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Sandoval, dicho y hecho

Sandoval, en el banquillo de El Arcángel en el partido ante el Lugo | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Desde las últimas tres jornadas del campeonato pasado no experimentaba el Córdoba una sensación similar: tres victorias consecutivas. En aquella ocasión se trató de encuentros de cierta importancia -más moral que clasificatoria, aunque la permanencia no estuvo matemáticamente agarrada hasta la penúltima fecha-, pero ahora todas las citas tienen la etiqueta de vitales. El equipo lleva varios meses metido en puestos de descenso y trata de salir de ahí de modo desesperado. Necesita ganar y hacerlo muchas veces. Como sea. “No quiero el juego bonito, quiero ganar”, insistió Sandoval en la sala de prensa después del triunfo en El Arcángel ante el Lugo. El tercero seguido. Un nueve de nueve que confirma que la reacción se ha producido y está en marcha. ¿Podrá conseguirlo? “Humildad total”, dice el técnico de Humanes, bajo cuya dirección se ha producido una mutación futbolística y mental en un equipo que está desatado.

Con Sandoval, el Córdoba ha conseguido 9 puntos sobre doce posibles. Solo perdió el primer partido con el madrileño, que jamás había caído derrotado en ningún debut en cualquiera de los clubes que aparecen en su expediente profesional. Fue ante el Granada, por 1-2. Desde entonces, la cosecha ha sido total. Triunfos ante Valladolid (2-1), Alcorcón (1-2) y Lugo (1-0). Una racha abierta que ha devuelto la esperanza al cordobesismo. Para la visita al Nástic hay ambiente. Volverá la caravana de valientes a la carretera para apoyar a un Córdoba que busca un episodio más en su resurrección. “Los jugadores se lo creen”, apuntó el preparador, que está exprimiendo sus dotes como motivador con el mejor de los apoyos: los resultados.

Los futbolistas creen en lo que ven. Y el periodo de Sandoval está siendo, por fin, fructífero. Tres victorias en cuatro partidos. En la etapa de Luis Miguel Carrión, el equipo blanquiverde necesitó diez jornadas para amarrar tres alegrías. Fueron, obviamente, insuficientes. El catalán fue despedido tras una derrota humillante ante el Nástic de Tarragona (1-5) en casa. Con Merino todo fue a peor. La llegada del linense no solucionó nada. Ninguna victoria en siete partidos y el Córdoba, definitivamente, consolidado como candidato al descenso por deméritos propios. Después llegó el remedio casero, Jorge Romero, con el que hubo una mejora. Dos victorias en nueve partidos. Otra goleada (5-1 en Tenerife) puso fin a la etapa del joven cordobés en el banquillo. Con el club recién salido de la convulsa etapa del cambio de propiedad llegó Sandoval: tres de cuatro. Un promedio de 2'25 puntos por partido.

El efecto Sandoval se ha dejado sentir. Pese a las dificultades de armar de nuevo al equipo con una avalancha de fichajes -con su correspondiente batería de bajas- y en medio de un clima volcánico por el turbulento cambio de propietarios, el entrenador ha sacado a relucir sus mejores recursos como veterano para lidiar en un panorama horrible. Ha rescatado a futbolistas que parecían inservibles, ha dotado al grupo de un sistema de juego eminentemente práctico y ha encendido, con la chispa de los resultados, la ilusión de un cordobesismo que se maneja como pocos en esta clase de escenarios de alta intensidad emocional.

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