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Pantano de Iznájar

Alfonso Alba

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En el verano de 2005, un descenso repentino en el nivel del agua del embalse de Iznájar dejó sin agua potable a 200.000 cordobeses. Todos los pueblos, salvo los pocos que tienen acuíferos propios, al sur de Córdoba capital vieron cómo se interrumpía el suministro. Fue la conocida como crisis de la terbutilazina, un fertilizante muy usado en el olivar. Iznájar es un embalse al que llegan escorrentías de la enorme cuenca del Genil y en sus fondos, diluidos, también están los fertilizantes usados en la agricultura. Una caída drástica de los niveles del pantano provocó que la planta potabilizadora no diera abasto y que el agua que salía por el grifo no fuese apta para el consumo humano.

La crisis de 2005 demostró la importancia de un embalse como Iznájar, el mayor de toda Andalucía, para la provincia de Córdoba. Su enorme capacidad de retención de agua lo convierte en una especie de seguro de vida. Con los consumos actuales, especialmente en la agricultura, sin Iznájar el sur de la provincia de Córdoba estaría viviendo una sequía catastrófica ya. Pero sus enormes dimensiones no pueden ser cuestionadas e Iznájar está empezando a sufrir tensiones.

Esta semana, dos municipios cordobeses han activado sus alarmas: Benamejí y Lucena. Sus ayuntamientos han decidido levantar el pie del consumo de agua, dejar de baldear las calles, cortar el suministro en instalaciones cerradas y rebajar la presión de la red por las noches. El motivo está en que Iznájar comienza a lanzar mensajes de que hay que ahorrar.

La situación actual no es ni dramática ni excepcional. Desde 1969, Iznájar ha pasado crisis terribles. La peor, a principios de los 80, cuando en la presa sólo quedaron 1,6 hectómetros cúbicos de agua (para una capacidad total de 978). Entonces se vivieron momentos dramáticos. A mediados y finales de los 80, el embalse se recuperó, pero nunca se llenó. Por eso, cuando comenzó la sequía de los 90, la reserva de agua siempre estuvo por debajo de los 200 hectómetros cúbicos de agua. Pero llegó la lluvia, y en 1997, en 1999 y en 2005 el pantano se llenó. En 2005, el corte de agua que sufrió todo el Sur de Córdoba durante cinco días fue provocado por un descenso inesperado del pantano. Aumentó la concentración de agentes contaminantes sin que se contara con medios para combatirlos, como el famoso carbón activo. En 2008, el embalse volvió a sufrir una gran sequía y en septiembre estaba por debajo de los 200 hectómetros cúbicos.

Ahora mismo, el embalse de Iznájar está al 23,6% de su capacidad y retiene 232 hectómetros cúbicos de agua. Iznájar sigue suministrando agua para regadío, por lo que desciende a una velocidad de ocho hectómetros cúbicos a la semana. Es decir, en septiembre podrá volver a estar por debajo de los 200 hectómetros cúbicos. El problema actual es que 150 hectómetros cúbicos no son útiles. No se pueden beber por su alta concentración de fertilizantes y también de residuos. Por lo que técnicamente a Iznájar le quedarían 50 hectómetros cúbicos para abastecer a una población de 200.000 personas.

Sin ser alarmante, la situación empieza a ser preocupante. En las anteriores sequías siempre se contó con poder usar casi todo el agua que había embalsada. Ahora, la colmatación del fondo del pantano y la concentración de fertilizantes hace que sea muy difícil.

Aún así, Iznájar tiene agua suficiente como para garantizar el abastecimiento para consumo humano, pero no para regar. Cada día, de Iznájar salen unos 55.000 metros cúbicos de agua para abastecer a todos los pueblos del sur de la provincia. Los 50 hectómetros cúbicos útiles que quedarán en el pantano son más que suficientes para garantizar ese suministro. Pero el drama llegará en el campo en el caso de que no llueva. Iznájar no tendrá capacidad para garantizar el regadío en amplias comarcas de Córdoba y la provincia de Sevilla.

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