una solución. Díselo. Pero parece que no lo entienden y no lo quieren entender.
P. Mi impresión es que, a pesar de los palos en las ruedas, esta industria se ha ido profesionalizando y que todo lo que ha ocurrido este año va a significar desandar lo andado. Volver a empezar: otra vez la mayoría a pagar en negro, otra vez bookeo en b… Todo lo que se había ganado, ahora se empezará de cero.
R. Sí. Bueno, sea o no sea, empecemos o no desde cero, has dicho varias cosas que no son exclusivas de esta actividad. Lo que pasa es que sales a la calle y como la gente tiene una mala opinión de lo que en realidad pasa en el mundo de la noche, pues la gente se equivoca. Porque, creo que en el mes de marzo o abril, a mí una de las cosas que más daño me ha hecho, y además vino de una persona joven, fue que me dijeran: “Bueno, porque estéis unos meses sin meteros unas fiestas no pasa nada”. Claro, cuando una persona dice eso, en realidad lo que está haciendo es retratarse. Es decir, el problema lo tiene él. Si no se da cuenta de que mi trabajo es tan digno como el suyo; si no es capaz de darse cuenta de que detrás de esto hay familias que trabajan, que ganan dinero, que llevan a sus hijos al colegio, es que el problema lo tiene él. Pero es que esto está ahí de siempre. Yo lo que sí que creo es que nos va a tocar volver de nuevo a luchar y reivindicar. No tanto volver a construir desde cero, porque creo que no todo se va a caer, pero sí creo que nos va a tocar volver a explicar desde cero qué hacemos y en qué consiste nuestro trabajo. Y explicarle a todo el mundo que nuestro trabajo es tan digno como el de cualquiera. Como el de un periodista. Como el de un funcionario. Es igual de digno. Dedicamos muchas horas y el dinero que recibimos no es por las dos horas que se nos ve encima de un escenario, sino que todo lo que hay detrás es un trabajo bastante intenso, gracias al cual te llaman después para trabajar. Así que sí, nos va tocar volver a explicar: “nuestro trabajo consiste en esto”. Y volver a intentar dignificar el trabajo.
Yo le preguntaría a François Kevorkian qué significa ser disc jockey a su edad
P. Reconstruir la imagen es casi tan duro como reconstruir el sector. Porque lo cierto es que todo el trabajo que se ha hecho ha sido ignorado por las autoridades…
R. … Y por el público.
P. Y por el público.
R. El problema es el público. Es que a mí una de las cosas que también me han ofendido es que no solamente son las autoridades las que se han equivocado hacia nuestro trabajo. Es que hemos sido ninguneados por el público. El público se ha conformado. En lugar de luchar y decir: queremos esto y creemos que esto, con medidas de seguridad, se puede hacer. En vez de eso, el público se ha conformado. Se ha dicho que se cierran los locales y que se cancelan los festivales y la gente se ha quedado tan tranquila. A mí me ofende también esto. Porque hablamos de mucha gente. Las autoridades se pueden equivocar, pero yo dudo que los ministros salgan los fines de semana de fiesta. Harán otras cosas.
P. Irán a otras fiestas, como la de El Español.
R. Sí. Los ministros van a otro tipo de fiestas, pero no al tipo de fiesta que han prohibido, que es la de festivales y clubs. Pero la gente se ha quedado tan tranquila. Eso me duele igual o más. Yo lo que me pregunto es: ¿Dónde estáis? ¿Qué reivindicáis? ¿Qué imagen estamos dando desde fuera? Si ni a vosotros os importan quedaros sin vuestro ocio, la imagen que dais es que no es importante. Entonces, sí que habrá que reconstruir esa imagen y decir que sí era importante. Yo la verdad es que es un motivo que no entiendo el por qué. No entiendo cómo la gente no ha querido luchar por lo suyo y reivindicarlo. Y te podría poner ejemplos.
P. Adelante.
R. Pues manifestaciones que se han convocado. Por ejemplo, la última que hubo hace dos semanas en Barcelona, la de Alerta Roja, y que englobaba a todo el sector y los subsectores, no solo del mundo de la música, incluida una asociación que se ha creado nueva de disc jockeys profesionales. Pues se hizo un viernes en la plaza Sant Jaume y éramos, con suerte, 50 personas. ¿Qué imagen das, delante del Ayuntamiento y de la Generalitat, si vamos 50 personas cuando cierras un sector por el que algunos estamos luchando para dignificarlo? Es una imagen pobre. Es una imagen de decir: “Lo ves”. Ellos por dentro pensarán: “Lo hicimos bien”. Si en cambio, tú haces una convocatoria como la que hicieron los bares y restaurantes, que llenó la plaza, pues dirás: “Este es el sector dañado al que hay que ayudar”. Así que yo creo que es un poco culpa de todos. De unos por ignorancia y de otros por conformismo… También es un sector, y esto tú lo has visto, en el que no hay demasiada unión. Es un sector en el que todos, djs, bandas, sellos, clubs, festivales, no hay demasiada unión y cada uno queremos hacer la guerra por nuestro lado. Y esto, en un momento como ahora de pandemia… Creo que ahora hubiera sido clave unirnos y movernos todos la vez. Pero es que ni en momentos como ahora hemos sabido unirnos y salir a la calle todos a una para decir: “Ey, estamos aquí”.
