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Pablo López inunda La Axerquía de su magia al piano

Concierto de Pablo López en Córdoba

María Berral

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Los trucos no han hecho falta para que Pablo López haga magia este viernes en La Axerquía. Al malagueño solo le ha hecho falta su piano, su voz y la entrega del público para poner el vello de punta y que su conexión con la música se haga sentir.

En un concierto de casi dos horas y lleno de emoción, para el público y para el artista -que en varias ocasiones se ha mostrado emocionado- ha hecho un recorrido por sus temas cargado también de anécdotas pasadas e instantáneas. Dando El Abrazo Más Grande de Todos los Tiempos ha comenzado la actuación que todos estaban esperando, y lo ha hecho acompañado de sus cinco músicos.

Después de casi dos años sin pisar Córdoba, López ha mostrado su fascinación con el espacio que le rodeaba y la entrega, una vez más, de sus seguidores comparándolo con la primera vez que tocó en la capital, el 21 de septiembre de 2013. “Se me había olvidado cómo era esto, Córdoba”, ha pronunciado pletórico de alegría.

Frases como “Qué bonito”, “Qué arte” o “Eres único, hijo”, se han dejado oír a lo largo de la actuación, en la que se han vivido momentos tan únicos como un pequeño fragmento de Lo Saben Mis Zapatos con el artista solo, frente al piano. O cuando ha podido ver al pequeño Diego, un bebé de solo diez meses cogido en los brazos de su padre, que estaba en primera fila y a quien, entre risas, ha dado un consejo con mucha verdad. “Diego, cómo mola recordar un día, pase lo que pase, incluso cuando perdemos a alguien. Hay que amar tanto el dolor como el amor. Diego, este mundo es maravilloso”. Una introducción preciosa para Te Espero Aquí.

Después le ha llegado el turno a uno de los temas más reconocidos del artista y que acumula millones de reproducciones, un clásico: El Patio. López se ha mostrado agradecido hasta con el lugar en el que estaba tocando, por su espectacular entorno de naturaleza. “Ver la vegetación de La Axerquía te hace estar vivo”. Con esta frase ha reflejado su amor a la naturaleza que, antes de terminar el concierto, marcaría también uno de los momentos más especiales de la noche. Una mantis religiosa ha revoloteado el escenario hasta caer a los pies del artista, -que ha seguido cantando sin dar crédito a la situación. “¿Esto ha pasado de verdad?”, ha preguntado después de observar al insecto, que, mientras cantaba, permanecía en sus pies. Una muestra de la belleza de la naturaleza y de la espontaneidad de la vida.

Pero antes de este momento se mezclaron la novedad y, de nuevo, lo clásico con Quasi -el último single del malagueño- y El Mundo, que cuenta con más de 24 millones de reproducciones en Youtube y fue uno de los temas más coreados. Las linternas se han encendido en todos los rincones del teatro y López ha tenido un bonito gesto con quienes lo estaban viendo desde las alturas, subiendo para cantar más cerca de ellos, coreado por los que ahora estaban más lejos e iluminado en todo momento por cientos de móviles que se alzaban.

Mama No, Mariposa o Hijos del Verbo Amar han sido otras de las canciones con las que López ha deleitado al público con su peculiar y sorprendente manera de tocar el piano. Pero, entre los cientos de asistentes, se encontraba alguien especial, su madre y otros miembros de su familia, como su tía, a quien ha dedicado El Mejor Momento.

Y entre los momentos que seguro que todos recordarán ha estado la conexión por videollamada con Antonio Orozco, a quien López le ha enseñado cómo los cordobeses coreaban su canción, Estoy Hecho de Pedacitos de Ti. Un “estoy enamorado de cada una de tus calles”, dedicado a Córdoba, ha sonado de la boca de Orozco por el micrófono del malagueño, que ha querido compartir este momento con su compañero y amigo.

En un concierto repleto de emociones, risas por los comentarios espontáneos del cantante y de la conexión especial con la música que transmitía, ha elegido para terminar Tu Enemigo. Aunque López haya demostrado ser “enemigo” de lo artificial, de lo tecnológico y de lo irreal, es un amante de lo cercano y del contacto porque “las baterías se apagan; los abrazos y la piel, jamás”. Y tampoco debería apagarse nunca la luz que irradia sobre el escenario.

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