Javier Estévez: “La ingeniería y el rock deben mejorar el mundo”
Tras pasar por Estirpe y embarcarse en su nuevo proyecto musical, Subtónica, el artista y docente publica en colaboración el libro 'Rock y Educación' para formar en valores
Javier Estévez (Córdoba, 1977) no es un rockero al uso. Tampoco es un ingeniero al uso. Básicamente porque es las dos cosas a un tiempo. Músico y científico, artista y docente. Fundador de la banda Estirpe y embarcado en el proyecto Subtónica. Por si alguien piensa que rock y ciencia son incompatibles, aquí tiene un prueba viviente de que no es así. Y si quiere otro ejemplo, recuerde el lector que el guitarrista de Queen, Brian May, es también un reputado astrofísico.
Pero hoy toca hablar de Javier, quien acaba de publicar, junto al violinista Luis Rubén Gallardo, el libro Rock y Educación, editado por la Diputación de Córdoba y la Asociación Española de Investigación Artística y Performativa. Otro ejemplo de heterodoxia en el que la música rebelde por antonomasia se lleva a orden formal de un aula para sacarle todo el partido educativo posible.
PREGUNTA. El ingeniero rockero. ¿Eso cómo se come?
RESPUESTA. ¡Con un buen vino! Eso mismo me he preguntado yo durante mucho tiempo pero poco a poco mis dos caminos han ido acercándose. La palabra ingeniero viene de ingenio, y el ingenio y la creatividad van de la mano. Cuando me doctoré empecé a verlo más claro y ahora como investigador y profesor, mucho más. Como hablamos en el libro Rock y Educación, las conexiones entre Ciencia y Arte son sorprendentes. Los rockeros, sin duda, estamos obligados a ser muy creativos, para componer, para escribir canciones, para mantener el espíritu crítico, para que “salgan las cuentas de una gira”, para estar al día como todos los músicos underground en cuestiones de tecnología, sociedad, política, artes... Creo que la clave está en la responsabilidad intelectual, ya sea investigando, redactando un proyecto de ingeniería o haciendo canciones. Estamos obligados a mejorar el mundo, en todos los sentidos.
P. ¿Mantiene su dieta de rockero a pesar de vivir en las aulas?
R. La estética y la salud son cuestiones muy importantes, seas o no rockero, pero sí, intento cuidarme al máximo. La voz es algo que sufre mucho en las aulas y en los escenarios, además yo soy alérgico y tengo que tener especial cuidado con mi garganta, sobre todo ahora que he comenzado a hacer mis pinitos cantando. La dieta de rockero también es de hábitos nocturnos, y esa hay que mantenerla y cultivarla en su justa medida, es indispensable.
P. ¿Se puede componer un tema heavy con fórmulas matemáticas o como un problema de física?
R. Sin entrar en matices, la respuesta es claramente sí, de cualquier estilo, otra cosa es que cuando componemos seamos o no conscientes de los procesos y algoritmos numéricos que nuestro cerebro lleva a cabo hasta dar a luz una canción. Con los software de edición, producción y composición musical es cuando más claro se observa la relación entre matemáticas y música. Intervalo, escala, proporcionalidad, frecuencia… ¿Hablo de música o matemáticas? Ritmo, métrica, armonía… No hace mucho se han empezado a publicar artículos científicos que ponen de manifiesto la naturaleza multifractal de las sinfonías de Bach. Es obvio que él no era consciente de esto.
P. Usted ha llevado el rock a clase. ¿Podemos dar una lección que comience con los versos “Litros de alcohol corren por mis venas, mujer”?
R. Es posible, sí, seguramente que sería educativo analizar la repercusión que tuvo en su contexto histórico, social y político, las necesidades y justificaciones de ese tipo de lenguaje, por ejemplo, entre otros aspectos. Personalmente, si tuviera que seleccionar algunos versos patrios analizaría otro tipo de lírica, quizá más poética, menos explícita, que haga volar al intelecto, que reflexione, que discurra, que critique, que respete… De todos modos llevar el rock a las aulas universitarias no es analizar versos de canciones, hablamos de tecnología, de investigación, desarrollo e innovación, de creatividad, de valores, de emprender, de propiedad intelectual, de gestión de derechos, de gestionar un proyecto musical underground alejado de las corrientes culturales convencionales.
P. ¿Falta rock and roll en el Ministerio de Educación?
R. Para mi el rock and roll es algo bastante más amplio que un estilo de música, es espíritu crítico, pensamiento propio, rebeldía para mejorar las cosas, innovación, tolerancia, esfuerzo, lucha, cambio, perseverancia y sobre todo libertad. Muy alejado de cualquier tipo de adoctrinamiento, sea cual sea su naturaleza. Por lo que, si entendemos el rock and roll con un conjunto de atributos como los que te acabo de decir, la respuesta es sí. La música y la filosofía son fundamentales para lo que denominamos (junto a mi compañero Luis Rubén Gallardo en el libro Rock y Educación) humanismo proactivo.
