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“Malditas sean las guerras”: 20 años de la muerte del periodista cordobés Julio A. Parrado

El periodista cordobés Julio Anguita Parrado.

Alfonso Alba

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El 7 de abril de 2003, un misil acabó con la vida del periodista cordobés Julio Anguita Parrado. Ese día, su padre, el exalcalde Julio Anguita, tenía programado un acto público en Getafe, en el teatro Federico García Lorca. Apenas unos minutos antes de comenzar recibió la noticia: su hijo había muerto cerca de Bagdad. Anguita quiso dirigirse al público que llenaba el recinto para escucharle y comunicar por qué suspendía el acto, pronunciando una frase icónica: “Mi hijo mayor, de 32 años, acaba de morir, cumpliendo sus obligaciones de corresponsal de guerra. Hace 20 días estuvo conmigo y me dijo que quería ir a la primera línea. Los que han leído sus crónicas saben que era buen periodista. Ha cumplido con su deber y yo por tanto voy a dirigir la palabra para cumplir con el mío. Ha sido un misil iraquí, pero da igual. Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”.

Su hijo, Julio A. Parrado, trabajaba para el diario El Mundo. Era corresponsal en Nueva York, donde había cubierto el ataque del 11-S y la caída de las Torres Gemelas en 2001. Había hecho el cursillo de corresponsal de guerra con el Ejército de Estados Unidos y se había empotrado, junto a decenas de periodistas más, en una de las columnas que iniciaron la invasión del país ordenada por George W. Bush.

El 7 de abril por la mañana, Julio llamó hasta tres veces a la redacción de El Mundo. Acompañaba a la Segunda Brigada de la Tercera División de Infantería y sabía que iban a lanzar un ataque sobre Bagdad. Sería la noticia del día. El periodista cordobés no disponía de un chaleco antibalas adecuado, así que en prevención decidió quedarse junto a otros compañeros en la retaguardia, en la zona del centro de mando de la división a la que acompañaba.

En circunstancias no aclaradas del todo, un misil supuestamente iraquí lanzado desde la ciudad iraquí de Hilla, a unos 50 kilómetros de distancia, acabó impactando de lleno sobre el centro de mando. La explosión mató a Julio A. Parrado y al periodista alemán Christian Liebig, que también cubría la guerra para la revista Focus. Dos soldados estadounidenses murieron, 15 resultaron heridos y 17 vehículos totalmente destruidos.

Aunque el ataque ocurrió por la mañana, la confirmación de la muerte del periodista cordobés no se produjo hasta por la tarde. Horas antes, sus compañeros no lograban contactar con él. El rumor de que se había perdido el contacto con un periodista español llegó a todas las redacciones. Y en muchas se comenzó a echar de menos a Julio. También en Córdoba, donde se crió, donde comenzó a trabajar y donde mantenía a muchos y a muy buenos amigos.

Fue el entonces director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, el que recibió la confirmación de la muerte del periodista cordobés. Su padre estaba en Getafe. Su madre, Antonia Parrado, en Córdoba, donde era concejala de Asuntos Sociales en la corporación presidida por Rosa Aguilar. Al día siguiente el Ayuntamiento celebró un Pleno extraordinario, donde la ausencia de Antonia Parrado se hizo evidente.

Los restos mortales del periodista cordobés no llegaron a su ciudad hasta que no pasaron unos días. La complejidad de la identificación y el traslado desde Irak retrasaron la despedida definitiva a un periodista de 32 años que murió ejerciendo su trabajo. Hoy, en el cementerio de la Fuensanta, sus restos descansan junto a los de su padre, Julio Anguita, que murió en mayo de 2020. La frase de “malditas las guerras” se ha convertido en un lema antibélico en España.

Este 7 de abril, día de Julio, su familia, sus amigos, sus compañeros, el Sindicato de Periodistas de Andalucía, la Universidad y el Ayuntamiento de Córdoba vuelven a recordarle. Han pasado 20 años, pero como cualquier 7 de abril, aunque sea un festivo como el Viernes Santo, se entregará en Córdoba el premio internacional de Periodismo que lleva su nombre. El salón de plenos, aquel del que su madre se ausentó en 2003, volverá a escuchar su nombre. Y dentro se volverá a hablar de periodismo, del de conflictos, el más complicado. El que amaba Julio.

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