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Ana Merino: “Desde las atmósferas, genero personajes”

Ana Merino

Juanjo Fernández

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Después de su debut en la narrativa con El mapa de los afectos, con la que consiguió el Premio Nadal, Ana Merino (Madrid, 1971) ha escrito Amigo (Ed. Destino) y la presentó frente a sus lectores en la Feria del Libro de Córdoba. Imbricando peripecias y personajes reales e inventados, Merino escribe una novela que se triplica entre las relaciones que se establecen en los campus universitarios, la soledad de la investigación literaria y las tramas entre personajes. Amigo nos habla, claro, de amistad; pero también de memoria, de los rencores que puede almacenar el paso del tiempo y también de la capacidad de perdón que tienen algunas personas que ayudan y cuidan de otras con una generosidad que, de tan natural, parece extraña.

Y nos descubre a una figura casi olvidada de la llamada Edad de Plata del pensamiento y la literatura española: Joaquín Amigo, filósofo y amigo de García Lorca. Y, desgraciadamente, también asesinado en la Guerra Civil Española por el otro bando y nueve días después de lo que le sucedió a Federico.

P. Perdone la obviedad, pero el título de su novela es magnífico ¿Lo tuvo claro desde el principio?

R. Lo vi claro cuando tenía el archivo. Me di cuenta de que estaba escribiendo una novela sobre la amistad y la fortuna me había traído el archivo de Joaquín Amigo. Nunca me encontré con mejor título porque impregna toda la novela desde muchos puntos de vista, porque está la trama de Inés Sánchez Cruz, la reflexión sobre las amistades que tuvo Joaquín, su relación con Lorca, con Luis Rosales, la de la propia viuda de Joaquín, la relación de Rosales con Félix Grande, la de Inés con la nieta… es todo un entramado de cómo la amistad, la fraternidad, construye un mundo y tiene una pulsión literaria. ¡Y para colmo que se llame Joaquín Amigo! La verdad es que lo tuve muy fácil. He sido muy afortunada, en todo el devenir de esta novela me han acompañado las hadas o las musas. He hecho lo que he podido, pero he tenido un azar muy gratificante.

P. ¿Y quién es Joaquín Amigo? ¿Por qué no lo conocíamos?

R. Claro. Joaquín Amigo aparecía como una nota a pie de página, la Historia había sido muy injusta con él y era un hombre lleno de sinergias y de energías, impulsor de la revista Gallo, junto a Lorca porque eran de la misma quinta, profesor de filosofía, discípulo aventajado y muy querido del propio Ortega y Gasset… en el archivo hay incluso notas del curso de metafísica que él realizó. Es una figura que hay que recuperar.

P. Frente a tanta narrativa de autoficción que ha ido llenando las librerías últimamente, usted apuesta, digamos, por una “tercera vía” ¿no?

R. Sí. Esta novela son tres novelas en una: la novela de campus, la novela de investigación y la novela de peripecia, de trama trepidante que homenajea a la propia Novela, porque la parte final es ya la novela de personajes. Y habrá incluso una cuarto libro que es el ensayo que le promete Inés a la nieta de Amigo, que será un ensayo divulgativo. Porque se lo debía por su generosidad al darle acceso al archivo.

P. Volvamos a la relación Federico-Joaquín Amigo…

R. Federico es una persona de una fuerza y una energía increíble; pero los genios, para que puedan desarrollar todo su talento necesitan gente buena a su alrededor, gente que les apoye, que les motive, que les estimule. Y Joaquín Amigo fue de esos amigos que tuvo Lorca con el que pudo compartir sus confidencias, su energía, sus miedos y que supieron ver el talento increíble que tenía Lorca antes de su éxito y de su reconocimiento. Esa gente es fundamental al lado de un genio, de un creador.

