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Los Patios y la ciudad prestada

Aglomeración en San Basilio | TONI BLANCO

Juan Velasco

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El Concurso y el Festival de los Patios ha terminado y, con él, la capital retoma estos días cierta tranquilidad hasta el próximo gran desembarco turístico, que tendrá lugar coincidiendo con la Feria de Nuestra Señora de la Salud. Para cuando llegue esa fecha, ya habrá datos oficiales al detalle de las visitas a los patios en la edición de 2018, un año que se recordará por varios motivos.

El primero de ellos es que, en un año en que los datos turísticos no están siendo especialmente reseñables, se ha mantenido la tónica de contabilizar un millón de visitas, que no un millón de visitantes. Hablamos de un millón de entradas y salidas a los patios por parte de una masa de personas que suele visitar varios patios. Una media de 5, según detallan algunos de los controladores que han estado trabajando durante el concurso, que son los que contabilizan el número de entradas, y cuyo sueldo de 5 euros la hora es quizá la segunda razón por la que se recordará esta edición del concurso.

También, aunque esto no es nuevo, por las colas, que ya se han extendido del Alcázar Viejo dónde siempre han sido muy habituales, hacia el resto de las rutas de la ciudad. Y, finalmente, porque en algunos barrios ha vuelto reavivarse el debate sobre la rigidez con la que se está celebrando esta fiesta, centrada casi únicamente en la vertiente estética de los patios, y excluyente con el contexto en el que se integran: Esa filosofía vital que los ha rodeado siempre, y que lo vincula con la gastronomía, el consumo moderado de alcohol y la explosión musical, improvisada la mayor parte de las veces.

En el Alcázar Viejo, por ejemplo, no ha sentado nada bien algún artículo periodístico que señalaba como algo malo que, en medio del bullicio de los patios, sonara la música y se le ofreciera rebujito a los visitantes. Lo explica Francisco Javier Álvarez, expresidente de la asociación de vecinos del barrio, que ha vivido en primera persona cómo ha afectado la declaración de la Unesco y cómo ha evolucionado la fiesta desde entonces.

Cuando los patios eran una auténtica fiesta

“A nosotros los que nos sorprende es la gente de la propia ciudad, que no lo han mamado, y que dice que si hay muchas colas o que si la música se pone y no se puede descansar. Esa gente lo que tiene que saber es que, en general, en el barrio nos sentimos orgullosos. Es que esto de la bulla de los patios no es una cosa nueva en el Alcázar Viejo”, reflexiona Álvarez, que tiene bastante claro que muchas de las críticas vienen por parte de gente que “ni conoce bien el barrio, ni ha vivido en San Basilio”.

En este sentido, rememora que hace diez años todo el barrio se llenaba de barras, la música no paraba de sonar hasta bien entrada la madrugada en plena calle, y cuando ésta acababa, no era raro que apareciera un guitarrista y un cantaor y se pusieran a cantar. “Los patios antes era un fiesta como los carnavales. Esa fiesta improvisada en la calle la han destruido. Eso ya no existe”, afirma el que fuera presidente de la asociación de vecinos.

De los últimos cinco años, destaca que se ha intentado hacer “de todo” para que no haya colas pero sin éxito, porque la gente viene concienciada para ello, del mismo modo que van a la feria sabiendo que va a hacer calor. El impacto de las colas hoy en día, dice, es el mismo que a su juicio ha habido siempre en un barrio que durante el concurso de patios está acostumbrada a “sufrir” la afluencia, el ruido y trasiego constante, y a convivir con ello “con alegría e ilusión”.

Otra de las cosas buenas, según remarca, es que la gente ya no viene a los patios a hacer botellón, como ocurría antiguamente, que se iban de la calle a las 7 de la mañana. “Ahora a las 2 de la mañana no hay música, se limpian las calles y se han puesto controles que están funcionando”, añade. Y, sobre todo, Álvarez insiste en que, por encima de las colas del concurso, San Basilio sigue siendo un barrio muy transitado cuando éste acaba y es uno de los puntos predilectos de los turistas que vienen a Córdoba.

