Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Lee ya las noticias de mañana

Jesper Just les invita al mareorama sin nombre

.

Manuel J. Albert

0

[vimeo id=“64905864” width=“620” height=“349”]
La videoinstalación del artista danés que se exhibe en Vimcorsa reivindica las primera experiencias cinematográficas

Estamos en París. Es el año 1895. Un lujoso salón acaba de apagar las luces. Representantes de la burguesía francesa más educada y refinada se quedan a oscuras. De repente, un cañón de luz proyecta lo imposible al fondo. Donde solo había una tela blanca, aparece una estación de ferrocarril. Personas que no están allí, deambulan por el andén como fantasmas. En la sala, empiezan a oírse los primeros ¡mon Dieu! de asombro y de sorpresa; gritos que se tornarán en pura angustia cuando comprueben que, desde ese fondo irreal, se acerca una máquina de ferrocarril que no se detiene. Sin duda va atropellarles a todos. Será horrible. Por eso, muchos de aquellos hombres y mujeres refinados se levantan sofocados pisándose unos a otros, agitando sus levitas, olvidando sus sombreros y tropezando con sus sombrillas. Ha nacido el cine. Mejor todavía, ha nacido la experiencia cinematográfica.

La sorpresa, la sensación de pérdida total de control sobre lo que está pasando frente a ti, se ha perdido de los cines y salones actuales. Pero como un recuerdo atávico, algo permanece en el subconsciente, un recuerdo tal vez anterior al cine mismo. Y si el cine nos ayudó a revivir ese miedo, una vez que las proyecciones fueron corrientes en nuestras vidas, el cine también ayudó a enterrarlo de nuevo. Pero hay quien rebusca en su creatividad para resucitar esa gozosa desubicación, ese sencillo y primario entretenimiento de dejarse invadir y dejarse llevar por lo ajeno. Uno de esos creadores es Jesper Just, que exhibe su obra 'The nameless spectacle' (El espectáculo sin nombre).

“Jesper Just es un artista danés que apenas lleva 10 años produciendo obra de manera activa en el escenario del arte contemporáneo. Pero en su corta trayectoria ha demostrado una voz propia, imprimiendo un estilo muy particular a su manera de entender el vídeo y la videoinstalación, que es el campo en el que más se mueve”, explica Óscar Fernández, comisario de la Bienal de Fotografía de Córdoba.

“Just trata de reivindicar una experiencia más primitiva del cine. Una experiencia que tiene más que ver con esa primera idea que se tuvo en aquellas proyecciones que se hacían en las barracas y en las ferias de finales del XIX y principios del XX”, señala Fernández. Just busca ese momento en el que todo lo relativo a las imágenes proyectadas era menos organizado y el espectador no ejercía un papel de dominio sobre ellas. Just persigue ese momento en que, precisamente, eran las imágenes las que sobrepasaban las expectativas y experiencias del espectador. El momento en que se sentía asaltado por ellas. Como si les atropellase un tren. “Esa idea de que lo que pasa en la pantalla escapa de nuestro dominio y de que nosotros somos una especie de pieza más en esa espiral de emociones y caos es el sentido del trabajo de Jesper Just”, prosigue el comisario.

No obstante, el trabajo del danés desarrolla algunas ideas clásicas del cine a la hora de producir sus piezas, aunque sus obras siempre están enfocadas al visionado en salas de exposiciones y museos. “Su disciplina entra dentro de lo que se llama cine de exposición, un nuevo género que nace a mediados de los noventa y que trata de expandir el campo del videoarte a un ámbito mucho más instalativo”, destaca el experto. De esta forma, Just busca que la pieza trascienda la idea de la pantalla de televisión o del formato tradicional, para convertirse en una gran obra audiovisual que ocupe el espacio de la sala y que incorpora al espectador como parte de la instalación.

Y todo ello, generando un ritmo de imágenes que consiguen crear un lenguaje que cautiva, atrapa y engancha. Como señala el comisario: “Lo más característico del trabajo de Jesper Just es la idea de suspender la narración, buscando una historia no resuelta pero que sin embargo sea capaz de tocar al espectador y de integrarlo dentro de las sensaciones y emociones que ocurren dentro de las piezas”.

El propósito de Just es desarrollar un tipo de trabajo que se dirija más a la intuición del espectador que al sentido común. “De alguna manera se muestra, hasta cierto punto, crítico con el planteamiento de lo que ha sido el videoarte hasta los años ochenta”, recuerda el también responsable de la sala Vimcorsa. “El vídeo se consideraba entonces una pieza que asumía la dinámica de la televisión, por ejemplo, y también del punto de vista del cine. Con un espectador que tomaba un punto de vista dominante, dando sentido a la narración de las imágenes que se mostraban ante él”. Pero con Just todo cambia y obliga, a quien se acerque a sus obras, a mantener un esfuerzo participativo.

En The nameless spectacle acompañamos a dos personajes y sus paisajes, que se cruzan y persiguen a lo largo de dos proyecciones que ocupan dos de las paredes de las sala de Vimcorsa. La idea de las dos pantallas enfrentadas es una idea específica que se aplica solo en esta pieza. Y su origen vuelve a ser histórico, primitivo y sensorial. “La inspiración de la pieza está en uno de los primeros ejercicios de cine popular y de entretenimiento que se hizo: una especie de experiencia que hoy llamaríamos de realidad virtual que se presentó en la Feria de París de 1905. Se trataba de un mareorama”, explica Fernández. El mareorama parisino era una atracción en la que dos pantallas enfrentadas reproducían escenas marítimas. “Entre ellas se elevaba una especie de cubierta de barco que se movía simulando el movimiento del barco atravesando el mar”.

Entre las dos pantallas de Vimcorsa no hay una plataforma en movimiento. Pero tratar de seguir las dos escenas marea, desorienta, confunde y maravilla. Y uno casi se siente como un burgués decimonónico francés. Pero no de los que echaron a correr, empujando a un lado a los hermanos Lumière. Sino a aquellos que se quedaron enamorados y clavados a su silla, disfrutando de la magia de no saber qué ocurría.

Etiquetas
stats