Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
No lo llames subvención; llámalo colaboración público-privada
En la guerra, un muerto es un daño colateral. En la fábrica, un despido, un ajuste laboral. Yo mismo prefiero escribir autolisis que suicidio, en las (pocas) noticias en las que no hay más remedio que publicar. Son eufemismos, que ayudan a dulcificar la realidad. Y, en muchos casos, a eludir responsabilidades directas. Obviamente, no es lo mismo un desahucio que una ejecución hipotecaria. O llamar residuos orgánicos a la basura.
La palabra subvención tiene ya claramente unas connotaciones negativas imborrables. Los liberales (¿de verdad que hay alguno en España?) denostan la subvención, pero glorifican la colaboración público-privada. Que claro, dicho así, no en inglés, sino “colaboraciónpúblicoprivada” del tirón, suena a política de Estado. Pero no deja de ser una subvención: una administración (dirigida por un político) decide según sus criterios conceder dinero público a un proyecto privado. Una subvención, vaya.
Huelga decir que en esta columna no estamos en contra, ni mucho menos, de las subvenciones, siempre que respondan a criterios objetivos: libre concurrencia y ausencia de arbitrariedad. Que cualquiera con una empresa pueda enterarse, conocer y presentarse a la subvención equis. Y que para hacerlo no tenga que disponer de un máster en administración pública, la última actualización Java, conocimientos de programación informática nivel hacker, paciencia infinita con los tiempos de la administración y que tampoco conozca a nadie en el sitio adecuado, en el momento adecuado, que se lo resuelva todo.
Si hay algo que ha hecho que el Homo Sapiens sea la especie dominante en el Planeta es su capacidad para cooperar y colaborar. Ese Homo Sapiens que hace tres cuartos de hora saltaba de árbol en árbol controla hoy el mundo gracias a las enormes estructuras (todas imaginarias, por cierto) que ha sabido construir para cooperar entre sí. La más importante de todas han sido los estados, sin los que no habría individuos libres y sin los que muchos, en esa teoría liberal de la selva, durarían cinco minutos vivos. Si los humanos no nos hubiésemos protegido entre sí es probable que otra especie habría acabado ya con nosotros. Colaboración público-privada. O algo así.
En 2021, depende de la ideología gobernante, abunda o deja de abundar un concepto que es más viejo que el hilo negro: que hay empresas que necesitan al estado para sobrevivir. Y eso no tiene que ser precisamente malo. Lo que sí es enfermizo es que si se trata de una ideología conservadora está bien hacerlo. Pero si lo hacen los progresistas, es que son unos subvencionados que lo que quieren es vivir de la sopa boba.
Sí, en términos capitalistas la cultura es deficitaria. El cine, el teatro, el arte necesita el apoyo público. Porque lo que da es mucho más que lo que vale una entrada: es un patrimonio inmaterial que pervivirá durante generaciones. Por eso se subvenciona. Por eso se apoya. Y por eso no se pide nada a cambio, porque la cultura tiene que ser libre. O será otra cosa. Propaganda mismo.
En términos estrictamente liberales y capitalistas la sanidad y la educación también son deficitarias. O que un jubilado cobre una pensión. O un enfermo una baja laboral. O que mañana te despidan de tu empresa y te quedes con una mano delante y otra detrás, sin indemnización alguna. Eso también es colaboración público-privada, un Estado o una administración que evita que su ciudadanía se venga abajo.
Pero por favor, vamos a dejarnos de hipocresía. Vamos a dejar de mirar para otro lado cuando le enchufamos más de 60.000 millones de euros a los bancos para que no quebraran por lo mal que lo hicieron (socialización de las pérdidas, eufemismo).
Sobre este blog
Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
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