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Mayo de puertas para dentro: los patios, más íntimos que nunca

Patio en la Calle La Palma | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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Las calles muestran una imagen muy diferente a la habitual en estas fechas. No están vacías, como sí durante marzo y abril, pero el tránsito de personas es muy menor. En las plazas y otros espacios de la ciudad no se erigen Cruces coloreadas de flores. La calma predomina en un mes de altas concurrencias y bullicio alegre. Así va a continuar las próximas semanas aun cuando son las previstas desde hace meses para la fiesta más significativa de estos lares en el largo período que anuncian romerías y Batalla de las Flores. En silencio transcurre el Mayo Festivo de Córdoba, cuyas gentes se hacen a la idea -en realidad ya están hechas desde tiempo atrás- de que en esta ocasión no van a tener oportunidad de visitar los pequeños paraísos escondidos tras los muros de viviendas de todo tipo -unas antiguas, otras reformadas-. Este 2020 es el año en que los patios no abren sus puertas, no al menos cuando suelen hacerlo.

Entre los días 4 y 17 -a partir del lunes por tanto- medio centenar de casas, algunas de vecinos y otras unifamiliares, tendrían que convertirse de nuevo en puntos de continuo peregrinaje. Miles de personas habrían de visitarlas, lo que siempre es posible gracias a la amabilidad de sus propietarios o inquilinos. Son ellos quienes mantienen viva la tradición de los Patios de Córdoba, así como los artífices de que ésta se convirtiera en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Pero la pandemia de Covid-19 provoca lo que ninguna otra circunstancia pudo durante décadas: la ausencia de una fiesta que tiene sello propio. Dentro de ella está el Concurso, que quedó sin celebrarse por última vez tras el estallido de la Guerra Civil en España. La emergencia sanitaria conlleva una de las realidades más difíciles para la ciudad, como lo fue la cancelación de la Semana Santa o como lo es la anulación también de la Feria de Nuestra Señora de la Salud.

Sin embargo, en los recintos abiertos de las viviendas las plantas permanecen tan vivas como siempre. Así sucede cada año durante todos los meses. Porque no se trata de realizar un montaje para un mes y de cara al público sino de una convicción, de una forma de vida que se exporta en un puñado a metros cuadrados a millares de retinas -y corazones también, seguro está-. Las emociones no van a acompañar esta vez a las flores, al menos no las de los visitantes pues sí están las de sus cuidadores. En medio de este panorama, CORDÓPOLIS permite contemplar desde el hogar sólo algunos de los muchos patios de la ciudad. Como por ejemplo el que parece jugar al escondite en plaza de las Tazas, 11. En lo que antaño fue el picadero de caballos de La Magdalena, muy cerca de Regina, vive Cristina Bendala, que cada Mayo Festivo expone un gran jardín entre cuatro paredes -por así decirlo-.

Aun cuando va a estar cerrada su casa, como el resto, el inmenso patio que alberga -y que concursa en la modalidad moderna- se encuentra en plenitud. Es el reflejo de la pasión de su dueña, que asegura que el cuidado “ha sido como todos los años”. Quizá este hecho hace más sencillo el enclaustramiento por la cuarentena. Cristina Bendala admite de hecho que en un espacio como su hogar “el confinamiento es muy relativo” pues “carece de la sensación de presión y encierro”. Para ella y su marido “el no abrir el patio” es sin duda “la realidad más dura” en estas fechas. Muy probablemente sea éste el sentimiento de quienes viven o tienen sus pequeños comercios en uno de los rincones más conocidos -y reconocibles- de Córdoba en mayo. En Marroquíes, 6 todo es igual que siempre pese a que la situación es totalmente diferente.

Las callejuelas que dan forma a esta casa-patio, todas más allá del tradicional zaguán, están repletas de flores también en perfecto estado. Las buganvillas cubren en partes el enchinado suelo, el mismo que pisan cuidadores y cuidadoras cada día para tener a punto las plantas. Porque, en efecto, esto es mucho más que una exhibición a turistas. “Todos los años el patio se mantiene como ahora. El mantenimiento es el de siempre”, indica Francisco Pérez, una de las personas que dan vida a este especial recinto. “Es muy grande, tiene muchas plantas, y si se os fuera nada más que una cuarta parte, levantarlo otra vez sería poco menos que imposible”, explica. “Si no hay Concurso, da igual, aquí no se puede bajar la guardia. Las plantas son seres vivos y tienen que estar cuidadas”, concluye.

No muy lejos de este punto, una vez se sale a Mayor de Santa Marina y se adentra uno por las calles que conducen a San Lorenzo, se ubica otra de las viviendas participantes en la fiesta. Próxima a la Fuente de la Piedra Escrita, donde confluyen los dos mencionados barrios y el de San Agustín, está la calle Pastora. En el número 2 vive Rafael Barón junto con su familia. Él es presidente de la Asociación Claveles y Gitanillas, una de las dos esenciales de la ciudad en torno a los patios, y también tiene su pequeño paraíso como si el lunes comenzara a recibir a miles de personas. Es lo peor de este año, tal y como afirmara Cristina Bendala, la falta de miradas curiosas. “Es una tristeza tener que suspender el Festival por algo ajeno al mismo pero tenemos que acostumbrarnos a que primero está la salud y ahora mismo tenemos que intentar estar todos en casa para no contagiarnos y aumentar la pandemia”, señala Barón.

“Es una lástima que no lo va a poder disfrutar todo el mundo”, apunta el presidente de la Asociación Claveles y Gitanillas sobre su patio. Además, incide en el hecho de que la suspensión “también para la ciudad supone un pérdida económicamente enorme”. No le falta razón pues cada año son más los visitantes que recibe la ciudad durante el período en que dura el Concurso. Quizá la ilusión de cuidadores y cuidadoras ahora sea que en unos meses resulte posible acudir a sus edenes particulares. “En octubre Córdoba vive una pequeña primavera, se va el calor y las plantas empiezan a volver a brotar. Si la delegación (de Promoción) decide poner un certamen para que la gente pueda vivir los Patios, nosotros estamos dispuestos a colaborar”, destaca entre sus muchas macetas, todas idóneamente tratadas.

Claro está que un paseo a través de fotografías o vídeo no es lo mismo que acudir a cada una de las casas cuyos habitantes abren de par en par cada año. Las flores no dejan su aroma y el color resulta menos intenso pero al menos CORDÓPOLIS acerca estos rincones únicos -sólo algunos de ellos- para sentir mínimamente la alegría en los tiestos de esta tradición Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Y es gracias a todos y todas quienes forman parte de la fiesta como cuidadores y cuidadoras, que mantienen llenos de vida sus recintos convertidos en oasis dentro del ruido de la ciudad. Así es mayo de puertas para dentro, con los patios más íntimos que nunca pero en cierto modo dispuestos a su contemplación generalizada.

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