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De Belalcázar al infierno del campo de concentración de Djelfa

Campo de concentración de Djelfa (Argelia) 1941-1943

Carmen Reina

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Fernando Serena de Medina (Belalcázar, Córdoba, 1919) fue uno de esos hombres anónimos de la comarca de Los Pedroches que, tras el golpe de Estado de 1936, luchó en defensa de la República y, terminada la Guerra Civil, se exilió en Francia, pero allí comenzó su calvario en varios campos de concentración en ese país, hasta que fue trasladado al de Djelfa, en Argelia. “Era un trozo de desierto sembrado de alambre de espino”.

De su historia y de la memoria de quienes como él fueron deportados a este campo de concentración, habla ahora el libro De Belalcázar al infierno de Djelfa, un trabajo de investigación y recuperación de esa memoria, escrito por su sobrino y cronista de Belalcázar, Joaquín Chamero Serena.

De Belalcázar al Infierno de Djelfa resulta de un trabajo de investigación y de recuperación de memoria oral y escrita que aborda la deportación española a los campos de concentración del norte de África. “Es una obra necesaria para la toma de conciencia en nuestra sociedad sobre lo ocurrido en esa época y un reconocimiento de la España democrática hacia aquellos españoles y españolas que padecieron las peores pruebas por haber defendido la libertad y la democracia”, explican a este periódico desde la Asociación Triángulo Azul Stolpersteine de Córdoba, que ha editado el libro.

El relato se centra, así, en la figura de Fernando Serena de Medina, nacido en Belalcázar en una familia humilde que se dedicaba a la agricultura y la apicultura, que pasó su infancia y juventud en este pueblo de la comarca de Los Pedroches, hasta el golpe de Estado de 1936. Antes de cumplir los 17 años y falseando su edad, se alistó voluntario para luchar por la defensa de la República.

Y el relato de su vida cuenta cómo luego tuvo que exiliarse atravesando el paso fronterizo entre Coll Pregon y el Coll D’Ares francés, conocido como Camino de la Retirada, “como muchos españoles y españolas que como él salían temerosos del terror que podía venirles encima si se quedaban. Pero, como se daría cuenta más tarde, había dejado atrás el horror de la guerra española para caer en otro”.

De un campo de concentración a otro

Los siguientes capítulos de la vida de Fernando -y del libro- rememoran “las penurias, hambre y represión que sufrió” en varios campos de concentración franceses en los Pirineos orientales. Los campos de D’Agde, Gurs, Argeles sur Mer, Vernet d’Ariage y las Compañías de Trabajadores Extranjeros conformaron su destino en esos años, trabajando también en Ille-sur-Tet en la reconstrucción de canales de agua.

“Pero todavía le faltaba vivir el peor de los sufrimientos”, relatan. El 22 de marzo de 1941 Fernando y 97 hombres más de distintas procedencias europeas, formaron un convoy que los llevó al puerto de Port Vendrés, donde embarcaron hacia Orán, ciudad a la que llegaron tres días después. “Tras el previo encarcelamiento de varios días en Orán, en cuya prisión permaneció a la espera de la organización de un nuevo traslado, le quedaba descender a los infiernos, y a ellos lo arrojaron: Djelfa”.

“Como dice Fernando en el libro aquello era un trozo de desierto sembrado de alambre de espino”. Y es que fue “un campo infernal en el que se dedicaban jornadas agotadoras de trabajo esclavo. Trabajos que eran agravados por los malos tratos que recibían por parte de los vigilantes. Y las llamas de aquel infierno le abrasarían durante dos años”, como se explica en el libro que reconstruye su memoria.

Un superviviente, “ejemplo de resiliencia”

Los padecimientos de este cordobés se tornarían en artrosis, reuma, trastornos circulatorios, trastornos gástricos, cistitis, insuficiencia cardiaca, zumbidos…, desgranan sobre las consecuencias de su estancia en los campos de concentración. “Hasta suliberación”. Y es que Fernando pudo reconstruir de alguna manera su vida, “ejemplo de resiliencia, de supervivencia”.

Ya como jubilado, volvió a Ille-sur-Têt, a 22 kilómetros de Perpiñán, donde fijó su residencia “para estar más cerca de la frontera y de la España por la que había luchado”, recuerda ahora su sobrino y cronista.

“La edad no le minó su espíritu inquieto y estuvo involucrado en el trabajo de memoria de la asociación CTE en Ille-sur-Têt, quienes le nombraron presidente de honor de la Asociación de Memoria”. El ayuntamiento de esta ciudad francesa, en reconocimiento a su contribución de trabajo en el canal de riego para la ciudad en época de los campos de concentración y por ser el último superviviente de trabajadores extranjeros que quedaba en Ille, le homenajeó concediéndole la medalla de honor de la villa en mayo de 2005.

Toda su vida es ahora objeto de recuerdo en este libro, editado por la Asociación Triángulo Azul Stolpersteine de Córdoba y Jaén en colaboración con la Diputación de Córdoba y el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática. Una obra que narra la historia de “uno de esos olvidados españoles que lucharon contra los rebeldes en defensa del Gobierno de la República. Uno más de los que padecieron los trabajos forzados, la represión, el martirio, el hambre… de los campos de concentración franceses, incluido el infierno africano de Djelfa”.

“Al publicar este libro, la Asociación Triángulo Azul Stolpersteine de Córdoba y Jaén quiere sacar del anonimato a hombres y mujeres que lucharon por la libertad, la igualdad, la justicia, el pluralismo político, en España y fuera de ella, defendiendo el Estado de Derecho, la democracia, sus principios y sus reglas del juego, ante ideologías totalitarias y extremistas, como el franquismo y el nazismo”, argumentan desde el colectivo.

“Valorar que vivimos en paz y libertad debe ir acompañado del reconocimiento de lo que ocurrió, ya que nuestra democracia no estará completa hasta que las vidas de estos hombres y mujeres no sean un referente en nuestra historia”.

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