No creo que ser disc jockey tenga una fecha de caducidad
P. Eso tampoco es exclusivo del mundo de la cultura, aunque siempre digo que, si hay un sector menos unido que el del periodismo, ese es el de los artistas.
R. Pues yo te diría casi más esto. Por ejemplo, los periodistas tenéis algo de lo que vivimos de la cultura. Creo que hay poca unión en el sentido de que todo el trozo de pastel que ganas tú es un trozo que me quitas a mí. Entonces, siempre parece que hay codazos y la gente está siempre apartando unos a otros, más que unirse. Eso sí que lo he visto yo en el periodismo. Y críticas de unos a otros. Pero esto no es particular vuestro. Esto es algo que yo llevo viendo en mi trabajo desde que empecé. Eso de que si un club lleva tal disc jockey, yo voy a hacer lo mismo para hundirte. Esto hace daño a unos y a otros. Y a la larga, esta poca unión lo que ha demostrado es que somos un sector tan segregado que no merece la pena luchar por él. Y es una pena. Pero es lo que temo que han captado las instituciones, que este sector no merece la pena. Por eso no dan tantas ayudas ni luchan demasiado por él. Porque les parece un sector resquebrajado.
P. Peor aún, en constante competencia.
R. Efectivamente. Podría poner muchos ejemplos, pero te pongo uno. No voy a dar nombres por no señalar, pero en un año en el que la mayoría de festivales ha tenido que cancelar sus ediciones, ves de repente que hay otros que han readaptado su festival a una especie de versión más pequeña, en pequeño formato, y con más fechas repartidas a lo largo de varios días. Pues con esto lo que crees que estás haciendo es demostrar que es posible este nuevo modelo. Pero en el fondo, lo que estás demostrando es que este modelo nuevo, los demás festivales, los grandes, los que este año no han hecho sus ediciones, no los han hecho porque no han querido explotar esta fórmula. Hay ciertas lecturas. Yo las he visto aquí este verano, viendo como había festivales que organizaban conciertos a pequeña escala, sesiones con público sentado… En el fondo, detrás de todo esto, lo que estás diciendo es: “Yo puedo; tú no has querido”. O en el fondo lo que estás haciendo es poner en riesgo un poco al público, porque imagínate que pasa algo; imagínate que realmente hay una serie de contagios masivos. En el fondo lo que vamos a hacer es ponerle en bandeja a las instituciones ese mensaje: “Ves, teníamos razón y vosotros sois el foco de contagio”. Habría que haber sido un poco más prudente por parte de algunos.
P. El si quieres puedes, que es lo más dañino que existe, aplicado a la lógica de mercado en el mundo de los festivales.
R. Exacto. Pues esto yo lo he visto en Barcelona. No puedo hablar de otras ciudades porque las controlo menos, pero en Barcelona yo lo he visto esto. Entonces, a mí me pasa esto con menos experiencia en el cuerpo y probablemente ni me lo hubiera cuestionado. Hubiera salido de mi casa y hubiera ido a alguna actividad y ya está. Pero cuando tienes ya tanto rodaje, tú piensas: “Yo no sé si esto se ha hecho sin mala fe o hay intención detrás”.
P. ¿Y cómo ha cambiado el sector desde que tú empezaste a pinchar? Hagamos balance un poco usando tu trayectoria. ¿Era así cuando empezabas?
R. Sí. Era así y peor. Lo que pasa es que lo que pasaba hace 30 años por ignorancia tiene perdón. Pero 30 años después, tras haber visto y vivido tanto, repetir ciertos fallos yo creo que no es ignorancia, sino que lo que hay detrás es cierta intención. Y esto ya no es perdonable. Cuando una persona comete ciertos errores al principio porque las cosas se están creando, no sabe bien cómo van, la cosa está creciendo, pues a eso nos tenemos que adaptar. Pero a día de hoy, cuando ves ciertos fallos y ves falta de unión, no te queda otra que decir: “Aquí ya hay intención. Esto ya no es falta de rodaje” .
La música me sigue impactando igual o más que cuando empecé
P. Sí, por eso te preguntaba. En 2021 cumples 30 años de carrera. Desde que empezaste profesionalmente.
R. Profesionalmente, hay que destacarlo. Profesional significa que alguien me pagó. Es decir, que a alguien le pareció que lo que yo hacía merecía tener una remuneración. Sigue siendo así. Hay mucha gente que cree que el trabajo de dj es una cosa de poner unos discos y divertirse. Que no merece más. Y bueno, vale, sí; ser dj puede ser divertido como para otros puede ser divertido hacer otras cosas. Aquello de ¿por qué no vienes y te pones unos discos, no? A mí no se me ocurriría decirle a un cirujano: ¿Por qué no vienes y te haces unas operaciones?. Parece que hay ciertos trabajos que se asocian a la diversión. Así que siempre recalco que llevo 30 años desde que alguien decidió que mi trabajo era algo más que un divertimento. Pero yo ya llevaba años trabajando en casa, pinchando en casa en unas condiciones paupérrimas. Porque como no tenía dinero, no tenía platos con pitch y me las veía y me las deseaba…
P. ¿Qué tenías unos Lemco?
R. No. Tenía un Phillips. Pero era un tocadiscos. Un tocadiscos en el que ponías un disco a 33 o a 45 y aquello giraba como giraba, sin tracción directa, con una correa que cuando iba mal, sonaba como sonaba. Y luego tenía otro que me había encontrado, si no me equivoco, en la basura, y que era un tocadiscos de estos de maletín. Y yo buscaba, sin saber por qué, que el disco 1 y el disco 2 no cuadran, pero el 1 y el 3 sí. Y los ponías juntos, podías cuadrarlos, y no se iban. Entonces, luego con los años, entendí que detrás de todo eso existe una cosa que se llaman BPMs, que los temas se hacen cada uno a unas velocidades, y que todos aquellos que tienen los mismos BPMs los puedes poner uno encima de otro y si los platos van bien te cuadran. Yo llevaba años haciendo esto, intentando ingeniármelas. Llevo 35 años tocando y manipulando todo tipo de platos y reproductores.
