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REPORTAJE

El último vuelo del avión que quiso ser icono cultural y fue símbolo de un fracaso

El Avión de Miraflores.

Juan Velasco

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Fue un regalo envenenado, un quebradero de cabeza, un icono vandalizado y ocupado y, por qué no decirlo, una imagen turística para una ciudad llena de iconos patrimoniales. Cualquier cosa antes que lo que se pensó que debía ser. Eso ha sido el avión de Miraflores, una aeronave de 33 toneladas de peso, anclada en una de las mejores zonas de Córdoba, y que está a punto de iniciar su último vuelo lejos del lugar donde lleva instalado desde hace 13 años.

El anuncio hecho este miércoles por el Ayuntamiento de Córdoba de que va a proceder a desmantelar el avión de Miraflores puede toparse aún con jaleos administrativos, si bien lo que manifestó la concejala de Juventud, Cintia Bustos, es la voluntad inequívoca de poner punto final a una iniciativa cultural que arrancó en 2009 con la cesión de una aeronave abandonada en el Aeropuerto al Consistorio, y que ha vivido aventuras de altos vuelos, pese a que físicamente permanecía aterrizado en Miraflores.

El avión de Miraflores es, en realidad, una aeronave Douglas DC7-C. Un prototipo fabricado a mediados de los años 50 del pasado siglo y uno de los 338 aviones de su tipo que surcaron los cielos. Un modelo que no llegó a triunfar porque, casi al mismo tiempo, irrumpió el Boeing 707, que cambió la aviación comercial para siempre, de manera que muchos de estos aviones acabaron usándose en la extinción de incendios.

Dos aviones abandonados en el Aeropuerto

En Córdoba también ocurrió así. El DC7-C llegó en los años 90 procedente de Arizona, cuando una empresa cordobesa adquirió dos modelos con la intención de conseguir contratos para la extinción de incendios para el Infoca. Aquellos dos aviones, sin embargo, acabaron siendo embargados y abandonados en el Aeropuerto de Córdoba. Y, cuando el Ministerio de Fomento, anunció el hallazgo en el año 2009 de estas dos aeronaves, acudió a comprarlas Francisco Agulló, un piloto suizo de origen español, con un gran interés en los aviones antiguos. Se hizo con ellos con la intención de donarlos. Uno se lo cedió al Museo de Aviación de Francia y el otro se lo cedió al Ayuntamiento de Córdoba, entonces gobernado por IU.

La donación se formalizó concretamente el 8 de octubre del año 2009 y Agulló ponía como condición para su cesión que el avión se destinara a uso cultural y que, de no llegar a materializarse el proyecto en el plazo de dos años, revirtiera de nuevo a su propiedad y se le indemnizara por los daños y perjuicios que pudieran causar. 

¿Por qué un avión con uso cultural? Pues lo cierto es que la iniciativa tampoco era muy novedosa, como luego veremos. Para empezar, incluso la misma aeronave, el avión DC7, tenía historia como espacio de ocio y cultura. Ocurrió en la playa de la localidad valenciana de El Puig, entre los años 1981 y 1984. Allí se instaló un avión del mismo modelo que el de Miraflores y se convirtió en discoteca para los locales y turistas que visitaban el litoral mediterráneo, según se puede ver en la web del Aeropuerto de Valencia.

El proyecto 'Circular': un avión y dos autobuses

En Córdoba se quiso ir un paso más allá. El proyecto inicial se llamó Circular. Detrás estaba, entre otros, el artista Solimán López, hoy conocido mundialmente por su introducción de la tecnología NFT en el mundo del arte, y que, en aquella época, residía y trabajaba en Córdoba. Circular aspiraba a promover la cultura a través de la adaptación del avión y de dos autobuses fuera de circulación como contenedores culturales en los que expondrían los artistas emergentes de Córdoba.

El avión iba a ser destinado a la producción audiovisual (su interior iba a estar equipado con ocho pantallas de 32 pulgadas en los laterales y dos de 47 pulgadas en la cola e iba a contar con una mesa para disc jockey), uno de los autobuses para la música y las artes escénicas, y otro para la pintura y las artes plásticas.

Todo el proyecto rápidamente se incardinó en los preparativos de la candidatura de Córdoba como Capital Europea de la Cultura en 2016, algo que nunca llegó a conseguirse y, de hecho, en el documento ya se hablaba de vincular su uso a iniciativas que surgieron en aquellos años y que hoy siguen vivas como Cosmopoética o La Noche Blanca del Flamenco. 

Así que el DC7 (un gran nombre para un club de música, por cierto) acabó despegando hacia Miraflores, aunque llegara por tierra, en una llamativa comitiva de motos, coches antiguos y un dispositivo de seguridad con decenas de agentes por las principales avenidas de la ciudad. Una fiesta que, vista hoy, parece de otros tiempos.

