El barrio de Córdoba proyectado para sortear las crecidas del Guadalquivir y que enterró la crisis económica
Un barrio semicolgante, construido en buena medida sobre pilares, asentados sobre terrenos inundables del río Guadalquivir a su paso por la ciudad de Córdoba. La idea, por loca que pueda parecer estas semanas en las que las inundaciones de Valencia han conducido a la reflexión urbanística, se planteó y desarrolló durante una década en la ciudad de Córdoba gracias a un proyecto que resultó premiado a nivel internacional y que quedó finalmente como un planteamiento arquitectónico pionero a la hora de abordar la problemática de construir en territorios donde el río puede experimentar violentas crecidas.
Aquel barrio, que nunca se construyó como vamos a ver ahora, nació en un concurso de ideas para urbanizar una de las zonas más interesantes pero más complejas arquitectónicamente de la ciudad: el Cordel de Écija, una bolsa de suelo junto al río Guadalquivir, en las faldas de la avenida de Cádiz, con el Jardín Botánico en frente, y que transcurre entre el puente de Andalucía y el puente de San Rafael.
De aquel concurso surgió una propuesta que ganó por unanimidad entre más de 70 ideas analizadas por un jurado de expertos internacionales. La idea, desarrollada por la arquitecta cordobesa Auxiliadora Gálvez, se convirtió en un proyecto muy laureado a nivel internacional, en tanto a que era una de las primeras propuestas de urbanización multiespecie, e integraba, respetaba y asumía toda la naturaleza semi salvaje del río Guadalquivir, incluida la posibilidad de violentas crecidas, como las que podría provocar un episodio de lluvias torrenciales o DANA.
Aquel proyecto pionero no sólo ganó el concurso de Europan VI, un certamen de talla internacional, sino que se puso en marcha en lo que respecta a planeamiento urbanístico durante una década, en la que Córdoba verdaderamente aspiró a construir un barrio pionero, que iba a incluir 1.800 viviendas -muchas de ellas de Protección Oficial- en un terreno inundable, y que iba a ser capaz de sortear, a través de soluciones de arquitectura moderna, el siempre probable aumento de caudal del Guadalquivir.
Cinco planes parciales y dos proyectos de urbanización
Su autora, arquitecta y paisajista, es hoy profesora Titular en la Universidad Politécnica de Madrid. Atiende a Cordópolis por teléfono, remarcando que, como cordobesa, siempre está pendiente de las noticias de su ciudad. En este caso, aclara, está un tanto sorprendida de que, ante el interés que ha suscitado la tragedia de Valencia en muchas ciudades por sus proyectos urbanísticos en terrenos inundables, en Córdoba no se haya recordado que la ciudad fue pionera al plantear una solución constructiva capaz de afrontar las crecidas del Guadalquivir con retorno a 500 años.
Aquella idea, recogida por publicaciones internacionales, en realidad, acabó en un cajón, como tantas otras de las que se impulsaron en los años previos al estallido de la crisis económica e inmobiliaria de 2008. En este caso, los promotores privados que trabajaban en el proyecto lo paralizaron. Por el camino se quedaron, según recuerda Gálvez, cinco planes parciales y dos proyectos de urbanización aprobados por la Gerencia Municipal de Urbanismo (GMU), entonces presidida por Pedro García del Barrio.
Hoy, casi quince años después de aquello, Gálvez remarca la importancia del proyecto, pionero al aplicar la óptica “multiespecie” al urbanismo. “Hoy es algo común en muchas ciudades europeas”, remarca la arquitecta, que ya había trabajado desde esa óptica en su proyecto de fin de carrera, y que vio la posibilidad de aplicarla a una de las zonas más ricas en biodiversidad de su propia ciudad.
Un proyecto multiespecie
¿Qué es un proyecto urbanístico multiespecie? Resumiendo mucho, es una solución constructiva de cohabitación de espacios naturales y urbanos, en el que lo vegetal, lo animal y la arquitectura convivan en “simbiosis”. En aquellos años, recuerda ahora la urbanista, existía una preocupación similar a la actual por la inundabilidad de la zona. La segunda clave era preservar el bosque de ribera, de forma que el porcentaje de arbolado tenía que ser muy remarcable. Y hablamos de árboles altos. Todo esto se contempló en su propuesta, de forma que el propio proyecto planteaba edificaciones capaces de aguantar el impacto de posibles crecidas del río, adaptadas al dominio hidráulico a 500 años.
Así, Gálvez planteó edificios de viviendas altos y delgados, establecidos por cinco grados. En el grado cero tan solo se desarrolla arbolado de ribera y paseos naturales. En el siguiente, los edificios se asentaban sobre pilares, de modo que las casas estaban en altura. En el grado 2, la edificación se asentaba en el suelo, con orientación norte-sur y vistas oblicuas al río Guadalquivir. En el grado 3, las tipologías de construcción eran mixtas, con edificaciones más “arraigadas” al suelo y cubiertas vegetales. El último grado, el 4-5, incluía distintas alturas, ya en línea con la avenida de Cádiz.
