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No es cuestión de poner perdido el Ayuntamiento. Todavía

Alfonso Alba

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Córdoba se está acostumbrando a que sus alcaldes se vayan a Sevilla a mitad de mandato. Pasó con Julio Anguita, que se fue a crear Convocatoria por Andalucía y dejó a Herminio Trigo, ocurrió con Rosa Aguilar, que se marchó a ser consejera primero y después ministra, y confió en Andrés Ocaña, y puede acabar pasando con José Antonio Nieto, que se marcharía también a Sevilla a disputarle la Presidencia de la Junta a Susana Díaz. Córdoba, esa ciudad a la que muchos llaman indolente (yo la considero más bien apática hasta que se cabrea de verdad, que entonces puede asustar para bien o para mal), vería cómo por tercera vez un alcalde elegido democráticamente en las urnas abandona el Ayuntamiento camino de la capital en busca de un futuro mejor y con el trabajo a medio hacer.

Podría pasar, que todavía no ha pasado, que Nieto se marchase. Antes, tienen que pasar muchas cosas. Primero, que el dedo de Mariano Rajoy, en un alarde de democracia interna más parecido a una monarquía absoluta, le señale. Segundo, que el quiera. Y eso, está más que claro porque durante este fin de semana los periodistas locales, andaluces y nacionales nos hemos hartado a sacar su nombre como el de uno de los dos candidatos elegidos para el gran reto del PP de gobernar algún día en Andalucía (rima consonante).

Podría volver a pasar algo tan triste como que la persona elegida mayoritariamente por los cordobeses para arreglar los problemas de la ciudad, que son demasiados, se marche casi sin mirar atrás, como hicieron Anguita o Rosa Aguilar.

Muchos, por si acaso, han empezado a tentarse la ropa. A propósito de la Conferencia Política del PSOE de este fin de semana, Manuel Jabois escribía en El Mundo que “a todos los senadores romanos se le adivinan las dagas bajo las togas, pero no es cuestión de poner perdido el Palacio”. Aplíquenlo al equipo de gobierno designado por José Antonio Nieto y donde pone senadores sustitúyanlo por concejales. No es cuestión de poner perdido de sangre el Ayuntamiento. Todavía.

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