P. ¿Recuerdas por casualidad cuáles eran aquellos dos discos que descubriste que iban a la misma velocidad?
R. No. No porque hay una cosa que aprendí muy de joven, por aquello que se llamaba la Ruta del Bacalao. Bueno, en lo que luego derivó todo aquello. Porque había mucha gente de Cataluña que bajaba a Valencia a finales de los 80. Yo venía de escuchar technopop, rollo siniestro, EBM… Y aquello, a finales de los 80 y principios de los 90 se enturbió un poco y es lo que dio lugar al fenómeno de la Maquina. La primera Maquina. Se escribía con Q, no con K, como luego cuando se volvió más trash. Entonces, yo en mi entorno conocía mucha gente que bajaba a Valencia y una de las cosas que yo vi desde el primer momento era que había mezclas prefabricadas -las hago hoy, las hago el sábado que viene, las hago la otra semana-. Pues esto yo desde muy joven lo tuve muy claro. No me gusta, no va conmigo, me gusta la improvisación. Esto, los que me conocéis los sabéis, creo que es bueno, pero creo que hay gente para los que no es tan bueno, porque se pierden. Cuando haces algo diferente o cuando eres capaz de hacer algo diferente cada sesión, eso hace que la gente se pierda un poquito. Entonces, hay que buscar un poco el equilibrio entre ser muy creativo y variar mucho y que la gente sepa un poco por donde vas. Pero desde pequeño yo vi muy claro que aquello de repetir no iba conmigo. Así que no me preguntes qué mezcla he hecho de un disco con otro porque nunca me voy a acordar.
El público no siempre es bueno, no siempre es perfecto y no siempre reacciona a lo que uno hace
P. Vale, vale, tomo nota.
R. Y esto te lo estoy diciendo ahora y si que hay una que recuerdo que hice. La hice por error y salió muy bien. Y me acuerdo porque un amigo mío me dijo: “Ha quedado muy bien esa mezcla, ¿me dejas hacerla?”. Como si fueran aquellos discos de mashup que había en los dosmiles. Era una mezcla de un tema de Nitzer Ebb, el Let your body learn, con el Sweet dreams de Eurythmics. Existe esa mezcla en un punto determinado, y queda de puta madre. Pero la hizo mi amigo. Yo no la volví a repetir. No me gusta repetirme.
P. ¿Pensaste alguna vez que ibas a poder estar 30 años sin repetirte? ¿Pensaste que podías hacer carrera como dj?
R. No. Nunca pensé que llegara a hacerlo y que llegara a vivir de ello. Siempre soñé con hacerlo. Desde muy joven soñaba con hacerlo. Cuando iba a la discoteca que me marcó a mí y a bastante gente. Y esto se verá dentro de uno o dos años, porque se está haciendo un documental oficial sobre Studio 54 Barcelona. Y cuando digo oficial es porque es la primera vez que se ha juntado muchísima de la gente que lo vivimos. Hay un grueso muy grande de gente y todos hemos dicho sí para dar nuestra opinión sobre aquello. Y el primero, el que dijo ok, que es el que hace que sea oficial, es Raúl Orellana, el que fue su dj. Así que, tú me preguntabas si lo había visto posible; no, yo soñaba. Yo soñaba cuando iba a aquella discoteca. Eso lo comento en este reportaje. Yo soñaba con eso cuando veía a Raúl y pensaba: a mí me gusta esto y yo quiero hacerlo. Yo quería manipular la música como estaba viendo que se podía manipular con tres copias de un mismo disco en tres platos. Porque hasta entonces, para mí un dj era dos platos e ir alternando discos, pero nunca se me había ocurrido que en una cabina pudiera haber tres platos y que podías poner una, dos o tres copias de un mismo disco y jugar con ello. Esto yo lo vi en Studio.
P. Pero una cosa es soñar y otra la realidad.
R. Efectivamente. Y nunca vi posible -viviendo en el país que vivimos, en el que la música y la cultura en general todos sabemos de qué manera está vista- que pudiera dedicarme y vivir de ello. Nunca lo pensé. Otra cosa es que me lo hubiera tomado como un hobby. Por eso mismo yo estuve estudiando hasta (se para a pensarlo)… No sé en qué año dejé los estudios. Fue en quinto, en el último año. Probablemente debía ser mitad de los 90. Yo juraría que estuve cerca de diez años estudiando porque trabajaba por las mañanas en una tienda de discos. Los fines de semana también pinchaba y no podía compaginarlo todo. Los dos primeros años sí los hice a curso por año.
