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Bolivia, allá voy

David Val

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Me voy a Bolivia. A pleno corazón de Sudamérica. Es más, cuando se publique este artículo probablemente estaré deambulando por el aeropuerto de Lima, en Perú, a la espera de enlazar con el que por fin me dejará en La Paz tras más de 20 horas de viaje.

moreDespués de quince meses continuados sin apenas vacaciones, he decidido tomar un respiro, aunque sea a casi 20.000 kilómetros de distancia. Llego a este país latinoamericano, uno de los más pobres del continente, con ganas de conocer su cultura, de entremezclarme con sus gentes y de empatizar con su estilo de vida, tan digno como austero. No soy antropólogo ni etnógrafo, solo un periodista que tiene ganas de contar historias. Mi viaje, de mes y medio de duración, discurrirá también por el sur de Perú, por el Titicaca y hasta culminar en Machu Picchu. Una cultura milenaria, la inca, que permanece anquilosada en las místicas montañas que conforman la cordillera central del sur peruano.

Con más de un 60% de población indígena, Bolivia se presenta a mis ojos como una joya tanto natural como etnográfica. Con una altura promedio cercana a los 3.000 metros, es la nación con mayor presencia e influencia aborigen del continente. Sus raíces fueron puestas a prueba por siglos de conquistas y aniquilamiento: el Imperio Inca, la colonización española. La minería, que ha sido su principal fuente económica, al mismo tiempo fue el centro de trabajos forzados que dejaron miles de muertos entre los pobladores, especialmente en Potosí. En el centro del altiplano, alrededor del inmenso lago Titicaca, la cultura resiste en colores y canciones: se hacen ofrendas al Inti Tata (Dios sol) y la Pachamama (Madre tierra), para recibir el año aymara 5518.

Aun así, la mayoría de la población ha asimilado la cultura mestiza, diversificando y expandiendo sus raíces ancestrales. Por ello, la fusión entre la cultura hispana y la amerindia es fascinante. La gran mayoría de los bolivianos se identifica como mestizo, en torno al 26% de la población, pero a su vez, el 60% de ellos enraíza sus orígenes a las culturas prehispánicas andinas, principalmente a aymaras y quechuas, ambos procedentes del imperio Inca. Estos indígenas se concentran en las principales ciudades del país: La Paz, Potosí, Oruro, Cochabamba, Chuquisaca… Asimismo, existe también otra importante población de etnias orientales, como los guaraníes o los mojeños y que se concentran especialmente en los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando o Tarija. Aun así, la migración interna es muy alta y las poblaciones indígenas que conforman casi el total de los bolivianos y bolivianas (se autoproclama indígena más del 60% de la población) se entremezcla armónicamente por todo el país.

El resto de los ciudadanos se divide entre criollos y migrantes europeos y árabes, afrobolivianos, descendientes de los esclavos que fueron llevados desde África al país durante la época colonial, y algunos asiáticos. Sin duda, una importante mezcolanza que seguro que me dará para más de un reportaje.

Y, cómo no, también me adentraré en su política. En enero de 2006, el indígena aymara Evo Morales fue investido como presidente de Bolivia, lo que le convertía en el primer presidente indígena en la historia de este país. Morales obtuvo entonces el 54% de los votos y prometió al pueblo indígena que los 500 años de resistencia no habían sido en vano. “Hoy empieza una nueva era para los pueblos originarios del mundo”, exclamó. Su primer mandato, que concluyó en 2010 con la reelección, se caracterizó por la puesta en marcha de políticas indigenistas de izquierdas, alineadas internacionalmente con ese eje que Estados Unidos llamó “del mal” y donde está la Venezuela de Chávez o la Cuba de Fidel. Las grandes empresas de hidrocarburos y de telecomunicaciones volvieron a nacionalizarse, tras haber pasado a manos privadas una década antes; la coca volvió a comercializarse y la tierra se empezó a repartir. Finalmente, esta primera legislatura terminó, tras graves conflictos en las principales ciudades, con la proclamación de una Constitución Plurinacional, apoyada en referéndum por la mayoría de la población.

Con todas esas ideas en mente parto hacia Barajas. Me espera casi un día entero dentro de un avión LAN chileno. Bolivia me espera. Con más de doce mil años, de ahí su impresionante riqueza cultural y arqueológica, sigue siendo un gran desconocido para mí, como para la mayoría de los españoles. Me dicen que la cultura más importante es la Tiwanaku, que se desarrolló en el Altiplano, entre la cordillera de Los Andes y el Lago Titicaca, y que, debido a sus avanzados conocimientos en arquitectura, astronomía, iconografía y agricultura, influenciaron de manera decisiva en el posterior imperio inca. Justo ahí arranca esta inolvidable experiencia.

Prometo viajar, conocer gente y aprender de sus historias para poder trasmitíroslas. Una vez a la semana, Cordópolis será el altavoz para todas esas personas que se crucen en mi camino y que merezca la pena conocer. Próxima parada El Alto. La Paz. ¿Despegamos?

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