P. ¿A usted le enseñaron más los años de carrera o los kilómetros de carretera?
R. Los años de carrera me enseñaron mucho, también los años de becario predoctoral y las estancias postdoctorales en el extranjero, los congresos internacionales, etc. Pero es cierto que las giras, los viajes, la carretera, la industria musical que he vivido muy intensamente desde mediados de los años noventa también me han servido muchísimo. Es un aprendizaje único, muy difícil o casi imposible de conseguir por otra vía. Sigo aprendiendo y estudiando cada día, como científico y profesor tengo la obligación de estar al día en las diferentes líneas de investigación y docencia en las que trabajo y como músico tengo la suerte y la ilusión por seguir aprendiendo al lado de grandes artistas con los que me relaciono, como Javier López (bajista y realizador audiovisual) y Curro Martín (guitarrista y profesor de guitarra) que son los compañeros con los que hemos grabado el primer álbum de Subtónica, Fernando Sendra (artista visual y fotógrafo) que ha elaborado todo el material fotográfico y visual del disco o Pachi García Alis (productor) en cuyo estudio hemos “dado a luz” a este primer EP La guerra que respiro. Un inmerecido honor estar al lado de ellos.
P. ¿En el encerado se tiene el mismo vértigo que en el escenario?
R. Ufff… es parecido, pero sin camerinos y sin técnicos de sonido y luces. Para el vértigo sólo hay una receta: mucha preparación y ganas de hacerlo bien, estar comprometido y disfrutar de verdad aprendiendo, porque de los alumnos también se aprende. Y mucho.
P. Elija: ¿un concierto memorable o la satisfacción de ver que a un alumno le brilla la mirada porque “lo ha entendido”?
R. Cada uno tiene un gran sitio en mi caja de los EGOS, la satisfacción de dar un gran show o escuchar cientos de personas cantando una letras que has escrito en tu habitación o en la playa es adrenalínicamente explosivo, bestial. Pero también es profundamente reconfortante enseñar y ver que los alumnos dan pasos hacia adelante, que somos capaces de aportar herramientas de utilidad para su futuro. Hacer música también lo es.
P. ¿Le brillan a usted los ojos cuando piensa en Estirpe?
R. Mucho, muchísimo. Me brillan porque fue el proyecto musical que fundamos hace muchos años varios amigos, con el que aprendimos, crecimos y maduramos y por supuesto, con el que acumulo experiencias de directos dentro y fuera de España, por todo lo que nos costó llegar al status de reconocimiento actual, a conseguir diferentes metas y objetivos, por mil y una batallas, etc. Me brillan porque fue la banda en la que escribí decenas y decenas de canciones, que ahora son “biblia” para muchos seguidores y eso es realmente gratificante. Me desarrollé como letrista, como batería, y por supuesto porque aprendí muchísimo, gran parte de lo que cuento en el libro Rock y Educación. También descubrí los entresijos de este maravilloso y a la vez esperpéntico mundo de la música, para intentar ahora decidir con qué parte me quedo y con cuál no. También me brillan porque muy pronto Manuel Ángel Mart, Loren Gómez y cia. volverán a dar guerra en los escenarios y a defender su último discazo en directo, y eso es algo muy positivo.
P. ¿Si Estirpe fue su escuela, Subtónica es su universidad?
R. Maravilloso símil, creo que sí, podría valer perfectamente. Subtónica es un proyecto muy distinto, no solo musicalmente sino en otros aspectos. Partimos de cero, es muy arriesgado ya que no tiene nada que ver con mi etapa anterior, es un grupo totalmente desconocido aún y eso requiere muchísimo esfuerzo, lo sé de buena tinta. Subtónica nace como metáfora de ser un grado en lenguaje musical por debajo de la tónica, que no tiende a lo habitual. Desde ese punto de vista somos completamente underground, tanto es así que el álbum está publicado por AEIAP music, una rama de la Asociación Española de Investigación Artística y Performativa de la cual formamos parte profesionales, investigadores, músicos y docentes a nivel nacional. Por primera vez asumo la responsabilidad en la composición, letras, voces y batería, por lo que todo se “acompleja” un pelín. Subtónica es un reto pero a la vez es la forma de introducir la música como parte fundamental e inseparable de mi vida. Es un proyecto musical serio, abierto y sin ninguna limitación estilística, así que espero doctorarme desde la insolencia y el activismo musical para que el álbum La guerra que respiro llegue a muchísima gente.
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