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Mundo Chillón: “En España siempre se ha visto la ironía como una rareza”

Mundo Chillón.

David Val

16 de junio de 2021 06:00 h

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Pedro Chillón es una persona peculiar. Dogmática, hasta cierto punto. Reflexivo. En el Siglo de las Luces habría sido un destacado pensador. En la Edad Media, el más aclamado de los trovadores. A veces, incluso, parece un anacronismo de sí mismo. Detrás de la persona se encuentra el músico, Mundo Chillón, un proyecto caricaturesco y bufo de la realidad que nos ha tocado vivir. Una prolongación del esperpento de Valle Inclán, mecido por el humor absurdo de José Luis Cuerda y Rafael Azcona.

Mundo Chillón no tiene fronteras. Ni siquiera nos atrevemos a ponerle etiquetas. Transita de un tango a una tarantela, pasando por una rumba o un chotis. En sus propias palabras, es un reflejo onírico, vibrante, bizarro, irónico, elegante, decadente, sarcástico, contradictorio, tierno y visceral… de usted mismo.

Un tipo que pasó de la tuna de Granada a ser economista de profesión, para acabar de nuevo subido a los escenarios. Este viernes, 18 de junio (21:00), el alter ego de Pedro, Mundo Chillón, actúa en el Ambigú de La Axerquía, junto a su compañero (casi inseparable), el clarinetista Arturo Pueyo.

PREGUNTA. ¿Dónde nace el germen de Mundo Chillón?

RESPUESTA. Desde renacuajo he estado siempre metido en rondallas, coros, conservatorios… aunque los primeros pinitos los hice en los carnavales en Guadix, como compositor y letrista y poco después en la tuna de Ciencias de la Educación de Granada, de la que llegué a ser director, cosechando algún que otro premio como el de mejor púa en el Festival Internacional de Tunas de Loule, en Portugal.

P. ¿Dónde se cuaja el personaje?

R. En mi Erasmus en Kignston Upon Hull, en Inglaterra. Allí era un habitual de la Artist’s Night del Adelphy, una especie de “noche de micros abiertos”. Corría el año 1999. Cuando volví a Granada, además de haberme sacado algunas asignaturas de la carrera, me di cuenta de que también había perdido la vergüenza de subirme solo a un escenario, porque allí me solté gracias a que los ingleses no tienen ni papa de castellano. Puede decirse que me saqué la asignatura de vencer al pudor.

Estuve diez años preguntándome si era músico o economista

A su vuelta a Granada, Pedro Chillón termina su licenciatura de Economía a la vez que empieza a presentarse a algún que otro concurso y a dar sus primeros pasos como cantautor. Aun así, empieza a trabajar como gerente en empresas de Jaén, Barcelona y Madrid, por ese orden. Para ser realistas, en ese momento aún no había nacido el proyecto Mundo Chillón como tal, porque aunque había escrito muchas canciones, no tenían todavía un hilo conductor propio.

P. ¿En qué momento entierras al economista para dar paso al músico?

R. Estuve diez años preguntándome si era músico o economista. Tras diez años sin respuesta concluí que era una pregunta sin sentido. Supongo que soy un músico diferente porque soy economista y un economista diferente porque soy músico. De todas formas, en Madrid tenía un trabajo muy absorbente, por lo que apenas toqué una o dos veces en un año. Gracias a ese parón inintencionado, el proyecto se ordenó casi por inercia en mi cabeza. Nació Mundo Chillón y entonces sí que ya todo tenía sentido.

Con ese ‘sentido’, Pedro se refiere a que, aunque todas las canciones seguían siendo muy diferentes, ya tenían un hilo conductor claro: ofrecer una visión caricaturesca, sarcástica y deformada del mundo. Por fin había llegado a ese ‘callejón del gato’ que tanto había buscado casi sin saberlo.

