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Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

Los profetas del colapso

Bombonas de butano.

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No sé si lo saben, pero Facebook gana dinero con el apocalipsis. Frances Haugen es una extrabajadora de Facebook que asqueada de lo que pasaba en la empresa decidió filtrar las malas prácticas de la compañía de Zuckerberg. Y, sorpresa, en Facebook descubrieron que si dejaban de visibilizar las ¿noticias? más exageradas, las que hablaban de que se aproximaba una catástrofe de cualquier tipo, de que íbamos a sufrir un enorme colapso, un gran apagón, una invasión de inmigrantes o de extraterrestres, o que las vacunas llevan grafeno, ganaban menos dinero. Poderoso caballero, escribió Quevedo. Por eso, dejaron de hacer su trabajo en beneficio de la sociedad dándole al botón de eliminar mensajes falsos y tóxicos y apostaron por multiplicar sus beneficios.

Sí, Facebook ha ganado en 2021 más dinero que nunca. Y lo ha hecho mirando para otro lado en genocidios en el Índico para los que los mensajes en esta plataforma han sido claves o en los post repletos de odio que cada día inundan la red social más famosa de todas. Y, que sepamos, nada ha cambiado. Bueno, sí, que la empresa ahora se va a llamar Meta (que en castellano es sinónimo de droga discotequera). Y ya está.

Mientras tanto, en el Facebook patrio se siguen propagando mensajes apocalípticos, que luego, y esto es otro debate, son replicados por los medios de comunicación. En un bucle también tóxico, Facebook necesita a los medios y los medios el clic que les llega a través de Facebook. El famoso clickbait. Por eso, el periodismo que no cae en poner cebos en los titulares tiene cada vez más valor. Por eso, ahora más que nunca, es necesario que los lectores vuelvan a tomar el control sobre el periodismo y a pagar por leer. Si no, otro pagará por lo que lees.

Por eso, son tantos los conocidos (o zumbados que vemos en la tele) que están agotando los generadores eléctricos, las hornillas de los camping gas o se están comprando bombonas de butano que podrían desatar las alarmas de las unidades antiterroristas. Esa viralidad, esa gente que ha leído no sé qué en Facebook (amigos del clickbait, no tienen ni idea del medio en que fue publicado), es la que está provocando el pánico. A diario, somos bombardeados (y luego replicado en medios) por que se nos viene encima el gran apagón. ¿Y si no llega?

En Estados Unidos, que nos llevan años de ventaja, un enorme grupo vinculado a Q-non y a Trump se reunieron esta semana en el punto exacto de Dallas donde asesinaron a JFK. Alguien les dijo que el presidente tiroteado iba a resucitar y que se iba a unir a Trump para Make great America again. No resucitó, obviamente.

Los profetas del apocalipsis tienen el problema de que sus predicciones no se cumplen, aunque siempre tendrán público. Pero lo más grave es que la gente sensata entre en esa espiral.

Esta semana, por ejemplo, hemos ido a hacer la compra y en los supermercados de Córdoba no falta de nada. Por no faltar, no falta ni ginebra, esa que decían que se había acabado. Y hemos estudiado el sistema eléctrico nacional. Con inversión y paciencia es probable que en un futuro no muy lejano dejemos de depender del gas natural para producir electricidad. Y la Península tiene un sistema de producción tan diversificado que no hay riesgo alguno de ese gran apagón que se pronostica.

En ecología hay también una teoría del colapso. A veces, parece que hubiese gente deseando de que ese colapso se produjese, sin tener en cuenta el dolor de la gente que lo sufriría (los pobres, siempre, los ricos tendrán recursos para sobrevivir a un ataque nuclear). Vivimos un salvaje cambio climático, pero no podemos echarle siempre la culpa de todo. Las exageraciones nunca fueron buenas.

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Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

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