¿Está Córdoba construida para sobrevivir al calor del verano?
¿Está Córdoba construida para soportar unas temperaturas que en verano cada vez son más altas? La Asociación Córdoba-Futura dio voz este jueves a expertos y gestores del clima y el urbanismo, para analizar los problemas y formular los compromisos y acciones necesarias para mejorar el bienestar de los habitantes de la ciudad. La ponencia de Pedro Domínguez Bascón, geógrafo climatólogo, profesor Titular de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Córdoba, y de Curro Crespo García, arquitecto, socio de Amasce e impulsor de Espacioplástico, fueron bastante pesimistas.
Domínguez Bascón es uno de los autores de uno de los primeros estudios que constatan la realidad de la ciudad de Córdoba y el efecto isla de calor. Científicamente demostró unas oscilaciones que en mayo llegan a ser de nueve grados de diferencia entre la temperatura que puede haber en la plaza de Las Tendillas o las afueras, en el Aeropuerto de Córdoba. Y dio una clave: el suelo. Domínguez Bascón sostiene una máxima: “Cuando se altera el suelo natural por uno artificial la temperatura varía. Eso genera la isla de calor”, resumió. Es decir, en cuanto el suelo deja de ser vegetal la temperatura es más alta.
Curro Crespo dio su visión arquitectónica y sostuvo su tesis en un estudio del propio Domínguez Bascón sobre las superficies usadas para la construcción. Así, concluyó cómo la cal, por ejemplo, presenta una temperatura similar a la de la hierba. Y cómo el granito, muy usado en la construcción de Córdoba, puede superar los 60 grados en verano. De hecho, hay un estudio reciente, que citó, del año 2016 en mayo en La Corredera que dispara la temperatura del suelo de la plaza a los 50 grados.
Domínguez Bascón hizo un recorrido muy amplio sobre cómo es el clima en Córdoba e incidió en que el verano es cada vez más largo. Así, señaló que ocupa el 40% del año y que arranca cada vez antes, en el mes de mayo, y concluye después, en octubre. Pero incidió especialmente en cómo la ciudad genera unos efectos isla de calor espectaculares, de los más altos de toda la literatura científica. Su propio estudio señala cómo las grandes plazas de Córdoba comienzan a calentarse antes, alcanzan temperaturas más altas y se enfrían más tarde.
Por su parte, Curro Crespo concluyó que Córdoba “tiene muchos elementos en los que trabajar y mejorar”. Urbanísticamente, citó el Plan General de Ordenación Urbana, que dibuja zonas verdes “que no lo son”. Es el caso del Bulevar Hernán Ruiz o la plaza del Zoco, que son zonas verdes según el PGOU, pero que al final no son como tales.
En cuanto a los jardines de la ciudad, Domínguez Bascón sostuvo que solo hay un espacio bien diseñado en la ciudad y donde baja la temperatura en verano, los de la Agricultura. “Los jardines de Córdoba no están bien diseñados desde el punto de vista bioclimático. El único que deja confort es el de los Jardines de la Agricultura. El jardín tiene que generar inversiones térmicas”, explicó. Para eso, debe estar por debajo de la superficie de la calzada y también debe tener setos, con masas de agua y sombras, algo que no ocurre en la mayoría de los parques en Córdoba.
Curro Crespo puso el ejemplo de cómo desde el año 1983 todos los ayuntamientos apostaron por espacios públicos en los que hubiese que gastar poco dinero en mantenimiento. El primer ejemplo fue el de la plaza de los Países Catalanes de Barcelona, de Francesc Catalán. Un ejemplo cordobés sería el propio Vial Norte, construido con un granito que alcanza temperaturas altísimas en verano y que destruyen el confort térmico.
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