Un traslado de 130.000 euros y que llegó con acusaciones de plagio

El traslado, de hecho, costó 130.000 euros, según la prensa de la época, y tuvo lugar el 19 de marzo de 2011, con una comitiva que capitanearon los entonces concejales Rosa Candelario, José Joaquín Cuadra y Ana Moreno, quienes, tan solo tres meses después dejaron su plaza en el Ayuntamiento, cuando se produjo el vuelco que llevó al Gobierno de José Antonio Nieto (PP) con mayoría absoluta. 

Los vecinos de la zona, curiosamente, ya advirtieron entonces de que el proyecto ni había respetado el proceso de participación ciudadana, ni tenía sentido activarlo en un momento en el que había enorme déficit de equipamientos en los barrios. Aun así, el avión se posó en esa pequeña montaña de Miraflores aquel 11 de marzo de hace trece años.

Y, solo unos días después, llegó una de las primeras polémicas. El artista de Huesca Eduardo Cajal denunció que todo el proyecto del avión como contenedor cultural había sido copiado de uno que impulsó en 2005 junto a la artista Mercedes Lienas y dos arquitectos, y que presentaron la feria de arte Arco. Según aseguraba Cajal, el artista Solimán López, uno de los promotores de Circular, llegó a viajar a Huesca en 2008 y allí le contaron todos los pormenores del proyecto de avión cultural, que resultó muy parecido al que se anunció en Córdoba sólo unos meses después.

López, sin embargo, intervino entonces para recordar que el proyecto del avión como contenedor cultural no fue idea suya, sino que fue un encargo del Ayuntamiento de Córdoba, además de puntualizar que él no llegó a percibir remuneración alguna por esta iniciativa.

El proyecto hostelero

El cambio de gobierno a nivel municipal, sin embargo, hizo que el avión se viera más como un regalo envenenado. Apenas unos meses después de llegar al Gobierno, el PP buscó otro enfoque. Ese enfoque pasó por aceptar la propuesta presentada por la entidad Balcón de Córdoba, que buscaba la conversión de la aeronave en un recinto de ocio completo aunque mucho más orientado a la gastronomía, al que se iba a añadir un auditorio con capacidad para 450 personas.

Era una propuesta que, en realidad, ya había tanteado con el anterior alcalde, Andrés Ocaña (IU), y que Nieto aceptó, aunque nunca se llegó a ejecutar. No hubo auditorio ni nada que se le pareciera. Uno de los promotores, Alfredo Romeo, explicó que, con el cambio en la Alcaldía, “la parte cultural del pliego se perdió”. “Además el consistorio no apoyaría a los empresarios con 250.000 euros, como sucedía en el primer pliego, sino que todo lo tendría que poner el empresario”, aseguró.

De todo aquel proyecto sólo sobrevivió el restaurante Mirador del Río, que abrió sus puertas en el año 2013, y que hoy sigue activo. Con la parte cultural anclada, el avión acabó teniendo un uso “social” inesperado: el de refugio para personas sin hogar, que lo han ocupado en varias ocasiones durante años. Tanto es así, que en 2016, los herreros del Ayuntamiento soldaron las puertas de acceso al interior de la aeronave para sellarlas e impedir nuevas ocupaciones. Además, se convirtió en objeto de pintadas y algunos actos vandálicos.

En esa época ya se había producido un nuevo cambio de Gobierno, con la socialista Isabel Ambrosio como alcaldesa, e IU de nuevo en el Gobierno. Sin embargo, el avión siguió siendo un photocall ocasional y no algo vivo. Con el cuarto cambio de gobierno (en la historia del avión, se entiende), y ya con José María Bellido como alcalde del PP, la cosa tampoco cambió.

De hecho, en 2019, apenas unos meses después de llegar al Gobierno, el PP anunció su intención de retirar la aeronave de ese lugar. No pasó aquello de los titulares de prensa, puesto que, en 2021, allí seguía y pudo celebrar su décimo aniversario como mamotreto sin uso ni proyecto cierto en el horizonte, aunque en 2022 amagaran con volver a sacar a licitación el proyecto cultural. Fue otro globo sonda. A principios de marzo de este año, un incendio en el interior de la aeronave devolvió el avión a los periódicos y volvió a evidenciar la incapacidad (o la falta de ganas) municipal de dotarlo del uso para el que se pensó.

Finalmente, este miércoles, el Ayuntamiento ha anunciado que el avión va a despegar de Miraflores para siempre, aunque está por ver cuánto va a costar y quién se va a hacer cargo del desmantelamiento de esta aeronave de 33 toneladas que nació como icono cultural y ha acabado siendo el símbolo de un fracaso.

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