P. La “novela de campus” es una tradición muy británica, muy anglosajona…

R. Exacto. Sí es muy anglosajona; pero es que yo llevo 25 años ya dando vueltas, primero un año en Holanda y ya después en Estados Unidos, y yo me he impregnado de un idioma, de un espejo… yo he cruzado el espejo, como Alicia, por eso hay un homenaje al gato risón en la novela, he pasado al otro umbral y esa experiencia, en vez de convertirla desde mi ser, me ha hecho ser una gran observadora. Yo me di a conocer en España como poeta y ahí hablo desde el espacio del “yo”; pero he ido creciendo literariamente en EE.UU. con una peripecia narrativa y con una construcción de personajes que me interesa mucho, por eso El mapa de los afectos era una novela coral. Aquí depositamos todo el peso en la pobre Inés como hilo, para que nos lleve de la mano, pero el mundo de Inés son personajes, son otras voces y el interés está en cómo interactuamos con los demás. Entonces me interesa el espacio universitario americano porque me he impregnado de él. Son muchos años observando: son espacios muy cerrados, espacios de poder intelectual, hay polarizaciones que se vuelven absurdas… una representación de un mundo que se vuelve muy intenso, muy difícil que es el de esas novelas anglosajonas donde surgen esas sinergias tóxicas.

P. ¿Podríamos decir que es un espacio de poder?

R. Sí. La “Academia” es hoy un espacio de poder. Cuando vemos el teatro del Siglo de Oro, vemos que esas luchas de poder eran entre la nobleza: el conde, el duque, la princesa, el gracioso del rey… y, claro, en el siglo XX y XXI trasladamos esas relaciones de poder al mundo universitario, que es donde los espacios son muy cerrados, donde las relaciones son muy cercanas, hay aspiraciones intelectuales…

P. Con su experiencia en el mundo académico norteamericano ¿diría que lo hispano, la literatura del exilio etc, sigue teniendo valor, teniendo interés?

R. Sí. Un hispanismo muy entregado a lo español, además. España ha sido fundacional de los EE.UU, hemos sido fundamentales, pero no nos sabemos “vender”. No tenemos, digamos, la agudeza que tienen los italianos, y yo creo que los españoles tenemos más importancia en esa construcción que los italianos, con todos mis respetos para los italianos. Las migraciones italianas son posteriores, nosotros hemos tenido una presencia muy profunda, sobre todo al sur. Ahí estás la nomenclatura: cuando un sitio se llama “Colorado”, “Los Ángeles”, “San José”… hasta por Iowa, pues te dices por aquí pasó un español. Y luego está la fascinación, incluso. EE.UU. es el sitio donde más arte español hay después de España. Porque las grandes fortunas del XIX que querían construirse como imperio pensaban en España, que había sido un imperio. Todos los ricos piensan en el imperio y se obsesionan por comprar arte y así vas a museos y te encuentras el pórtico de no sé dónde, un picasso… yo qué sé, todo el mundo quería tener un trocito de España.

P. Quería insistir en esa “tercera vía” de su construcción literaria que parece alejarse del “yo”, pero no del todo…

R. Sí. Yo he vivido, digamos, muy de cerca la ficción, mi padre es un gran escritor de ficción, José María Merino y también he vivido junto a Manuel Vilas la autoficción porque lo que él trabaja es la “experiencia del yo”, muy rica y muy interesante. Lo que pasa es que a mí me gusta mucho contar historias, ser narradora y poner a todos los personajes patas arriba y a vivir intensamente. Lo que pasa es que me pongo a escribir ficción y me aparece el archivo de Joaquín Amigo. Y es que yo capto las atmósferas. Me interesan mucho. Y desde las atmósferas genero personajes. Las atmósferas me dan datos, ingredientes, y yo con ellos cocino personajes.

P. En la novela usted escribe: “¿En qué momento la memoria de lo vivido con dolor se vuelve una especie de bruma? ¿Es esa bruma una especie de perdón…?” Parece que la memoria con dos vectores: o el perdón o el rencor...

R. Exacto; por supuesto que es un tema que se trata en la novela. Esa bruma que te hace incapaz de discernir lo que te ha pasado. Pero la bruma se levanta y se va a otro lugar, pero hay gente que tiene una capacidad de perdonar increíble y, a otras, la capacidad de olvidar se le convierte en un viaje o en una obsesión, hasta en ansiedad. Menos mal que hay “hadas madrinas”, personas que nos sacan adelante en esos trances, que nos salvan.

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