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Crónica

La historia pide una más

Luismi celebrando su gol ante el Ebro

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Otra tarde grande a orillas del Guadalquivir. De nuevo el ambiente de fútbol volvía a rondar a la afición cordobesista entre semana, aunque al fin con aroma de casa. Y es que la Copa RFEF aterrizaba en El Arcángel por primera vez y lo hacía además para el ilusionante choque de semifinales frente al CD Ebro. Una cita histórica para el Córdoba, que estaba a un paso de colarse en la final por un título nacional. Ahí es nada. Es por ello que esas ganas se palparon en el ambiente desde bien temprano. Ni el frío -aunque más tímido que otros días- ni el horario intersemanal impidió a la parroquia blanquiverde preparar la contienda como lo que era, un encuentro inolvidable en forma y fondo. Eso sí, había que cumplir y se hizo.  

Un partido que se inició como se esperaba, con la efervescencia cordobesista en un planteamiento inicial ambicioso y en el que eran los locales los que buscaban proponer. Una presión alta se tradujo en unos primeros compases intensos y generando dudas en el rival. Ahí se dieron las primeras internadas peligrosas por bandas de la mano de De las Cuevas, Perdomo y Fuentes, aunque sin oportunidades reales de gol en los diez primeros minutos de partido. Con todo, precisamente en ese intervalo se produjo la primera ocasión franca. Un pase al hueco de Adri Fuentes acabó en los pies de Casas quien, tras recibir, empaló un duro disparo que, sin embargo, se encontró con los guantes de Rubén.

En contraposición, sería en el 13’ cuando el Ebro dispuso de su primera oportunidad. En un saque de esquina botado al primer palo fue Meseguer el que apareció para dar continuidad con su remate directo al segundo palo, pero ahí se topó con el poste. Primer susto para una grada que poco a poco se iba quitando el frío y entrando en un tono más festivo. Y tal que así enardeció el ambiente gracias a una jugada de pillo de Antonio Casas, el cual se aprovechó de un pase muy flojo de un zaguero maño hacia el meta para interceptar el esférico. Sin embargo, el rambleño no logró atinar con la dirección correcta en un golpeo prácticamente sin ángulo.

Sin duda, el joven ariete cordobés se mostró como el más incisivo durante el primer tramo del choque, sabiendo generar peligro a la espalda de la defensa, y sumando alguna que otra ocasión más, entre las que incluso se encontró con el poste en otra acción escorada a banda. Por contra, el Ebro iría también, aunque más tímidamente, acechando la meta de Carlos Marín. Fue Altube a la media hora quien probó fortuna otra vez con un remate de poste a poste, pero ahora éste se marchó por alto.

El partido entró entonces, concretamente a partir de la media hora, en una fase mucho más relajada. El Córdoba seguía siendo el claro dominador de la situación, aunque ahora sin la fluidez y la verticalidad de los primeros minutos. Y es que el duelo pasó a un contexto de mayor dureza, en el que fueron acumulándose varias acciones al límite de lo legal. Pero ninguna fue más allá que la mera falta. Y entre internadas fallidas del Córdoba e intentos frustrados de reacción del Ebro se alcanzó el tiempo de descanso con empate sin goles. 

La reanudación sería tanto o más favorable para el Córdoba como el arranque de partido. De hecho, a los pocos segundos Fuentes se aprovechó de un pase filtrado de De las Cuevas, aunque el disparo del delantero salió muy centrado y lo detuvo bien Rubén. Las rotaciones propiciaron un escenario en el que, si bien el Córdoba encontró otra vez la vía para generar el peligro, fue el Ebro el que creció progresivamente ante diversos errores de los blanquiverdes, que en determinados momentos comenzaron a pecar de nerviosismo.

Hasta la entrada de Luismi. El extremo aportó en la recta final la chispa necesaria que necesitaba el equipo en su fase más compleja. La velocidad del extremeño permitió que el Córdoba pudiera entrar de nuevo en esa dimensión de los grandes espacios. Aunque por momentos muy concretos, pues el Ebro había decidido por aquel entonces encerrarse en su campo y buscar el ataque únicamente a la contra. Sin embargo, en una internada de Javi Flores logró atraer lo suficiente a la defensa para habilitar a Luismi en la banda, quien recibió el pase del de Fátima y la puso con toda su fuerza en la esquina más lejana del portero. El grito de rabia retumbó en todo el estadio. 

Los últimos diez minutos de partido fueron de serenidad sobre el césped y fiesta en las gradas. El momento de la celebración se iba acercando, aunque el Ebro todavía no había dicho su última palabra. Un disparo a la cruceta heló por unos instantes a una parte de la afición, aunque más allá de eso y una última ocasión muy peligrosa de Julio Iglesias, el partido no tuvo más picante en las áreas. El pitido final fue la sentencia de que la historia sigue presente en clave cordobesista. Y ahora tiene la oportunidad de escribir una página inolvidable. Ponme otra.  

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