P. ¿Es fácil hacer negocio del sarcasmo y de la ironía?

R. Si te das cuenta, nunca se ha hecho industria de ello. En este país estamos obstinados en plantar secuoyas y arrancar la hierba que da la tierra. Pero al final, la hierba siempre acaba saliendo. Desde el Arcipreste de Hita a Quevedo, pasando por Góngora o Larra, la sátira siempre ha estado muy presente en nuestra literatura. Pero no se ha querido valorar. Sin embargo, los ingleses, por mucho que algunos odien a los Monty Python, han sabido hacer industria de ellos. Aquí no se ha hecho nunca eso. Es más, si te pones a analizar algunos talk shows, tan comunes ahora en España, te das cuenta de que muchos de sus monólogos no son más que traducciones de otros que ya se han hecho en Estados Unidos.

P. ¿Y por qué crees que ocurre esto?

R. Porque en España siempre se ha visto la ironía como una heterodoxia, como una rareza. Pero no podemos negar que es algo intrínseco a nuestra cultura, porque como la hierba, siempre acaba saliendo. Parece que hasta que algo no lo dice un alemán (o un inglés o un estadounidense) no nos lo creemos. Si eso mismo lo dice alguien de Argamasilla de Alba, Campo de Criptana, Lepe o Padrón, nadie se lo cree. Luego un alemán dice lo mismo y todos decimos: qué sensatez. Aunque aquí, sensatez poca: esto es una fábrica del despiporre y del dislate, de lo contrahecho.

P. Pero, ¿en qué momento decides dar carpetazo y lanzarte al mundo de la música?

R. Simplemente, me di cuenta de que Mundo Chillón y su enfoque tenían sentido, pues todas las canciones construían ese mundo paralelo. Esto ocurrió en 2009. En 2013, con la cabeza cada vez más puesta en la música y menos en el trabajo, una multinacional inglesa compró la empresa donde trabajaba y se llevaron mi puesto a Londres. No me resistí mucho y cuando aquello se acabó diseñé toda la estructura necesaria para conseguir que la música me sirviera para pagar las facturas. Según mi análisis, tenía que conseguir en un tiempo récord lo que se tardaba muchos años en construir.

P. Veo que te sirvió ser economista para dar forma al nuevo proyecto…

R. Sí, fui un cantautor con business plan. Aun así, como siempre había estado tocando, había ciertas cosas que ya tenía hechas. Tenía mi experiencia y también la de los amigos que se habían dedicado a la música antes que yo. Por ejemplo, mi primer disco no podía ser como el primer disco que hubiera sacado en el año 2000.

Hasta ese momento, Pedro Chillón había sacado un EP (2011) con la Mundo Chillón Surprise Sound Band titulado Verbena Popular Underground, un título, cuanto menos muy sintomático. En ese proyecto primigenio surgieron algunos de los temas que todavía hoy acompañan a Mundo Chillón: Al salir de clase 1960, Mundo feliz o el que, sin duda, ha sido su tema más interpretado y aclamado hasta el momento: Las cosas que nunca te dije.

P. ¿Y cuándo decides que el proyecto sea en solitario?

R. Cuando se disuelve la banda, lo reordené todo para poder trabajar en solitario, pero de forma modular. Es decir, que si de repente falta un músico, pueda seguir trabajando igual. Por eso, mi música tiene que sonar con la guitarra, pero también debe poder ir a dúo o con banda. Obviamente, hay personas que están en el primer círculo, aunque no en el núcleo, como el clarinetista Arturo Pueyo, que me acompaña en casi todos mis conciertos, y con quien actuaré este viernes en el Ambigú de La Axerquía. Aun así, yo tengo que poder actuar en solitario y que el proyecto siga sonando redondo.

Tras ese EP, Mundo Chillón ha publicado tres discos: ¡Qué bonito es ser un loser! (2014), De Madrid al cielo (2016), y Pobre Triunfador, que en 2019 cerró la trilogía sobre el triunfo tras la incorporación al proyecto del clarinetista Arturo Pueyo. Además, su concierto en Córdoba llega tras haber lanzado en Spotify esta misma semana Capitalismo, un tema que fusiona rumba, charanga y balkan y en el que colaboran artistas de la talla de El Kanka, Guiu Cortés (El Niño de la Hipoteca) y Mario Boville (Alpargata).

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