P. ¿Qué estudiaste, Ángel?
R. Yo estudié ingeniería industrial.
P. Te pega. Es muy techno.
R. Lo industrial que no falte. Pero además la especialidad química. La típica broma que te hace todo el mundo cuando dices química y piensa que, cuando trabajas en la noche, la química es lo que tomas.
Cuando la gente me pregunta, no digo que soy disc jockey porque me da cierta vergüenza
P. Las nuevas generaciones ahora se van automáticamente a Breaking bad. Han cambiado los referentes.
R. Bueno, Breaking Bad aún tiene su gracia y lo vería de alguna manera cercano a lo que yo estudié. Pero bueno, yo estudié esto. Especialidad en química y luego en plásticos de polímeros. Lo que pasa es que no me dediqué a ello.
P. Dices que tiene su gracia, imagino por el manido discurso de vincular las drogas y la noche.
R. Claro. Porque cuando dices química la gente se piensa que tienes un laboratorio en tu casa o que lo que te gusta es eso. Bueno, la gente que te conoce sabe que nada más lejos de la realidad. Pero fue una broma recurrente durante años.
P. La gente piensa que las drogas solo existen en ese espacio difuso que es la noche, como si no se consumieran drogas en, no sé, un concierto de Joaquín Sabina o de Pereza.
R. O en un plató de televisión a las 6 de la mañana. Y hasta aquí podemos leer. Y a todo esto le tienes que unir, no lo sé ahora, tendría que preguntar a gente joven, pero me he llegado a plantear el ir un día a la facultad y hacer preguntas a dos o tres personas al azar por saber qué imagen tienen. Pero yo recuerdo que cuando yo estudiaba, tú decías que estudiabas ingeniería, y la gente no te creía. A mí no me creyeron. Bueno, yo recuerdo que en el 666, que es la discoteca del que luego abrió Psicódromo -que esta todo el mundo la conoce porque era donde estuvo Nando Dixkontrol como residente-, un antro siniestro en el que todos íbamos crepadísimos como Robert Smith, que cuando yo decía que estudiaba ingeniería la gente se reía y me decía -y esto es verídico-: “Tú debes estudiar peluquería”. Y recuerdo que una persona incluso me hizo enseñarle el carnet de estudiante de ingeniería industrial superior en la UPC de Barcelona, el centro en el que la ingeniería era la más exigente de toda España. Claro, en aquel momento, no se te tomaba demasiado en serio. Era un estudiante de ingeniería que iba a un club gótico donde la gente se pensaba que estudiaba peluquería y encima quería ser disc jockey. Era un batiburrillo que hacía que la gente pensara que tenía la cabeza perdida y que no iba a llegar a ningún lado. Esa sensación de que la gente no me creía o no confiaba en mí lo viví durante muchos años.
P. Y si eso era así en la calle, no me quiero imaginar cómo era en casa.
R. No les gustaba que saliera. Y sobre todo cuando tuve los dieciocho no les gustaba que saliera de noche. Salir por la tarde ahora no se estila, pero en los 80, las mismas discotecas que abrían por la noche abrían por la tarde para el público que tenía 16 y 17 años. Era la versión descafeinada. Esto no les gustaba, pero llegabas a tu casa a las 11 de la noche y no pasaba nada. ¿Por qué? Por lo que hablábamos antes de que lo que pasa de día parece correcto. Lo que pasa de noche, que es lo mismo, que era el mismo club y la misma persona, parecía que era peligroso. Pero bueno, a mis padres no les gustaba que yo saliera por la tarde y no les gustaba que yo saliera por la noche. Pero yo iba estudiando, iba a aprobando y sacaba buenas notas. De hecho, modestamente hablando, siempre fui un buen estudiante. Mis padres estaban más o menos tranquilos, en ese sentido. El problema vino cuando yo decidí, profesionalmente, empezar a pinchar. Aquello ya era compaginar una vida con la otra. De lunes a viernes la facultad. Viernes noche y sábados noche, lo que tocara. Y además, creo recordar que fue en el 92, estuve currando en un after hour. Fue poco tiempo, pero aquello fue ya conflicto. Y el conflicto subió de tono y llegó a momentos en los que mis padres no vieron nada claro. Por eso me tuve que poner a trabajar en tiendas de discos. Podría haber trabajado de cualquier cosa, pero qué mejor, si lo que quería era dedicarme a la música, que trabajar en una tienda de discos. Aquello fue el momento clave. Mis padres me retiraron la asignación semanal y me dijeron que si quería dedicarme a esto me tenía que buscar la vida. Y eso hice. Tuve que trabajar para poder pagarme la matrícula en la universidad y bueno, todo lo demás.