La arquitectura proyectada no solo contemplaba la seguridad frente a inundaciones, sino también la integración de un bosque de ribera y la fauna asociada. Gómez ha explicado que los edificios permitirían el crecimiento de árboles de porte alto, generando un ecosistema urbano en el que la arquitectura y la vegetación convivirían en armonía. Bajo este precepto, de hecho, trabajó durante años en colaboración con el Jardín Botánico (para constituir un bosque de ribera y una vegetación en los taludes que protegiera de la erosión el suelo) y la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), junto a la que estudió el aterrazado y la distancia a la cual se podían asentar edificaciones.
Porque el proyecto estuvo en marcha durante los años de gobiernos de IU (Rosa Aguilar, primero, y Andrés Ocaña, después), y también ofrecía una solución habitacional accesible para los sectores más vulnerables de la ciudad, ubicados, en muchos casos, en los vecinos barrios del Guadalquivir y Sector Sur. En este ámbito, según la autora, la intención era que esta franja del río actuara como un puente de cohesión social, sirviendo de conexión entre los barrios menos favorecidos de la zona y promoviendo la integración social en el entorno urbano.
En lo ambiental, otro de los aspectos más destacados del diseño era su sistema de pavimento permeable, una característica que permitía una gestión más eficiente del ciclo del agua en el área. Esta solución, todavía innovadora, buscaba reducir el impacto de las precipitaciones intensas y mejorar la absorción del agua de lluvia, evitando escorrentías que pudieran agravar la erosión del suelo y la degradación del ecosistema ribereño.
Durante años, el proyecto de aquel barrio que iba a levantarse en el Cordel de Écija tuvo repercusión en publicaciones urbanísticas de toda Europa y fue reconocido como uno de los primeros proyectos de planeamiento multiespecie. La arquitecta destaca que este enfoque, que ahora es tendencia en ciudades europeas, fue muy avanzado en su momento al priorizar el ecosistema y la biodiversidad en la planificación urbana.
La realidad económica, sin embargo, enterró la idea, antes incluso de que las inundaciones de 2010 llevaran a que la CHG actualizaras sus mapas y exigiera a los ayuntamientos medidas extraordinarias para evitar riesgos (medidas que, de hecho, este proyecto ya había planteado y asumido).
Los nuevos intentos de urbanización
Con la idea durmiendo el sueño de los justos, tuvieron que pasar ocho años para que la arquitecta se enterara por la prensa que se había reavivado el interés en el Cordel de Écija. Fue en 2018 cuando leyó que el grupo inmobiliario LAR había adquirido parte de los terrenos para desarrollar la zona con un proyecto bastante similar firmado por los arquitectos Rafael de La Hoz y Pedro García del Barrio (el que fuera responsable de Urbanismo cuando Gálvez presentó y tramitó su idea).
Finalmente, aquella segunda iniciativa de barrio adaptado al cambio climático tampoco prosperó. En 2020, con la pandemia de la Covid vigente, ambos urbanistas se desvincularon de la propuesta y poco después también lo hizo el Grupo LAR. En la actualidad hay otra propuesta sobre la mesa. Según informa ABC Córdoba y ha confirmado el propio alcalde, José María Bellido, Urbanismo tiene un nuevo proyecto para el Cordel de Écija, presentado nada menos que por LR21, la empresa dirigida por el gaditano José Luis López, 'El Turronero'.
Según el citado medio, LR21 planea un proyecto residencial y comercial centrado en un bulevar de ocio, la construcción de un puente que conecte ambas orillas, una segunda pasarela peatonal y un proyecto público de parque fluvial. Por delante, eso sí, queda un río de papeleo, en forma de adaptación del Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU).
La vigencia de una idea pionera
Más allá de los nuevos proyectos, la autora de aquel barrio verde que nunca se construyó, insiste en la necesidad de recalibrar el urbanismo en torno a la biodiversidad y la seguridad ante fenómenos naturales. Gálvez señala ejemplos en ciudades como París, donde se han desarrollado políticas multiespecie y se han protegido espacios urbanos para aves, murciélagos y otros animales. También menciona iniciativas recientes, como los concursos Reinventing Cities, que fomentan el diseño de ciudades en armonía con la naturaleza.
En esta línea, la arquitecta destaca que el proyecto del Cordel de Écija supo anticipar algunas de las preocupaciones actuales en materia de planificación urbana y cambio climático, planteando soluciones prácticas para la preservación de los corredores de biodiversidad. Sin embargo, lamenta que la falta de inversión y apoyo político local haya impedido que Córdoba se beneficiara de este avance.
No obstante, ella defiende que aquel proyecto está totalmente vigente. Aunque el contexto ha cambiado y habría que ajustar ciertos aspectos del diseño, la arquitecta sostiene que su propuesta sigue ofreciendo una respuesta eficaz para el desarrollo sostenible en áreas sensibles y vulnerables de la ciudad.
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