Las mentiras del PER
Es bastante que quien te hable mal del PER (que hace 25 años que ya no se llama así) no haya hablado en su vida con un jornalero, no haya cogido una vara de olivar jamás y no tenga la más remota idea de lo que de verdad supone un escupitajo en la plancha de ayudas y subvenciones públicas de España.
No, la Junta de Andalucía, ni el nuevo Gobierno que surja ahora del Parlamento, pueden derogar el PER, que ya no se llama así. Su competencia es exclusiva del Estado. Tendría que ser el Gobierno de Pedro Sánchez el que lo derogara, que no lo va a hacer, como tampoco lo hizo el PP, ni Aznar ni Rajoy.
No, el PER no es un fraude masivo. De los más de 5.000 millones de euros en ayudas públicas que llegan solo para el campo el PER, que ya no se llama así, no se lleva ni 200 millones. Los jornaleros que lo cobran, que han tenido que trabajar antes, como mínimo, 35 días, tienen un salario que ni llega a 500 euros al mes durante un máximo de medio año. