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Juan Velasco

4 de julio de 2021 06:00 h

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El pasado lunes 28 de junio se cumplieron diez años de aquel KO técnico que mandó al sector cultural de Córdoba a la lona en el último minuto del último asalto por la Capitalidad Cultural Europea. En EE.UU. hay toda una cultura en torno al fracaso, la del fail fast como condimento de los éxitos. En Córdoba, sin embargo, el golpe de aquel sueño fue agónico, como a cámara lenta, y los ecos de aquella decepción todavía resuenan entre los actores culturales de la ciudad.

Nadie presagió mejor que Antonio Gala lo que supuso para Córdoba aquel fiasco. Fue en Madrid, en 2009, dos años antes del chasco, en un acto que concitó a medio millar de personas y en el que el escritor puso la lupa en la ironía de que una ciudad milenaria, historia pura, cultura viva, tuviera que ir a Madrid a “pedir limosna”. “Si Córdoba aún no ha sido capital de Europa, es que Europa es gilipollas”, sentenció entonces Gala.

Dos años después de aquello, la cara de gilipollas se hizo carne en Córdoba. La periodista y escritora Marta Jiménez todavía recuerda los rostros del personal cuando el jurado designó a San Sebastián como Capital Europea de la cultura 2016, dejando fuera a Córdoba, pero también a Las Palmas, Segovia y Zaragoza. 

“Durante la comida, horas antes de la gala, de repente empezaron a sonar teléfonos. Se había filtrado desde el ministerio que Córdoba era la ganadora. Los que estábamos allí, en Madrid, en pleno barrio de Chueca, estábamos de subidón. Y así estuvimos hasta que, diez minutos antes del acto, me encontré con Elena Medel, que con la cabeza me dijo que no”, recuerda ahora la periodista, que escribió junto a la poeta el libro Cordoba 2016: el viaje a ninguna parte.

Concesión política, irregularidades y recursos juridicos

Un libro cuya génesis está en aquellas tres horas que transcurrieron entre la comida y el acto de designación de San Sebastián como Capital Cultural Europea. “Aquella es la semilla de por qué escribimos el libro: preguntarnos qué pasó entre las 14:00 y las 17:00 de la tarde”, recalca Jiménez.

¿Y qué cree que ocurrió? La periodista cordobesa se apunta a la principal hipótesis de que la designación de Donostia fue una decisión política. Para ello, se ampara en tres hechos distintos pero que podrían estar vinculados. A saber: que, varios días antes de la deliberación, el PNV se abstuvo en una votación en el Congreso y facilitó al Gobierno de Zapatero la reforma de la negociación colectiva, en un gesto (la abstención favorable al Gobierno) entonces inédito; que, en el discurso pronunciado por el presidente del Jurado cuando designa a San Sebastián se habla mucho de política, de superar la violencia y muy poco de cultura; y que ETA anunció el alto el fuego meses después.

“Yo no creo que nada de esto fuera casualidad”, indica Jiménez, que añade otras claves para poner en duda la decisión: que la deliberación de aquel año fuera secreta, cuando nunca antes ni después lo ha sido; que un miembro del jurado, el entonces director del Festival de Cine Europeo de Sevilla, Javier Martín Domínguez, abandonara el jurado y nunca se le sustituyera; y que entre el comité seleccionador estuviera Cristina Ortega, una figura que había asesorado a la Candidatura de San Sebastián y formaba parte del Consejo Vasco de Cultura. 

Todos estos hechos motivaron la reclamación judicial que el Ayuntamiento de Córdoba interpuso contra la decisión, a imagen y semejanza de lo que ha hecho Jaén ahora con la base logística del Ejército de Tierra, pero que acabó en saco roto cuando el Tribunal Supremo acabó tumbando aquel recurso judicial en 2014.

Para entonces, Córdoba se había quitado la espinita arrancando a la Unesco un nuevo título de Patrimonio de la Humanidad para los Patios. Con él, llegó el periodo de esplendor turístico más potente que ha vivido la ciudad que, sin embargo, no parece haberse recuperado a nivel de industria cultural. Una idea con la que coincide Jiménez, que matiza que, durante toda la carrera por la capitalidad, “Córdoba se creyó un ejemplo de la cultura que ha sido, es y será por siempre, pero que, en la ciudad contemporánea, se ha tratado con desdén”.

La tela de araña que nunca unió sus puntos

En este ámbito, la periodista y escritora cree que, “si la ciudad se hubiera creído aquello de verdad, no se seguiría mirando con desdén a la cultura en la ciudad”, y lamenta que, con un trabajo tan brillante hecho, no se utilizara aquel fracaso para seguir trabajando en esa línea. “Una decepción te enseña más que mil triunfos. Y a mí aquello me enseñó a entender mejor a esta ciudad. Pero también fue, lamentablemente, la última vez que vi a esta ciudad cultural unida en red”, reflexiona.