Y estuvieron muchos años sin comprender -no ya solo sin gustarle- que aquel trabajo era lo que yo quería hacer. Que si yo salía a discotecas, a pinchar o como público, era porque quería hacerlo. Es decir, era algo voluntario que era lo que realmente me llenaba. Y no lo comprendieron nunca. Y estuvieron muchísimos años así. La relación en mi casa fue francamente dura, de momentos de no hablarnos. Es algo que no recuerdo para nada con cariño. Lo que pasa es que yo soy muy tozudo y cuando me gusta algo o cuando creo en algo voy a por ello sí o sí. Así que luché por ello. Porque las cosas no me han venido gratuitamente, es que he luchado por ello. Hasta que llegó un momento en el que mis padres vieron que no había nada que hacer conmigo, que aquello era a lo que había decidido dedicarme profesionalmente. Y llegó un momento en el que vieron también que las cosas no me estaban yendo tan mal. Es decir, que yo trabajaba, que ganaba un dinero, que me podía emancipar… No tuvieron más remedio que aceptarlo. Y, con el paso de los años, parece que incluso les llegó a hacer gracia ver a su hijo en periódicos, en la tele, oírlo en la radio hablar…
La gente joven parece que va de rebelde, pero todos sabemos que es pura fachada
P. Eso siempre ayuda. Lo de los periódicos es definitivo.
R. Mis padres ahora tienen cuadros míos de algunas entrevistas que ellos han juzgado que eran significativas. Hace creo que cuatro años el diario El Mundo dio un premio que se llama Tendencias, orientado a la creación, a creadores; pues hace cuatro años me lo dieron a mí. Y mis padres tienen muy orgullosos el artículo que salió en el diario en un cuadro en el comedor. Tú vas viendo, conforme pasan los años, que el rechazo pasa a que tienen que aceptar tu trabajo y que, bueno, a lo mejor se equivocaron, y que a lo mejor sí que podías dedicarte a esto porque tenías algo que decir. Sobre todo cuando incluso te dan premios, ¿no? Que te lo de un medio o una revista especializada en djs, pues bueno, está bien. Pero que te lo de un diario como El Mundo, que es un diario generalista, pues para ellos supongo que es distinto. A mí llega un momento en que me hace ilusión pero intento no juzgarlo ni creérmelo demasiado, pero tus padres son mayores y son más impresionables. Y los ves un día emocionados porque la vecina les dijo: “El otro día escuché a tu hijo hablar por la radio. O salió ayer en la televisión en una película que se hizo sobre tal persona”. Bueno, esto, me da la sensación de que, con los años, todo esto les ha llenado un poco de orgullo también.
P. Todo esto que me cuentas, toda tu historia, tus comienzos, sí está lleno de lugares comunes. Muchos djs vivieron situaciones parecidas. Sin embargo, creo que hay una parte que no está contada, que se conoce mucho menos, que es la de envejecer como dj.
R. Esa es la parte que nadie sabemos, porque, entre otras cosas, la profesión de dj es una cosa nueva y que además va cambiando conforme pasan los años. Y creo que no tenemos demasiada experiencia. Es una profesión que empezó a finales de los 70, principios de los 80. Nosotros, algunos que tenemos una edad, la vimos desde fuera entonces, y ahora la estamos viviendo conforme pasan los años. La estamos viviendo, pero no existe un modelo a seguir, ni existe un patrón. No existen nombres, no existen djs que puedan venir a contarnos: “Cuando tengas ochenta años verás tal”. Porque no existen disc jockeys que tengan esa edad. Los disc jockeys que haya en España mayores que yo, tendrán otro tipo de experiencias, pero muchos de ellos están en activo. Hay djs que me ganan en 3 y 4 años, y más, incluso, y siguen activos. Yo le preguntaría a François Kevorkian qué significa ser disc jockey a su edad. Cómo vives la música. Pero es que François Kevorkian sigue activo.
P. Yo te lo pregunto a ti, Ángel Molina.
R. La profesión en sí, lo que hace es que se adapta. Obviamente no pincharás tanto ni harás tantos viajes como hacías cuando tenías veintilargos años o treinta años, que era la edad del momento pico. Pero yo no creo que por tener más años llegue un día en el que digas, se acaba. De la noche a la mañana. No es como La fuga de Logan, que tienes 30 años, y a los 30 años entras en un carrusel, te mueres y se acabó. No, la profesión, como todas, pues vas viendo cómo quieres orientarla, vas viendo qué cantidad de sesiones quieres o puedes aceptar durante un mes, etc. Vas viendo lo que significa trasnochar y los efectos que tiene, y en función de eso vas aflojando un poco el ritmo. Pero no creo que tenga una fecha de caducidad.
Hemos sido ninguneados por el público
P. ¿Cuáles son los efectos adversos de una profesión como la de dj?
R. Hay efectos físicos y efectos que no son físicos. El efecto físico, para mí es el que más me destroza y no sé llevar, es el cambio de biorritmo. El hecho de que, de lunes a viernes duerma en una franja horaria, y los fines de semana sea todo lo contrario y la gires por completo. Esto cuando eres joven lo encajas muy bien y te sabes adaptar. Y si un día duermes menos, ya dormirás mañana. Pero cuando tienes una edad, a mí esto me desquicia. Porque yo los domingos y lunes, soy capaz de dormirme a las 4 o las 5 de la mañana -porque claro, yo tengo el cuerpo todavía acostumbrado a lo que ha pasado el fin de semana-, y esto no lo sé llevar para nada. Y tiene consecuencias. El cambio de biorritmo tiene consecuencias. A veces te puede provocar ansiedad o estrés. A mí me lo ha provocado. El nerviosismo me deriva en estrés. Porque intentar dormirme, estar en la cama a las doce de la noche, y tardar cuatro o cinco horas en conciliar el sueño... Esto es algo que yo he ido viviendo a lo largo de quince años. Habrá gente que no le pase, lo mismo que hay gente que con 50 años se bebe una cocacola y se va a dormir. Pero a mí eso no me pasa. Cada uno tiene una naturaleza.
