El misterio en torno a los dos niños que Julio Romero de Torres pintó para una familia de militares
Dos niños distintos, dos cuadros diferentes, pero un mismo pintor: Julio Romero de Torres. El autor de La mujer cordobesa es una fuente de misterio en torno a muchas de sus obras, producto de su prolífico trabajo –el cordobés se definía a sí mismo como “obrero del arte”– y de su gusto por regalar cuadros para familias acaudaladas.
Este año, en el que se cumple el 150 aniversario del nacimiento del pintor, uno de los descubrimientos más notables ha sido el que hizo el investigador de la Universidad de Sevilla, Jesús Aguilar Díaz, quien sacó a la luz un retrato infantil realizado a principios del siglo XX, que permanecía en manos de la familia Gallo, de Porcuna, amigos cercanos del artista.
En realidad, la historia ya se conocía en esta localidad, con varios estudios previos a cargo de Alberto Gay Heredia, Juan Miguel Bueno Montilla y Manuel Bueno Carpio, entre otros, que ya habían determinado que aquel infante era José Gallo Martínez, un alférez que posteriormente murió en la batalla de Tizza.
El segundo cuadro
No obstante, la investigación que realizó José Marqués, un policía local retirado, miembro de la Asociación de Estudios Melillenses, le llevó a contactar con la familia Gallo. Y hubo sorpresa. Existía un segundo cuadro pintado por Romero de Torres. Y esta segunda obra no dejaba dudas: ese segundo niño era exactamente igual que José Gallo Martínez de niño.
Entonces, la pregunta estaba ahora en saber quién era el primer infante que había retratado el pintor cordobés y que Jesús Aguilar Díaz identificó mientras estudiaba los murales que Romero de Torres pintó en la iglesia de Porcuna, Jaén.
Esta semana, en un coloquio en la Filmoteca de Andalucía en Córdoba, tras la proyección de la película Julio Romero de Torres en Porcuna, el experto Juan Miguel Bueno Montilla ha dado nuevos datos sobre la catalogación de estos dos cuadros inéditos y ha ahondado en la estrecha relación entre la familia Gallo y el pintor cordobés.
El hermano Miguel
El historiador indicó que los dos modelos eran niños de la familia de José Julián Gallo, un rico hacendado e industrial que se convirtió en gran amigo del pintor cordobés. Así, Bueno Montilla apuntaba en su conferencia que el nuevo cuadro aparecido muestra claramente a José Gallo y que esta obra está datada aproximadamente en 1904.
Por su parte, el cuadro que descubrió Jesús Aguilar Díaz presenta a otro niño pequeño, que podría ser Miguel Gallo, otro hijo de José Julián Gallo, también nacido en 1904. De confirmarse, este retrato mostraría a Miguel con apenas unos meses de vida, pintado a finales de ese mismo año.
No obstante, para este experto, esta hipótesis necesita de más investigación y documentación fotográfica para su confirmación, sin poner en duda, en ningún caso de momento, la autoría de Romero de Torres de ambos retratos.
El coloquio también resaltó la profunda conexión de Julio Romero de Torres con la familia Gallo. El pintor solía alojarse en la casa de José Julián Gallo cada vez que visitaba Porcuna. Esta casa, situada en una calle paralela al estudio que el artista tenía en la calle Bailén, era apreciada por su belleza, con una reja distintiva en la entrada y un patio lleno de plantas. Según explicó Juan Miguel Bueno Montilla, esta casa, lamentablemente, se perdió para el pueblo y no se pudo convertir en un centro para la interpretación de la obra de Romero de Torres.
Además de estos dos retratos infantiles, Bueno Montilla ha explicado que Romero de Torres también pintó a otros miembros de la familia Gallo, como Carlota y Pilar, hijas de José Julián. Estas obras, junto con los nuevos retratos, son parte de una colección que la familia facilitó para su estudio y publicación en 2017.
La amistad entre Romero de Torres y José Julián Gallo era tal que, tras la muerte de José Gallo (el hijo retratado en el segundo cuadro), en 1921, Romero de Torres viajó expresamente a Porcuna para dar el pésame a la familia. Y, también se fundamenta en el hecho de que fue Julián Gallo quien le regaló el galgo Pacheco a Romero de Torres, un animal que más tarde se convertiría en un motivo recurrente en varios de sus cuadros.
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