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Ecos de Tokio: Rafa Lozano, el púgil de la doble medalla

Rafa Lozano, tras un combate en Sidney 2000.

Rafael Ávalos

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Su estreno tiene lugar cuando la vida tiene todavía mucho de analógico. Casi todo por mucho que los vídeo juegos, por ejemplo, ya causaran un primer furor entre los niños y los no tan niños. Nada de Internet, de DVD o de MP3 hay en ese momento, en el que comienza a despuntar. Pero en realidad es el encargado de ilusionar no sólo a toda la ciudad sino al país al completo durante los primeros años de transición hacia la nueva era tecnológica -a la que, cierto es, aún le queda mucho por llegar definitivamente-. No en vano, sus mayores logros sobre el cuadrilátero en el panorama no profesional son los que alcanzara a las puertas del nuevo siglo. Y no son baladíes los éxitos del púgil de San Pedro. Es Rafa Lozano, o si se prefiere -y casi es mejor- el Balita. Tal que ese boxeador que se convirtiera en el primer deportista cordobés en conseguir más de una medalla olímpica -antes de la explosiva irrupción de Felipe Reyes-.

Apenas 22 años tenía cuando dio sus primeros golpes en el ring en la más importante cita deportiva del planeta. Fue en los todavía hoy considerados mejores Juegos de la historia reciente, los de Barcelona 92’. De aquel evento, que fue uno de los motores de España hacia el progreso, suele recordarse casi de manera única, y es lógico en cierto modo, la medalla de oro que conquistó Rafa Berges en fútbol con la Quinta del Cobi. Pero no fue el único deportista de la provincia -y de la capital en estos dos casos- que alcanzó grandes cotas competitivas. El otro fue un joven Rafa Lozano, que no tuvo la opción de luchar por el podio pero sí dio aviso de lo que era capaz. Tanto fue así que obtuvo un diploma olímpico después de caer en su tercer combate. La derrota le llegó ante el cubano Rogelio Marcelo y a los puntos, igual que antes se impusiera a Fana Thwala (Sudáfrica) y Eric Griffin (Estados Unidos).

Con todo, su estrellato no se había producido definitivamente. Hubo que esperar, está claro, cuatro años. Los Juegos Olímpicos cambiaron de continente y pusieron rumbo a Estados Unidos. En 1996 el turno fue para Atlanta, lo que provocó uno de los desfases en el reloj que tanto gustan a los amantes del deporte. Con seis horas de diferencia, la cita se desarrolló de manera bastante más discreta que la precedente, no así para los intereses del Balita. Rafa Lozano no se conformaba ya con un diploma. Quería más, y a por ello fue. Derrotó al namibio Joseph Bernhard en su estreno en Estados Unidos y después hizo lo propio ante el sudafricano Masibuiele Makepula. Si superaba su tercer combate entraba en la pugna por un metal. Y lo consiguió: venció al indonesio Masara La Paene y ya pensaba en alcanzar la final. Sin embargo, en su camino se cruzó el filipino Mansueto Velasco, que le superó a los puntos -igual que él  ganó antes- y tuvo que dar por bueno -lo que son las cosas- el bronce.

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Pero a Rafa Lozano le quedaba todavía mucho más por dar -no sólo literalmente- en el cuadrilátero y con rango de aficionado. Tenía el sueño de obtener el triunfo en una cita olímpica y por éste lucho. Muy cerca estuvo de hecho. Ocurrió cuatro años después, en los Juegos de Sidney 2000, con otra distancia horaria no poco significativa. Se lo impidió el francés Brahim Asloum. Aunque también ayudó la decisión de los jueces, quizá con dificultad por su ubicación para ver determinados golpes. El Balito dejó atrás al filipino Danilo Lerio, al keniata Suleiman Bilali y al norcoreano Kim Un-Chol para ir directo a la gran pelea. Muy entrada la madrugada en España fueron muchos los que siguieron pegados a la televisión para vivir con ilusión la opción de oro del cordobés. Todo estuvo muy igualado entre el Balita y el púgil al que se enfrentaba, que terminó por subir al primer cajón del podio a los puntos. La resolución no estuvo exenta de polémica, de forma que permanece en el recuerdo como lo que probablemente debió ser y no fue.

Más allá del escozor que pudiera provocar el adiós a la medalla más valiosa, para la posteridad quedó el trayecto olímpico del boxeador de San Pedro -en peso de menos de 48 kilógramos, por cierto-. No en vano, Rafa Lozano fue el segundo deportista de la provincia que se colgaba un trofeo en unos Juegos y, además, el primero que lo hizo por dos veces. A ello hay que unir, que no se olvide, el rememorado diploma logrado en Barcelona 92’. En 2001, con 31 años, el Balita entendió que había llegado la hora de pasar a la categoría profesional. También en ésta cosechó diversos éxitos, aunque no pudo resarcirse ante Brahim Asloum. El francés le derrotó en el combate por el título intercontinental de la Asociación Mundial de Boxeo en 2006. Tras su retirada no abandonó los cuadriláteros, en los que continúa.

El cordobés se convirtió en técnico de la selección española de boxeo, con la que ya acudió a alguna cita olímpica -como Río de Janeiro 2016- y miraba a Tokio 2020, los Juegos aplazados por la pandemia de Covid-19. Su faceta de entrenador la desarrolló también con su hijo, Rafa Lozano júnior, que siguió los pasos del púgil de la doble medalla. El joven boxeador comienza, por cierto, a mostrar que de la casta le viene al galgo, como dice el refrán. Sin ir más lejos, en diciembre de 2019 se proclamó campeón de España júnior con la selección andaluza.

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