Esos son los efectos físicos que menos sé llevar. Y luego hay uno que no es físico. Es una consecuencia de haber vivido mucho la profesión. Haber escuchado mucha música, haber conocido mucho disc jockey, haber conocido muchos sellos, haber viajado mucho… Haber conocido mucho en general. Supongo que esto se extrapola a cualquier profesión. Pero claro, a día de hoy, cuando escuchas sellos nuevos, artistas nuevos, o estilos que aparentemente son nuevos, no puedes evitar pensar: pero si yo esto ya lo he vivido. En el techno por ejemplo llevamos un par de años de revival del sonido rave. Techno con muchísima rave detrás. E incluso se están haciendo remixes, por parte de productores actuales, de temas clásicos de una banda llamada T99, de finales de los 80 y principios de los 90. Y tú dices: tan mal estamos que tenemos que llegar a esto. Porque además, ninguno de los remixes supera al original. Pues esa es una de las consecuencias indirectas de llevar muchos años en una profesión. Supongo que lo mismo te podrá decir un director de cine, alguien creativo en la moda… Te da la sensación -y lo digo desde un punto de vista humilde, no en plan yo sé más que tú- de ¿esto es nuevo? ¿A esto lo llamáis nuevo? Es que para mí todo esto es old school. Es que yo todo esto ya lo viví hace 25 años.
P. Jajajaja. El ciclo natural es que todo está inventado, olvidado, sepultado, desenterrado y reempaquetado como si fuera nuevo.
R. Pero es esto no solo se da en lo más patente que es la música, es que ves a los djs cómo lo hacen, cómo plantean los sets; es que ves que hace unos años tuvimos también esa corriente ultra de revival del vinilo que decía que si no pinchas en vinilo no eras un auténtico dj. Te dan ganas de decirles: ¿Pero a mí me vas a decir eso? ¿A mí? Que yo empecé cuando no habían monitores. Que yo empecé a pinchar cuando los discos saltaban porque las mesas, las plataformas en las cabinas, no estaban suficientemente aisladas. ¿A mí me vas a decir esto? ¿Me vas a decir lo que es un auténtico dj y lo que no? En fin, todo esto son consecuencias de haber visto mucho y haber vivido mucho. Y te diría que eso me supera más casi que las consecuencias físicas. Porque las consecuencias físicas, tarde o temprano sabes las que son y cómo las puedes afrontar. Si tienes ansiedad vas al médico; cuando tienes insomnio, tal; cuando tienes vértigo -que es consecuencia del estrés y del oído y yo también he pasado por ello-, pues, bueno, vas al médico y hay un profesional que te ayuda. Pero ¿a mí quién me ayuda a saber llevar que todo lo que yo he vivido hasta ahora es como que se ha perdido? Porque el público que ha vivido lo mismo que yo ya no está en activo y eso hace que parezca como agua pasada. Entonces, al nuevo público, ¿cómo lo llevo? ¿Cómo les explico, sin quedar como un pedante, que todo esto ya ha pasado y que deberían estar escuchando cosas mejores o, al menos, que suenen más novedosas? O, al revés, ¿cómo gestiono toda una serie de música, de sellos, djs y artistas que están produciendo algo que a mí no me interesa demasiado porque esto ya lo viví hace 25 o 30 años? Pero es que, si este es el público potencial para el que tienes que trabajar, ¿dónde encuentro el equilibrio entre una cosa y otra? Eso es muy difícil de hacer y, de hecho, no hay nadie que tenga una respuesta.
Los ministros van a otro tipo de fiestas, pero no al tipo de fiesta que han prohibido
P. ¿Cuál es la tuya?
R. Pues luchas por encontrar un equilibrio entre lo que a ti te gusta, lo que te suena más novedoso, te suena un poco más del 2020, pero sin perder de vista todo aquello nuevo que está saliendo y por dónde va un poco la música. Porque sino, tienes el riesgo de quedarte en un gueto y tu sonido será muy original y todo lo que tú quieras, pero la música ya se habrá ido por otro lado.
P. ¿La falta de estímulo puede ser la muerte de un disc jockey?
R. No creo. No. Desde que la música es digital, la cantidad de música que hay es inabarcable y, a la vez, totalmente accesible. Porque tú y yo sabemos lo que era hace 20 años luchar por un disco. Y no encontrarlo. Nosotros sabemos lo que es estar años detrás de un disco hasta que lo conseguías. Eras la persona más feliz del mundo. A día de hoy, la música es muy accesible. Casi 100%. Digamos 99% para aquellos discos ya rarísimos de encontrar. Otra cosa es que tengas el dinero que te pidan por ese disco. Pero, en un momento como el de hoy, a la persona que no tenga estímulo, le diría que a lo mejor el problema es él y no la música. A lo mejor es que la música le importa menos de lo que se ha creído todos estos años. A mí a día de hoy la música me sigue impactando igual o más que cuando empecé. Encuentro música que me gusta igual o más que cuando empecé. Yo diría que más, aunque también es cierto que tienes que escuchar mucho. Pero el estímulo que yo recibo de la música es igual o más que hace 30 años. Lo que pasa es que antes lo vivías de una manera y ahora de otra.