El impacto turístico no es negativo mientras haya control y mantenimiento del patrimonio

La pregunta que sobrevuela desde hace tiempo en la ciudad es si el flujo turístico masivo está teniendo un impacto negativo sobre la propia arquitectura, especialmente en el Casco Histórico. Ha ocurrido con la Semana Santa y más recientemente con la Fiesta de las Cruces de Mayo, así que los patios no escapan a las críticas de masificación y peligro para el protegido casco histórico de Córdoba, cuyo cuidado trasciende a la propia ciudad, pues es patrimonio mundial de la Humanidad.

En este sentido, la arquitecta Lourdes Arroyo, vocal del colegio de arquitectos, calma los ánimos. A su juicio, el impacto turístico nunca es negativo se si controla, si se canaliza la masa turística con información, y mientras haya mantenimiento de calles antes y después del desembarco turístico. Arroyo sostiene que “la verdadera cuestión es la información y la canalización de ese millón de visitas”.

La primera consecuencia positiva que ha detectado la arquitecta este año es que los autobuses turísticos ya no solo aparcan junto al Alcázar Viejo, sino que se reparten por El Arenal y la zona de Miraflores, lo que da una idea de que los patios ya es una fiesta que cubre toda la ciudad. Además, entiende que, si gran parte de estos cientos de miles de turistas han venido a pasar un único día, y por las colas solo han podido visitar dos o tres patios, pronto van a llegar a la conclusión de que tienen que pernoctar más días, lo cual es bueno para la ciudad.

En cuanto al perfil de los visitantes y de la propia feria, defiende que los patios es una fiesta sin alcohol ni comida de por medio. “No es lo mismo una masa de personas con alcohol en las venas, que una masa que venga a ver patios. Lo malo de la masa de personas es que vengan confundidas, que hagan destrozos porque estén cabreadas”, remarca la arquitecta.

Más aparcamientos, mejor información y promoción más allá del Mayo Festivo

No obstante, reconoce también que hay que mejorar algunos aspectos: “Las calles son las que son y no se pueden ampliar. Urbanísticamente Córdoba tiene sus deficiencias, pero igual que Roma, Venecia o Florencia, tienen unas características que son fantásticas”, indica Arroyo, que cree que hay que mejorar la información al turista y guiarlo para que no se concentren todos en un mismo punto. A su juicio, es indispensable que se mantenga un nivel alto de vigilancia y control de la circulación de los peatones, para evitar que la masa pueda dar lugar a episodios de locura colectiva.

Mientras se mejora en estos aspectos, cree crucial que el casco histórico tenga un mantenimiento potente y constante, y que se habiliten más aparcamientos de descarga en otras zonas de interés, para que no todos partan del mismo punto. En este punto coincide con el presidente de la Asociación de Empresarios de Hospedaje de Córdoba (Aehcor), Manuel Fragero, que pone el acento en los problemas de aparcamiento de la ciudad.

“El tema del parking está fatal. No tenemos suficientes aparcamientos para todas las personas que vienen”, asegura Fragero, que añade que “se necesitan infraestructuras que permita que las personas que nos visitan se sientan bien sin echar a las personas que viven en la ciudad”.

En una ciudad que vive prestada al visitante durante más de un mes, casi como los propios patios, sus habitantes ya empiezan a sufrir las consecuencias de una turistificación que aflora de manera leve pero inexorable y que empieza a generar problemas en los barrios del centro en cuestiones como los alquileres turísticos.

Se puede percibir in situ. En un paseo por el Alcázar Viejo con el que fuera su presidente, éste señala en apenas unos minutos varios inmuebles que hace unos meses eran viviendas alquiladas por jóvenes del barrio y que ya son viviendas con fines turísticos. “Eso sí que está echando del barrio a algunas personas”, reconoce Álvarez en medio del estruendo de los patios de Córdoba.

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