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La central nuclear de Garoña cierra y enviará casi todos sus residuos a El Cabril

Panorámica de El Cabril | ENRESA

Alfonso Alba

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A la Empresa Nacional de Residuos (Enresa) le gusta llamar a El Cabril como centro de almacenamiento. Para los ecologistas siempre fue un cementerio nuclear. Ahora, la enorme finca que el Gobierno posee en el corazón de la Sierra de Hornachuelos (aunque mucho más cerca de los pueblos del Guadiato) volverá a crecer para acoger el que puede ser uno de sus grandes retos: enterrar para siempre la mayor parte de los residuos de media, baja y muy baja intensidad radioactiva de la central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos), que va a cerrar definitivamente.

El Cabril acogerá el grueso de las 4.000 toneladas de residuos radioactivos de Garoña, según ha confirmado el Ministerio de Industria. Los residuos más peligrosos, los de la piscina nuclear, no vendrán a Córdoba. De momento, permanecerán en Burgos en un Almacén Temporal Individualizado (ATI), mientras se construye el Almacén Temporal Centralizado (ATC), cuyas obras ni han empezado en el pueblo que fue elegido para ello, Villar de Cañas (Cuenca).

No es la única central nuclear que se desmantela en España, ni tampoco la única que acaba en El Cabril, que ya tiene experiencia. Los restos de baja y media intensidad de Vandellós I y José Cabrera ya están sepultados en las celdas de El Cabril.

Pero la novedad es que El Cabril ya está casi lleno. Sus primeras 29 celdas están casi colmatadas y recientemente Enresa ha construido una celda más, la número 30, para acoger residuos de muy baja actividad (casi todos los procedentes de hospitales). La pregunta ahora es: ¿hay que volver a ampliar El Cabril para acoger los restos de Garoña?

En principio, parece que sí. Garoña no es la primera central nuclear que se desmantela, pero sí la primera de su generación. Ahora, es probable que lleguen al final de su vida un número importante de centrales nucleares españolas que tienen más de 40 años. Es decir, las 4.000 toneladas que Garoña pueden ser las primeras de miles de toneladas más que tarde o temprano acabarán llegando a El Cabril.

El cementerio nuclear de El Cabril se diseñó precisamente para ello. Hasta los años ochenta, los residuos radioactivos no eran un problema sencillamente porque no se pensó qué hacer con ellos. Se almacenaban en las propias centrales nucleares hasta que poco a poco fueron llegando (al principio en secreto) a El Cabril. Tras la creación de Enresa como empresa pública que gestiona estos residuos, El Cabril ha ganado en seguridad, pero también en dimensión. Celda que se llena, celda que se entierra.

¿Qué pasa ahora con Garoña?

Los expertos calculan que desmantelar Garoña puede llevar más de una década. Para empezar, Enresa tiene que hacerse con la titularidad de la central nuclear, propiedad ahora de Nuclenor. Antes, esta compañía tiene que acondicionar los residuos operacionales, efectuar la descarga del combustible gastado de la piscina a los contenedores suministrados por Enresa para su disposición en el Almacén Temporal Individualizado (ATI) de la central, como paso previo a su remisión al Almacén Temporal Centralizado, cuando éste se encuentre disponible, así como colaborar con Enresa en el conjunto de las actividades preparatorias para el desmantelamiento.

Enresa, por su parte, inicia la preparación de toda la documentación necesaria para la solicitud de autorización de desmantelamiento y la transferencia de la titularidad. Entre ellos están los residuos de media y baja intensidad, que tendrán que ser transportados a El Cabril.

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