P. ¿Cuál es la diferencia?
R. Cuando eres joven eres muy impresionable. Y cualquier cosa la sublimas. Dices, ¿¡oh, esta versión de Depeche Mode de dónde sale!? Eso es lo que a mí me pasaba cada vez que escuchaba un disco de Depeche Mode en Studio 54. Yo tenía la versión que el ser humano de la calle puede comprar, y Raúl Orellana pinchaba la versión promocional o la import americana, o tenía aquella capella o aquella versión dub a la que tú no llegabas. Es decir, eres muy impresionable y todo lo vives de una manera. La gente joven cuando va a un club también lo vive todo de una manera que ahora ya no lo vives. Pero yo también vivo la música de una manera diferente a cuando antes era joven. A nivel profesional, yo nunca llegué a soñar llegar a recibir tal cantidad de discos. Eso es la utopía de cualquier coleccionista, ¿no?
P. A mí lo que me pasa es que ese océano de archivos o posibilidades me resulta abrumador.
R. Demasiado, demasiado. Llega un momento en que sabes que habrá cosas que se te pierdan porque es imposible escuchar todos los temas que te envían.
P. Y mucho menos con atención o cariño.
R. De pé a pá es imposible. Es como se debería escuchar para saber si un tema te gusta o no. Pero tampoco lo era cuando ibas a una tienda y te sacaban 30, 50 o 100 discos. No los podías escuchar de pé a pá. Tenías que escuchar un poco y te quedabas con aquello que te tocaba más la fibra. Pero yo siempre soñé, como coleccionista que soy, con tener muchísimos discos y tener una colección gigante. Aquello era lo máximo. A día de hoy, pienso: si tú hubieras soñado que la gente te iba a enviar tal cantidad de vinilos o ahora en digital de archivos nunca me lo hubiera creído. Entonces, ¿estímulos? Te diría que al revés. Yo soy feliz sentándome delante del ordenador y escuchando temas y temas y temas, y descubriendo. Cada día puedo descubrir un sello que me haga click. Eso para mí es un estímulo impagable y me sigue pasando. Si realmente la música es lo tuyo, yo creo que a día de hoy estímulos hay los que quieras.
El cambio de biorritmo tiene consecuencias. A veces te puede provocar ansiedad o estrés
P. Es posible que lo que haya detrás de esta queja sea un poco de romantización del pasado.
R. Es que creo que sería muy torpe, por ejemplo, que el público se quejara de falta de estímulos. Y ahora hilando todo esto con el confinamiento, tú imagínate nosotros de jóvenes lo que habríamos dado por tener la accesibilidad que nos da internet. ¿Hay confinamiento? Todos los disc jockeys ofreciendo streamings y poniéndolos al alcance de cualquiera que está en su casa. Todos menos los cuatro que hemos decidido no regalar nuestro trabajo haciendo streamings a todas horas. Eso es un estímulo impagable. Que aquel artista, aquella banda, haga algo que tú puedes ver solo en tu casa. Yo hubiera dado lo que fuera, no por conseguir los discos comprando a golpe de click en Discogs o en un portal, sino por poder ver un concierto de estos músicos en mi casa, sentado, tranquilamente. Entonces, el que diga que hay falta de estímulos a día de hoy, creo que se queja por vicio.
P. Yo, no sé si por vicio, pero igual sí creo que hay sobreestimulación, que es igual de pernicioso que la falta de estímulo.
R. Bueno, las sobredosis, menos la que todos conocemos, que es mejor ni mencionarla, están bien. Yo siempre he preferido que haya más a que haya menos.
P. Es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo.
R. Claro. ¿Qué es mejor, tener cien, mil o cien mil discos que escuchar -y por estadísticas siempre van a salir cosas interesantes- o tener menos? Obviamente yo prefiero más que menos. Siempre he preferido una sobredosis que la falta. Pero vamos, eso yo.
P. ¿Qué es lo que distingue a un buen disc jockey?
R. Uff… Hazme la pregunta de otra manera.
P. ¿Qué busca Ángel Molina cuando va a ver a un dj?
R. Que me sorprenda. Lo primero que me sorprenda. Eso es lo primero. No busco tanto una técnica. Hay mucha gente que piensa que si te dedicas al techno tienes que tener una técnica perfecta pero yo no. Porque a día de hoy hay una tecnología que te permite que tengas una técnica perfecta. Ahora, si tú me preguntaras si un dj que basa su discurso 100% en tecnología es un disc jockey, hombre, usar la tecnología está muy bien, pero a mí me gusta que gran parte del trabajo de un dj sea improvisado y ocurra en el momento. Si se equivoca, no pasa nada. Está demostrando que lo está haciendo en directo. Pero, sobre todo, lo importante es que me sorprenda. Para mí, el mejor dj es aquel que, cuando voy como público, me sorprende por música, por riesgo y por la manera en que plantea las sesiones. Y, por supuesto, si es un dj al que sigo y he visto varias veces, eso implica que no haga siempre lo mismo. Se adapte más o se adapte menos.
No me gusta repetirme
P. ¿Qué es adaptarse al público, según tu filosofía?
R. Que un disc jockey se adapte a un púbico es, de alguna manera, como ser esclavo. Y yo nunca he creído en eso. El disc jockey trabaja para el público, sí, pero el público tiene que dar un feedback por donde tienes que ir para trabajar. Cuando esas dos cosas pasan y pasan a la vez, es cuando hay una buena noche. Entonces es cuando pasan cosas interesantes en la pista. Esto requiere por parte del dj ciertas cualidades, pero también del público. No olvidemos que el público no siempre es bueno, no siempre es perfecto y no siempre reacciona a lo que uno hace. Públicos hay mejores y peores. Depende de mil factores. Pero yo básicamente eso es lo que le pediría a un disc jockey, que me sorprenda en cuanto a música, en cuanto a discurso. Con eso me conformo y no es poco. Porque creo que es lo más difícil.
