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Pierini, uno di noi

Pierini, en la celebración del ascenso a Segunda en 2007 | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Un par de emoticonos con sonrisas para contestar el primer mensaje. “Hola. Ahora hablamos, voy conduciendo”. Sabe que el Córdoba juega contra la Sociedad Deportiva Huesca y también sabe que, como cada vez que ambos clubes cruzan sus caminos, al cordobesismo le viene a la memoria una imagen impactante: un gol suyo en El Arcángel que abrió el camino de la salvación en 2007. Porque un ascenso a Segunda viene a ser lo mismo que una permanencia en el panorama del fútbol profesional. Un seguro de vida o de subsistencia, uno de esos títulos para humildes que dan sentido al amor de una hinchada. Alessandro Pierini (Viareggio, 1973) sabe mucho sobre esto. Esta temporada trabaja como segundo de Alessandro Calori en el Trapani, de la Serie C -Tercera Division- de Italia, donde anda peleando por el ascenso contra históricos en desgracia como el Lecce y el Catania. Tiene la mente ocupada en su carrera en los banquillos, pero el tiempo se detiene cuando le mencionas ese gol al Huesca y aquel día en Córdoba. “Es uno de los recuerdos más bonitos que llevo en mi corazón”, confiesa.

En junio de 2007, con una grada supletoria instalada para acoger más público en un estadio en obras, Pierini provocó una de las explosiones de júbilo más impresionantes que se recuerdan en el recinto ribereño. A los dos minutos del Córdoba-Huesca, el central consiguió conectar un cabezazo imperial para marcar un gol que despejaba el horizonte para los suyos. En la segunda parte, Guzmán Casaseca hizo el 2-0 que el Córdoba defendió con acierto en El Alcoraz, donde empató (1-1) y certificó su retorno a la categoría de plata, que desde entonces ya no ha abandonado. “Recuerdo la gente que había en el estadio esperándonos a la llegada. También recuerdo la tensión que se respiraba en el ambiente, pero también la confianza en poder lograr un objetivo que hasta poco antes parecía muy difícil”, rememora el toscano, que admite con emoción que “Córdoba y el Córdoba siempre serán mi segunda casa”, porque “el cariño de la gente de la ciudad es algo que difícilmente se encuentra y por eso se te queda dentro”.

Pierini fue un futbolista que llegó al Córdoba de un modo casual en el mercado invernal del infausto curso 04-05 y terminó convirtiéndose en un mito del cordobesismo. Es el extranjero que más partidos (150) ha jugado con la camiseta blanquiverde y se retiró en Segunda A, como capitán. En el club experimentó sensaciones al límite. Lloró por un descenso y rió por un ascenso. Disfrutó de los sueldos altos y de los recortes. Conoció los campos de Baza, Villanueva de Córdoba, Cerro de Reyes… Un tour por el fútbol profundo que ejerció en él una fuerza estimulante. Cuando el Córdoba salió de la Segunda B, aquel año en el que Javi Moreno era el estandarte, Pierini continuó jugando a un nivel notable. El equipo, fiel a su costumbre, seguía sufriendo para encadenar salvaciones apuradas. En la última temporada como futbolista en activo quedó demostrado de qué pasta está hecho El Tano. Con 35 años cumplidos, fue titular indiscutible y actuó en 39 de las 42 jornadas. Marcó, además, seis goles. Los mejores números de toda su carrera profesional. Su entrenador por entonces era Lucas Alcaraz, precisamente aquel que tuvo en el Racing de Santander y que en su día le abrió la puerta para que se marchara al Córdoba.

“Estoy siguiendo el equipo y sé que ahora las cosas van mejor que antes”, explica Pierini, que conoce todos los avatares del Córdoba en los últimos tiempos. “Lo más importante es que por fin hay un presidente que quiere el bien del club y de la ciudad. La cercania entre club y aficion es fundamental, siempre lo ha sido y lo será tambien esta temporada para lograr la permanencia”, resalta el exjugador, quien lanza un mensaje de esperanza y una receta: “Estoy convencido de que se puede, porque estando todos unidos es posible. Deseo a todos los que están trabajando en el club, empleados, jugadores, consejeros y presidente, que puedan conseguir la permanencia”, declara Pierini.

Este Córdoba-Huesca llega con los protagonistas en otras circunstancias. Cuando él estaba, hace una década, ambos peleaban por llegar a Segunda. Ahora, los blanquiverdes bracean para no volver a Segunda B y los azulgranas sueñan con la Primera División. Él lo seguirá desde muy lejos, pero con el corazón puesto en El Arcángel, ese estadio que un día coreó su nombre y que le rindió un conmovedor homenaje el día que se marchó. Allí estuvieron sus hijos. Nicolás, con 19 años, es un extremo que ya ha sido internacional en categorías inferiores con Italia y debutó en la Serie A con el Sassuolo. Muchos se acuerdan de verle corretear, con ocho años, defendiendo en prebenjamines el escudo del Córdoba CF, un club en el que su padre es un trozo de historia.

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