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Cine de verano (III): Hoy, sesión doble, 'Good morning, Vietnam' y 'La chaqueta metálica'

Good Morning Vietnam.

Juanjo Fernández

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Ah, la de Vietnam, la guerra más pop de la Historia. La que perdió el ejército más pop de la Historia mientras escuchaban a Martha Reeves & The Vandellas o a Los Beach Boys y fumaban marihuana vendida a precio tirado por los propios amarillos.

Qué cosas. Estas dos películas hablan de periodismo, ese oficio cotidiano, periódico, como su propio nombre indica, que parece sólo tener sentido no en la vida civil, sino en la militar. En la vida civil al que ejerce ese oficio se le llama “tertuliano” o, agh, “politólogo”.

La primera la dirige el bueno de Barry Levinson (Sleepers, Rain man, Cortina de humo…) que bastante tiene con aguantar a que a su protagonista, Robin Williams, se le vaya sempiternamente la cabeza y haga con el guión lo que le salga de la polla o de la garganta en cada secuencia.

Sin embargo, dentro del género al que podríamos llamar “de películas buenistas”, ´Good morning, Vietnam´es muy buena; no como ´La vida es bella´, de Roberto Benigni, que es una mierda azucarada que llena al espectador de aburrimiento y caries a la par (sí; sé que me la juego al decir esto, pero me da igual).

La segunda la dirige Stanley Kubrick (todos en pie) y es maravillosa porque son dos pelis en una. Dos documentales: la primera parte es la de la formación de los tarugos, la carne de cañón, los que volverán de un sitio, al que no pueden señalar en un mapa, tullidos o en una bolsa cerrada con cremallera y envueltos en una bandera. Si es que van, porque algún patoso se vuela la cabeza en las letrinas llevándose al sargento por delante y no va ya a ningún lado.

Después de la etapa de formación, Kubrick hace un fundido a negro y lo abre en Saigon mientas suena ´Estas botas están hechas para caminar´, de Nancy Sinatra. Ya están en “el fregao”, ya van a tener esa “mirada de los mil metros” que se le pone al marine cuando entra en combate. Ya empieza la segunda peli que encerraba la película.

Kubrick baja el tiro de cámara y rueda a base de travellings prodigiosos algo tan tonto y tan inútil como que una patrulla tome un pueblo desierto e incendiado habitado solamente por una amarilla que, además, es una francotiradora.

Su agonía, su ajusticiamiento, convierte definitivamente a ´La chaqueta metálica´, Full metal jacket, en una película teológica, como las novelas de Conrad o de Melville, como las cosas que importan.

Vi esa sesión doble con una novia y, al salir, nos tomamos una copa en El Limbo. Cuando separó sus labios del mojito me miró y me dijo: “los chicos estáis locos; tened cuidado”.

Yo le respondí: “puede ser”.

Y la besé (o ella a mí).

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