Historia del niño que dibujó Julio Romero de Torres y que murió en la batalla de Tizza
Un hallazgo inesperado ha sacado a la luz una historia que conecta el arte con la muerte, y que retrata la España de principios del siglo XX en la que se movía ese obrero del arte que fue el pintor cordobés Julio Romero de Torres, que este año celebra su 150 aniversario.
Hace unos días, el investigador Jesús Aguilar Díaz, de la Universidad de Sevilla, arrojó un poco de luz sobre el cuadro El Retrato de niño, una obra inédita de Julio Romero de Torres, que el artista realizó en 1903, y que ha sido descubierto recientemente en la colección privada de la familia Gallo, de la localidad de Porcuna, en Jaén. La historia ya se conocía en esta localidad, con varios estudios previos a cargo de Alberto Gay Heredia y Manuel Bueno Carpio, entre otros.
El hallazgo de esta obra despertó la curiosidad de José Marqués, un policía local retirado, miembro de la Asociación de Estudios Melillenses, e investigador de la historia militar de Melilla, que pudo vincular que aquel niño que dibujó Romero de Torres estaba enterrado en Melilla tras haber participado en la batalla de Tizza, donde acabó siendo tiroteado.
El descubrimiento de los dos cuadros
Mucho antes, Jesús Aguilar Díaz identificó esta obra mientras estudiaba los murales que Romero de Torres pintó en la iglesia de Porcuna, Jaén. Era un cuadro particular. Un óleo sobre tabla, de 50,5 x 30 centímetros, retrata a un niño de expresión seria, con mejillas sonrosadas y un fondo decorado con flores que destaca por su estilo modernista. Fechado en 1903, el retrato fue probablemente realizado durante la estancia del pintor en la casa de la familia Gallo, quienes lo acogieron mientras trabajaba en los encargos para la iglesia.
Los Gallo, ricos hacendados e industriales, eran una familia de tradición militar que tuvo una estrecha relación con el pintor cordobés. El patriarca era José Julián Gallo, que entabló una amistad con el pintor que perduró durante décadas y que probablemente ya existía antes de la llegada de Julio Romero de Torres a Porcuna. Prueba de ello es que José Julián Gallo fue quien le regaló al pintor el galgo Pacheco, el animal que apareció con posterioridad en varios de sus cuadros.
En la localidad jiennense, el artista no solo pintó murales en la iglesia, sino también retratos de los hijos de la familia, incluido José, el primogénito nacido en 1900. Este niño, que tenía apenas dos años en 1903, sería el modelo del Retrato de niño. La relación entre la familia y el artista quedó inmortalizada en este cuadro y en otro que Romero de Torres pintó años después, inspirado en una fotografía de José tras su fallecimiento. Este segundo retrato, que también está en poder de la familia Gallo, refuerza la conexión entre el pintor y la tragedia que marcó la vida de los Gallo.
El Convoy de Tizza
El modelo de aquellas dos obras no era otro que José Gallo Martínez, que creció en un ambiente marcado por la tradición militar. A los 14 años comenzó su formación en la Academia Politécnica cordobesa, y a los 17 ingresó en la Academia de Infantería de Toledo, donde se graduó como alférez en 1920. En 1921, en plena crisis tras el Desastre de Annual, fue destinado al Regimiento de Infantería Borbón 17, con base en Melilla.
El 29 de septiembre de ese año, Gallo falleció en el Convoy de Tizza, un ataque contra un destacamento español que intentaba abastecer posiciones sitiadas por fuerzas rifeñas. Según relató La Voz de Córdoba, el alférez luchó heroicamente hasta ser abatido por un disparo en el pecho. A título póstumo, recibió la Cruz de Primera Clase del Mérito Militar, y su ciudad natal le dedicó una calle con una placa en su honor.
Marqués, por su parte, no tardó en dar con la tumba de aquel alférez. “Cuando me enteré del cuadro y su relación con José Gallo, investigué si estaba enterrado en Melilla. Allí encontré su sepultura, conservada gracias a que, como alférez, su familia pudo pagarla”, explica Marqués, que también ha dado con el registro de su muerte, cerrando así el círculo que se inició con la llegada de un obrero del arte a un pueblo de Jaén.
Una estancia laboral que, además, fue objeto de controversia, ya que, en su tiempo, los murales de la iglesia de Porcuna generaron controversia por ser considerados inmorales por algunos sectores conservadores. Para Aguilar, este rechazo pudo haber relegado obras menores como el Retrato de niño al olvido durante décadas. Aunque lo cierto es que las obras perdidas de Romero de Torres se cuentan por centenares, dado que fue un autor realmente prolífico, especializado precisamente en retratos para familias acaudaladas.
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