Bravo y olé a 'El guitarrista azul'
Rodríguez y la Orquesta de Córdoba exaltan al auditorio del Gran Teatro con una nueva revisión del flamenco
El Gran Teatro de Córdoba llenó prácticamente la totalidad de su patio de butacas anoche para escuchar a Jose Antonio Rodríguez, guitarrista flamenco.
Abrió el concierto en solitario con Granaina y Nana. Granaina, íntima y dramática, Nana, vuelo onírico, dibujado preámbulo para la noche, que encarnaría el calor de la calle en el júbilo del público. La siguiente rondeña, Athena, muy sentida, encendió aún más a un auditorio entregado.
La Farruca del Desconsuelo también fue ejecutada por Jose Antonio en solitario salvo por los últimos compases donde percusionista, bajista y segunda guitarra se presentaron brevemente, jaleados por Macarena de la Torre.
La cantaora intervino por primera vez en Francisco Alegre, una versión muy lograda y trabajada, prácticamente deconstruída, de la famosa copla, donde la guitarra cobra especial protagonismo interpretando la melodía y sólo en los momentos más dramáticos daba las precisas estocadas Macarena.
En crescendo siguió Casablanca, con la cantaora integrándose como un instrumento más en el paisaje musical, mestizaje jazzístico, impasses homorrítmicos y público exaltado. Meritorio el virtuosismo que en esta pieza nos dejó ver Jose Antonio en algunos rápidos pasajes. Y es que el principal actor no sólo es capaz de transmitir y provocar sensaciones vitales a su concurrencia, sino que además tiene el ingenio de un creador y la técnica de un fuera de serie.
La evolución definitiva desde el flamenco más clásico culminó en la última intervención. Danza del Amanecer es flamenca porque el poso de toda la cultura flamenca está allí presente: los palos, el cante, las cadencias andaluzas y flamencas... Pero estaba más allá de sus límites y fronteras. No se trataba de una fusión estilística, sino de una auténtica exploración hacia otras tierras, dibujando un nuevo camino por conocer. El timbre acústico de la guitarra se hizo eléctrico y terminó la primera parte. El auditorio reaccionó de inmediato con un aplauso largo, vítores y oles.
La segunda parte del espectáculo consistió en un concierto para orquesta y guitarra: El guitarrista azul. En la zona delantera del escenario se dispuso el grupo instrumental de Rodríguez, el director invitado Michael Thomas, y el resto era cubierto por la Orquesta de Córdoba con algún refuerzo puntual para cubrir algunos instrumentos menos habituales.
La obra se expandió durante más de media hora girando alrededor de un tema flamenco recurrente que discurría dialogando con otros temas menores y variaciones. El trabajo de la orquesta fue excelente, a la par que el del sentido grupo del maestro cordobés. Las intervenciones entre tuttis y solista se fueron alternando siendo más interesantes los momentos más íntimos donde brillaban los pequeños conjuntos instrumentales, especialmente líricas las aportaciones de las maderas. La perfecta banda sonora para un Saura de nuestro tiempo e inspirada en la etapa azul de Picasso fue aclamada por un público que se puso en pie al completo para aplaudir, lanzar bravos y oles, a los músicos hasta conseguir arrancarle al compositor y guitarrista flamenco unas sentidas y emocionantes palabras y un bis maravilloso, Más allá de la frontera, donde de nuevo se pudo apreciar la magnífica voz de de la Torre y la imaginación creadora y la desbordante calidad técnica y expresiva del grupo de José Antonio Rodríguez.
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