P. ¿Crees que el coronavirus va a cambiar el papel del disc jockey?
R. Yo creo que no. El papel no. Lo que sí puede cambiar a partir de ahora es la percepción que puede tener el público del disc jockey. Porque la percepción que ha tenido el público hasta hace nada, hasta marzo, ha sido que el disc jockey era más últimamente un showman, una persona que hace un espectáculo en un escenario. Se estaba yendo en esa dirección, en vez de considerar al disc jockey un trabajador, un profesional que hace algo. No te voy a decir que, de forma artesana, porque no, porque la tecnología ha cambiado y todos nos apoyamos en tecnología, pero sí creo que persiste un componente de riesgo y de improvisación. Eso está muy bien y cuando lo haces se nota. Pero aquel disc jockey que es un showman y que deja que la música siga sonando mientras está en el escenario interactuando con el público -o más bien a lo que se llama ahora a interactuar, porque el dj siempre ha interactuado con el público a través de la música- subido en una barca amarilla, tirando tartas a la cara de la gente o disparando confetis… Bueno, yo creo que esta percepción del público puede cambiar un poco con la pandemia. Porque la pandemia va a cambiar en cierta manera el mundo del clubbing. Y yo creo que el disc jockey va a volver a ser, no te digo que como era hace años, pero sí que vamos a ver una cantidad de disc jockey que volverán a esa interactuación con el público únicamente a través de la música y no tirando tartas. Ojalá. Sería buen momento.
P. Para hacer una limpieza de sobrantes, de lo accesorio.
R. Es que para mí eso no es un sobrante. Es que eso no tiene nada que ver con un disc jockey. Será un entertainer, pero no es un disc jockey. Porque muchas de estas personas que hacen esto y se ven en grandes festivales, básicamente sus sets duran una hora y está todo estipulado por contrato. No le puedes pedir que hagan una hora y cinco minutos porque no saben hacerlo. Eso te hace sospechar que es un set enlatado. No saben hacer otra cosa porque no están improvisando. Entonces, cuando tú no improvisas es que no eres un disc jockey, eres un entertainer. Eres una persona que se ha subido una hora o noventa minutos para entretener a un público que espera algo de ti. Pero es que eso lo puedes hacer con un monólogo y no hay diferencia entre uno u otro. Son gente que entretiene y yo nunca iría a verlo. Lo mismo que tampoco iría nunca a ver lo que se hacía hace ventipico años en aquellas fiestas famosas en Ibiza, las Manumission, en las que había una pareja -creo que eran los que llevaban la fiesta- que un día de la semana se dedicaban a follar en público. Esto es espectáculo. Y está bien, no hay ningún problema en que exista, pero el mundo del disc jockey no es esto. El mundo del disc jockey es otra cosa y el disc jockey siempre se ha caracterizado por poner un estilo u otro, unos temas u otros, en función de lo que tienes delante. La improvisación es uno de los signos distintivos del disc jockey. Creo que con tanto showman o entertainer, o como lo queremos llamar, creo que se ha perdido. Y eso es lo que yo confío en que se vuelva a recuperar de alguna manera.
P. Pasarán 60 años y seguiremos diciendo que ser disc jockey no tiene nada que ver con Steve Aoki.
R. Se ha tergiversado tanto, se ha malinterpretado tanto que, al final, a los ojos de la sociedad, el disc jockey es el que hace esto. Y entonces, a mí me avergüenza decir que soy disc jockey. Me da vergüenza decir que soy disc jockey. Y, de hecho, tengo que confesar -y esto es algo que no he dicho muchas veces en público, aunque tienes permiso para publicarlo- que, en los últimos años, cuando me preguntan a qué me dedico, no digo que soy disc jockey. Digo que me dedico a la música. Y si la otra persona que tengo delante muestra mucho interés, entonces sí le digo que soy disc jockey. A Hacienda también le digo que soy disc jockey. A la hora de solicitar las ayudas, tienes que aclarar que ejerces como disc jockey. Pero llevo años en los que, cuando la gente me pregunta, no digo que soy disc jockey. Porque, en cierta manera, me da cierta vergüenza. No quiero que se saque de contexto y que se piense que me da vergüenza a lo que me dedico, porque esto es casi un titular que espero que no utilices.
P. No prometo nada. Como titular es bueno, desde luego.
R. (Risas) Por favor (junta las palmas de sus manos a la altura de sus ojos)
P. No lo haré. Pero es un excelente ejemplo de lo desvirtuada que está la imagen del disc jockey en esto tiempos.
R. En algunos sitios…
P. En algunos sitios, sigue, sigue…
R. Y para ciertos sectores del público.
P. Que es tristemente mayoritario.
R. Al menos cuando hablamos de festivales. No tanto en clubs. Por eso yo me dedico a los clubs. Yo soy disc jockey de clubs. Los festivales son entretenimiento y la oferta de música electrónica no es tan interesante como en los clubs. A mí esa es la parte que me interesa. Lo que ocurre dentro del club, donde la música sigue siendo el vehículo.
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