Una red de personas y equipamientos. Porque aquella carrera loca hacia 2016 vino con un plan de espacios culturales que iba a convertir a Córdoba en una tela de araña de actividades culturales. Lo contaba el periodista Alfonso Alba en aquella revista llamada 17, que editó el Ayuntamiento de Córdoba en diciembre de 2016 y que acabó inevitablemente sumida en la polémica. La idea planteada en el proyecto era tan ambiciosa como irrealizable, pues dibujaba 255 espacios culturales para la ciudad.

Cierto es que la actividad cultural entonces, en los años previos a la crisis de 2008, era exuberante, con una agenda de actividades difícilmente abarcable, pero no es menos cierto que, en muchas de las actividades culturales que se hacen en Córdoba desde hace 20 años, especialmente las más vanguardistas, las caras nuevas brillan por su ausencia. También ocurría entonces.

Con dicho plan durmiendo el sueño de los justos, lo que tampoco nadie esperaba era que el tenue tejido cultural, que llegó a mostrar una gran unidad durante la carrera por la capitalidad, fuera arrastrado a la tumba tras el varapalo de 2011. Desde entonces, uno a uno, los proyectos autofinanciados de arte contemporáneo fueron cerrando sus puertas, dejando la cultura en manos de unas administraciones locales, que, salvando los casos de Juan Miguel Moreno Calderón (PP) y David Luque (PSOE), políticamente han optado por depositar en el Área de Cultura a personas ajenas a este sector.

La cultura del pelotazo aplicada al tejido cultural

En este sentido, el artista audiovisual Juan López se cuestiona si realmente aquel proyecto fue tan sólido como se quiso vender. “Yo creo que hay cosas que, si las leyéramos ahora, nos harían sonrojar. Creo que aquel proyecto en realidad aplicó la cultura del pelotazo de la época al tejido cultural”, puntualiza este creador, músico y artista visual, que sí que reconoce que la Córdoba de principios de los dos mil era “un hervidero cultural”.

Tal y como recuerda, López llegó a Córdoba en 2004. Venía de vivir en Berlín, Sevilla o Valencia y se encontró con “una ciudad totalmente desconocida en la que veía que estaban ocurriendo infinidad de cosas a nivel artístico, y en la que también había una actividad paralela, un hervor propio del momento, con actividades que no estaban ni recogidas en el proyecto de la capitalidad, como todo lo que ocurría en calle Alfaros o en Chinales, o en pequeños espacios autogestionados”.

“Todo eso hoy en día se ha perdido. Solo ha quedado el C3A, que, a pesar de todas las pegas que se le puedan poner, es una de las grandes promesas que se hicieron entonces y que están en pie”, indica López, que obvia eventos que también arraigaron fuerte en Córdoba bajo el amparo de la capitalidad, como Cosmopoética o La Noche Blanca del Flamenco (y que, todo sea dicho, han perdido el brillo de aquellos años).

De estos dos eventos es asiduo el músico y compositor Fernando Vacas, que haciendo memoria de la última década, no puede evitar considerar aquella decepción más como la gota que colmó el vaso que como el origen de todos los males. “Aquello no se logró, vale. Pero hemos estado una década lamentándonos y yo creo que ya está bien. Espero, sinceramente, que ya que ha pasado tiempo suficiente, tengamos ahora una nueva oportunidad”, afirma Vacas, que lamenta que “se haya olvidado lo importante que es la cultura para la sociedad y para una ciudad de provincias como Córdoba”.

Por su parte, el pintor y poeta Francis Arroyo también cree que la ciudad y su microcosmos cultural aún no se han recuperado de aquel varapalo, debido al “total convencimiento de que íbamos a lograrlo”. “Fuimos dueños de un balón desinflado, porque no supimos mantener esa energía y la ilusión que tuvimos”, lamenta el pintor y escritor, que critica que Córdoba tiene todavía hoy “emplazamientos maravillosos pero tristemente desaprovechados”.

Epílogo: un AVE que parecía un tanatorio

Marta Jiménez, junto con el resto de la delegación cordobesa que viajó a Madrid, se volvió aquel mismo 28 de junio a Córdoba. Lo hicieron todos en el mismo tren. La periodista recuerda que aquello, más que un AVE, parecía un tanatorio. La incredulidad y la decepción viajaban de polizones.

Fue aquella noche, a la llegada a Córdoba, cuando la esperanza también se abrió su huequito. Algunos de los viajeros fueron llamados a la Plaza del Barón, donde se había organizado un improvisado acto ciudadano de catarsis colectiva y donde Manolo Pérez, coordinador de la Oficina de la Capitalidad, pronunció “unas palabras muy esperanzadoras, muy bonitas, no tristes ni melancólicas”, que todavía hoy resuenan en la cabeza de la periodista.

“Me dieron una moral y una lección sobre cómo tomarte una hostia tan grande”, resume Jiménez con precisión coloquial.

¿Poniendo la otra mejilla?, le preguntamos.

“Jamás. Yo no volvería a someter a la ciudad a algo así nunca”, sentencia.

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