Cordópolis y Datta Capital, un acuerdo para que el valor añadido se quede en Córdoba Redacción Cordópolis

Hubo un tiempo, no tan lejano, en que si nos recetaban un medicamento caro es que era un medicamento bueno, eficaz y resolutivo. En esos tiempos la industria farmacéutica se dedicaba, preferentemente, a fabricar medicamentos y vacunas que salvaban millones de vidas en todo el mundo.
Pero con la llegada del nuevo milenio las cosas comenzaron a cambiar. Mucho. Y para peor.
La falsa bonanza económica de los '90 y primeros años de este siglo vino acompañada de un consumo masivo y bastante incontrolado de medicamentos de dudosa eficacia y de riesgos desconocidos: milagrosos complejos multivitamínicos, remedios contra la obesidad – que generaban beneficios millonarios e impulsaban a una demencial carrera hacia la delgadez socialmente aceptada –, cremas y soluciones inspiradas en la fuente de la eterna juventud, hormonas y esteroides para la vigorexia, dudosos crecepelos para la autoestima masculina y otros muchos igualmente innecesarios y, con frecuencia, peligrosos.
No sabríamos decir si la industria farmacéutica fue causa principal de este fenómeno o solamente se dejo llevar por la corriente. Una corriente de miles de millones de euros. El caso es que se priorizó la investigación de estos productos de gran demanda y se olvidaron de producir los medicamentos que necesitamos para resolver los grandes problemas de salud. Y además los nuevos medicamentos siempre eran más caros.
En las sociedades occidentales, mientras tanto, iba tomando forma una idea nefasta: la falta de medicamentos era cosa de los países empobrecidos ya que aquí teníamos de sobra y no había que preocuparse.
Hasta que llegó la hepatitis C o, por mejor decir, un nuevo tratamiento cuya patente había sido comprada por una empresa que lo comercializó a un precio desorbitado y disparó todas las alarmas en los gobiernos de la Unión Europea: o se controlan los precios de los medicamentos o los sistemas públicos de salud no podrán sostenerse.
Y en esas estamos: queremos medicamentos buenos, de calidad y eficacia contrastadas, pero a un precio razonable para las empresas farmacéuticas y asequible para todas las personas. Ciudadanía informada y crítica, gobiernos comprometidos con la salud de la comunidad y empresas farmacéuticas socialmente responsables deben seguir buscando remedios que, respetando los derechos de todas las partes. nos acerquen a la meta del acceso universal a los medicamentos esenciales.
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