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SOS casco histórico

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Alfonso Alba

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En octubre del año pasado, un enorme estruendo asustó a los vecinos de la calle San Fernando. El muro de un solar se vino abajo y arrastró la muralla romana de Córdoba. Los cascotes cortaron la calle y hubo que vallar y apuntalar la zona para evitar males mayores. El propietario del solar dijo que rápidamente iba a construir una vivienda y a encargarse de todo. Un año después, pandemia mediante, el solar sigue igual. Apuntalado, vallado y ya está.

Este miércoles, los vecinos de la calle María Cristina y los de los edificios de García Lovera, se asustaron con otro estruendo. El muro de un bloque abandonado desde hace años junto a la mítica taberna El Gallo se vino abajo. Al principio, una revisión superficial estimó que no había riesgos. Este viernes por la noche el Ayuntamiento ha cortado la calle. Hay que apuntalar.

Son dos ejemplos cercanos de algo que ocurre por donde todos pasamos. En el casco histórico de Córdoba hay muchos solares, quizás demasiados, abandonados o en muy mal estado de conservación. En los últimos años, la fiebre de los apartamentos turísticos ha ayudado a rehabilitar lugares que parecían ya perdidos para siempre. Pero muchos otros siguen durmiendo el sueño de los justos. Algunos edificios son propiedad de una multitud de herederos que no se ponen de acuerdo, otros de propietarios que no tienen dinero para invertir en ellos y otros directamente que no quieren hacerlo.

Pero la norma urbanística es clara. El propietario está obligado a asegurar el edificio y evitar que colapse. Si se cae, las consecuencias penales caerán sobre el dueño. Pero también sobre Urbanismo, que tiene la obligación de evitar ruinas, de ejecutar órdenes para que los propietarios aseguren estos inmuebles, etcétera. Pero, como diría el otro, poco pasa.

La fiebre de las viviendas turísticas ha sido eso, una fiebre. Otra burbuja. Mientras, han sido muy pocos (¿ha habido alguno?) edificios convertidos en viviendas. Para que viva la gente. No para que un turista pase un ratito en la ciudad.

Al final es la gente la que hace ciudad, la que compra en el comercio de al lado y la que evita una ruina. Y siempre, siempre, siempre será más rentable una casa llena de gente en casas de alquiler que una mole deteriorándose, afeando el casco histórico y poniendo en peligro la vida de los demás.

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