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REPORTAJE

Cómo Triana pasó de vender 60 copias de su primer LP a ser el primer grupo español que llenaba campos de fútbol

El grupo Triana.

Juan Velasco

30 de noviembre de 2024 20:32 h

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Se ríe el periodista Luis Clemente cuando se le dice que hay ejemplares de la primera edición de su libro Triana. La historia que se venden por 500 euros en internet. Ni lo niega ni lo confirma, dice, porque él los que está vendiendo ahora son los de la tercera edición, que acaba de publicar con un texto corregido y ampliado.

Un libro que llega de nuevo a las librerías coincidiendo con el 50 aniversario del lanzamiento de El patio, el primer LP del grupo de Jesús de la Rosa, Eduardo Rodway y Tele, por el que, por cierto, también se pagan cifras astronómicas, a pesar de que, como cuenta el periodista, en su día apenas despachó unas cuantas copias en los primeros meses.

Es una de las paradojas de un grupo que, no sólo definió el rock andaluz y la música española, sino que, sin apoyo de radios, medios ni televisiones, se convirtió en la primera banda que necesitaba un campo de fútbol para poder satisfacer la demanda que generaban sus conciertos. 

Esta afirmación está dentro de la exhaustiva biografía del trío sevillano, que el periodista escribió a finales de los años 90, y que constituye uno de los primeros ejemplos de historia oral en la literatura musical de este país. Ese coro de voces es, quizá, una de las cuestiones que han convertido a Triana. La historia, en un libro clave para los más mitómanos de una banda que alcanzó el éxito partiendo de la precariedad y que se convirtió en leyenda por una tragedia: la muerte de Jesús de la Rosa. 

Un trasvase horizontal y vertical

Clemente explica en una charla con Cordópolis que libro se gestó en 1997, cuando percibió una notable falta de documentación sobre Triana. “Era un grupo de enorme éxito, pero con poca información a fondo sobre su música y su impacto”, comenta el autor, que entonces trabajaba en la edición andaluza de Diario16, y que aplicó métodos periodísticos a la obra, incorporando entrevistas con los dos miembros del grupo que quedaban vivos -Tele, el batería, murió en 2002, mientras que Eduardo, el guitarrista, sigue vivo-, colaboradores y artículos de prensa de la época, ofreciendo un relato completo de su historia.

Una historia que, desde luego, no tuvo un comienzo que permitiera vislumbrar el éxito posterior. Clemente, de nuevo, se ríe socarrón al recordar que El Patio, el primer LP de Triana, la piedra filosofal del rock andaluz y uno de los discos más importantes de la historia de la música española, apenas vendió 60 copias en sus primeros meses. 

El golpe de realidad fue duro, pero no tanto como para tumbar a una banda que, frente al ostracismo inicial, se echó a la carretera y se fue a buscar al público. “Ellos entendieron que debían ganarse a la gente en los escenarios y no depender de los medios tradicionales, que casi los ignoraron”, relata Clemente. Fue un acierto. Un año y medio después, eran el grupo más importante de aquella España que acababa de enterrar a un dictador. 

Un auténtico fenómeno cultural capaz de trascender las barreras generacionales. “Al principio, su música se transmitía de persona a persona, de una forma horizontal. Pero, con los años, los padres pasaron su legado a los hijos. Hoy, hay nietos que escuchan Triana gracias a sus abuelos. El trasvase ha sido vertical”, comenta Clemente sobre una banda que se ha convertido, además, en bandera de la cultura andaluza por su capacidad de mezclar el flamenco con el rock progresivo. 

Un grupo que se gestó en Madrid

Pero aquella mezcla tampoco salía de la nada. Todos los miembros venían de experiencias y bandas anteriores, y emergieron en un ecosistema cultural que se había iniciado años antes, con grupos como Gong o Smash. Triana, sencillamente, encontraron una identidad propia y, muy especialmente, un cantante y letrista superdotado, capaz de llegar a la universalidad a partir de elementos muy andaluces.

Y ahí está otra de las paradojas: Triana se gestó en Madrid, donde sus integrantes también grabaron buena parte de su repertorio. “Lo curioso es que defendían lo andaluz, pero tuvieron que emigrar para desarrollarse como artistas”, explica Clemente sobre una banda que también surgió en un momento delicado políticamente.

“Ellos habían sufrido ya en los 60 todo el rollo de los pelos largos y la represión. Eduardo, por ejemplo, pasó por la cárcel”, relata Clemente, que señala que, si el grupo no fue presionado por la censura se debía a que sus letras eran muy alegóricas. Una alegoría que, sin embargo, el pueblo sí captaba en plenitud.

“En el libro se dice que Triana fue el primer grupo en España que necesitó un campo de fútbol”, enfatiza Clemente, que reconoce que, a pesar de este ascenso, su carrera discográfica no fue tan sólida como todo apuntaba en la segunda mitad de los 70.

El declive

Así, como casi todo el rock andaluz, los 80 fueron una mala época para Triana, que sufrió una división interna que afectó su cohesión artística. Sus últimos trabajos, aunque contenían algunas joyas, reflejaban cierto declive creativo, sostiene Luis Clemente.

La cuestión es que la muerte de Jesús de la Rosa en 1983 acabó con Triana y, más que probablemente, con la posibilidad de que el declive fuera total. “Esa pregunta es interesante, pero hay muchas voces que sostienen que Jesús iba a iniciar su carrera en solitario”, responde.

No hubo posibilidad. Un accidente automovilístico y una negligencia médica truncaron esos planes. Y Clemente pone el énfasis en la negligencia, puesto que, aunque lo que ha trascendido a nivel popular es que Jesús de la Rosa se mató en un accidente de tráfico, lo cierto es que entró por su propio pie y estuvo consciente en el hospital, donde falleció días después. 

O puede también que no muera nunca. Porque lo cierto es que el legado de Triana está vivo, incluso hoy en bandas de chavales que podrían ser los nietos de los seguidores del grupo, como Califato 3/4 o Derby Motoreta's Burrito Kachimba. “Triana es el ejemplo perfecto de cómo una obra cultural puede sobrevivir generaciones”, afirma Clemente, que concluye que “escuchar Triana en familia es parte de la experiencia de crecer en el sur”. 

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