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¿Qué película van a contar en el Córdoba a partir de ahora?

La afición cordobesista durante el Córdoba-Ponferradina. FOTO: MADERO CUBERO

Paco Merino

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Con ocho partidos por delante y el objetivo del 'play off' como una quimera, el club chapotea en su peor crisis de imagen

Eran nueve finales y quedan ocho. Matemáticamente aún es posible. Mientras hay vida, hay esperanza. El resultado no responde con justicia a lo que sucedió en el campo. El Córdoba jugó decentemente pero no marcó un gol. Hay que seguir mirando hacia adelante. Estupendo. Seguramente ése sea el estado de ánimo oficial, pregonado desde la red de medios del club para mantener encendida entre su clientela la ficción de poder jugar el play off de ascenso a Primera División. Quien se atreva a deprimirse -y más aún, a decirlo en público- o a cuestionar el proyecto actual del Córdoba Club de Fútbol Sociedad Anónima Deportiva será etiquetado de inmediato como enemigo de la causa. Pero el grupo de indignados va camino de transformarse en legión. Hay que remontarse bastante lejos para asistir en El Arcángel a una protesta global como la que se ha producido en el duelo ante la Ponferradina, que se llevó los tres puntos y dio un bocado mortal a la escasa ración de ilusión que le quedaba por consumir a un cordobesismo que, definitivamente, explotó contra todo.

Los cánticos contra los jugadores, la directiva y hasta el director de comunicación -y pieza clave en las decisiones “corales” para fichar- retumbaron en la calurosa mañana de un domingo con tufo a fin de ciclo. Ya no está Berges como parapeto y diana fácil de los enojados. Ahora los dardos van para otros. Los nombres de Carlos González y Alfredo Duro formaron parte de los jocosos pareados que surgían de una grada desencantada. “Esnáider, vete ya”, gritaban en una escena de lo más surrealista. El pobre entrenador, recién llegado a esta sartén hirviente y sin saber a dónde mirar, se preguntaría en qué tipo de fregado le han metido sus amigos. Menudo debut. El argentino ha sido el primer entrenador en la historia del club al que le piden que se vaya el mismo día de su estreno. Vaya papelón. Luego dijo ante los periodistas que hay que seguir, que hay que agotar las opciones. Hizo el discurso que le dictaban la prudencia y la profesionalidad. Está en un sitio desconocido y se encuentra con una bomba con la mecha encendida entre las manos. Si buscaba un sitio para madurar como entrenador, aquí lo tiene y bien bueno. Tendrá que convencer a todo el mundo -y necesitará ayuda para ello, fundamentalmente de los jugadores- de que es posible un milagro. Porque tanto los aficionados que abandonaban silenciosamente sus asientos después del gol encajado como los que se quedaron para desahogar su frustración con lemas irreproducibles saben, porque son consumidores de este veneno llamado Córdoba, que lo que viene a partir de ahora es un menú de sobras.

¿Qué película va a contar el Córdoba a partir de ahora? Dado que el aspecto que viene mostrando el equipo en las últimas semanas -y que no mejoró sustancialmente ante la Ponferradina-, quizá sea conveniente centrarse en amarrar los cincuenta puntos de rigor y enseñar por debajo de la puerta la patita de algún fichaje que esté por venir. Aunque, para qué engañarnos, lo que verdaderamente tiene inquieta a la parroquía blanquiverde es la lista de los que se van a marchar. La mayoría de ellos son los encargados de repetir la hazaña del curso pasado, dejándose el pellejo y el alma por una institución a la que dejarán de pertenecer de derecho dentro de un puñado de semanas. Hay que ser un ultraprofesional, un loco o ambas cosas para exprimirse al máximo en unas circunstancias como las presentes. Vamos a ver qué pasa. De hecho, ya se está viendo.

La impresión de que todo ha terminado, de que sólo queda desgranar con desgana las jornadas hasta que llegue el pitido final, resulta insufrible. Puede que aún existan optimistas patológicos que entiendan que es posible revertir este escenario lánguido, con aroma de frustración y con un puntito de envidia a los vecinos, pero sin duda no ayudan nada espectáculos como el de hoy. Los únicos goles que se cantaron fueron el que un aficionado que le marcó a Koki en el intermedio y otro del filial de Tercera en el campo del Cabecense, anunciado por el videomarcador. Luego marcó la Ponfe y un sector del público, en una actitud de cruel choteo, vitoreó y piropeó con olés las acciones del equipo visitante. Los del Bierzo son como el Córdoba del año pasado. Tienen a un goleador reconocible, Yuri, que es primo del ex blanquiverde Charles. También cuentan en el banquillo con un ex jugador del Deportivo de La Coruña, Claudio Barragán. La mayoría de sus jugadores están firmando la mejor temporada de sus carreras en un club en estado de gracia, al que todo le sale bien porque lo intenta sabiendo que no tiene nada que perder. Es un pobre venido a más, un club estimulado por su propio éxito. El Córdoba, por desgracia, vuelve a parecerse mucho a sí mismo. Demasiado.

El mejor argumento con que cuenta el Córdoba para lidiar situaciones como la actual es que cualquier comparación con el pasado convierte las penurias presentes en algo casi idílico. El éxito y el fracaso son, ya saben, hechos relativos. Lo que el Córdoba ha vivido ante la Ponferradina en El Arcángel, con toda su dramática apariencia, no sería sino una excelente temporada hace muy poco tiempo. Este Córdoba es peor que el de ayer pero mejor que el de antesdeayer. No se extrañen de que en los próximos días vuelva a salir alguien para recordar, con un deje de chulería, el número de años que la ciudad lleva sin ver a su equipo en Primera División. Son tantos ya que uno más no debe importar demasiado.

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