El sueño de una noche de febrero
Soñar es lo que cualquiera hace al menos una vez en la vida. Soñar con ser. Soñar con tener. Soñar con amar. Soñar con reír. O quizá, sólo simplemente, soñar con vivir. Porque la vida al final es un sueño que en muchas ocasiones languidece. E incluso se torna en pesadilla. Soñar con recorrer el mundo. Soñar con vivir un cuento. Soñar con una sociedad mejor. O quizá, más utópicamente, soñar con alcanzar la luna. Soñar por Carnaval. Es lo que este lunes correspondiera en el Gran Teatro de Córdoba gracias a la primera semifinal del Concurso de Agrupaciones Carnavalescas. Una función ésta que tuviera altibajos pero sobre todo un claro protagonista: Pablo Castilla. El autor es uno de los fundamentales de la fiesta no por casualidad y es lo que viniera a confirmar con su comparsa, ‘Los soñadores’, en esta ocasión. Por cierto, la situación en cuanto a afluencia de público es para hacérselo mirar…
Poco menos de media entrada registraba el principal espacio escénico de la ciudad en torno a las 20:30, hora a la que dio inicio la primera sesión de la segunda fase de una batalla de coplas que se desluce desde el patio de butacas. Comenzó la noche con el sueño simpático de la chirigota de Rafa Cámaras. Con ‘Esto es pa ayer’ una panda de jefes un poquito, cómo decirlo, cabronasos entretuvo con uno de los mejores pases en chirigotas de la función. En sus pasodobles el grupo dedicó un mensaje poco amistoso a Vox y se rindió tributo a sí mismo al recordar su trayectoria. Para esta letra los hijos e hijas de los componentes acompañaron en el escenario. Muy buen segundo cuplé el que lanzó la formación, con guiño a otras. Ya que las movilizaciones agrarias cortan el tráfico, que lo hagan en camino desde Cañete y Almodóvar…
Soñó después la comparsa de Adri con el artista que recorrió mundo con paleta, lienzo y pincel. El creador que finalmente terminó en su tierra. Buena música y voces trajo ‘El pintamundos’, con cierta esencia a Miguel Amate, al que homenajea en su popurrí. En su tanda de pasodobles los temas fueron el acoso escolar y la libertad de la mujer. El grupo cantó con gusto antes de que sobre las tablas apareciera la chirigota de Los del Zulo, de Cañete de las Torres -precisamente-, con ‘Pa ti es la vía, primo’. En ese momento la afluencia de público en el Gran Teatro creció ligeramente. De músico callejero en la boca de un metro (tren) -ya se sabe- como tipo, el conjunto cerró un pase divertido sobre todo en el popurrí. Quizá faltó algo más de gancho en los cuplés. Correcta fue su actuación, que venía a preceder a la que se convirtió, a la postre, en la mejor de la primera semifinal. De largo además.
Soñar. Soñar con aquel 1983 en que comenzó el Concurso. Soñar con quienes ya un tiempo antes daban vida a agrupaciones. Soñar con una copla. Soñar con Carnaval. Es lo que hizo como precursor y lo que ahora hace como referente Pablo Castilla, que esta vez fue un paso más allá de lo que acostumbra. Su idea es ‘Los soñadores’ y con ella defiende un magnífico repertorio. Pero además goza de una brillante escenografía, una música cautivadora -sobre todo de la guitarra de Chaparro- y un perfecto conjunto de voces. La presentación y el popurrí son delicias pero este lunes el cañonazo llegó en la tanda de pasodobles. El primero sirvió al autor para elogiar a su barrio, el Campo de la Verdad, pero también para recordar que “abandonado de siempre se siente por nuestra ciudad”. Verdad como un templo. El segundo…
Tres cuartos de entrada probablemente se daban en ese momento en el Gran Teatro, que Pablo Castilla estremeció con su genial pluma. El autor lanzó un pasodoble de los que marcan época. Versó sobre la violencia de género pero de una forma muy distinta a la acostumbrada. Lo hizo desde la perspectiva del niño que despierta a su madre, o eso pretende, para ir al colegio, sabedor de que la noche anterior recibió maltrato por parte de su padre. “Madre que me estás asustando, madre que me estás asustando”, terminó la copla tras un relato de valentía infantil y crudeza de hogar roto. El silencio cortaba el aire hasta que acabó el tema, cuando la generalidad del público finalizó en pie con una sonadísima ovación. Erizada la piel en el sueño de una noche de febrero de la comparsa del veterano carnavalero del, por supuesto, Campo de la Verdad.
Al fin parecía entrar en calor el auditorio, lo que sucedió con la chirigota del Barrera, de Almodóvar del Río. Esta vez acudía la siempre desenfadada agrupación con ‘Bonito no se te ve’. Tocaba soñar con un cuento aunque distinto al conocido. Los personajes de La bella y la bestia el grupo cuco hizo reír al respetable que en un primer pasodoble escuchó una muy buena crítica a la sociedad actual -“si ése es tu mundo perfecto, yo viviré en mi cuento”-. En el segundo de la tanda reivindicó cantar a Córdoba sin que de por medio tenga que existir un premio económico a la mejor letra en este sentido -“no te canto por dinero”-. Papel destacado de este conjunto, que precedió a la comparsa de Montalbán. Esta formación defendió ‘Los poetas malditos’ con buena música y voz pero con un Gran Teatro que comenzaba a vaciarse. Tiró dos buenos pasodobles y sobre todo incluyó una muy acertada y emocionante cuarteta en su popurrí dedicada a insignes autores del Carnaval de Córdoba.
La noche se tornaba madrugada -del día siguiente, este martes- y definitivamente la asistencia de público se reducía sobremanera. Todavía la chirigota del Chache contó con una afluencia casi decorosa. La agrupación de otro de los grandes de la fiesta de febrero en la ciudad volvió a las tablas con ‘Pa pegos… la Justa’. El escenario era del Medioevo y en él se escuchó un segundo pasodoble que exigió más mano dura contra los violadores. Los cuplés estuvieron dedicados al Satisfyer, el cacharrito ése que sirve para… hasta aquí se puede escribir -y leer-. Tras este grupo tocó cierre de sesión, ya con bastante atraso sobre la hora fijada. El telón cayó después de que la comparsa de Granada ‘El alcalde’ ofreciera una notable actuación musical y vocalmente y también en repertorio. Notable fue la tanda de pasodobles, así como el detalle del segundo cuplé, en el que el grupo explicó lo que necesitaba para llegar a la final “en la tierra del Califato”. Lástima que a esa hora, cercana la una, fuera medio centenar de personas el que viera y escuchara desde las butacas. Sonrojo, honestidad del conjunto nazarí y afectuosa respuesta de quienes por allí quedaban.
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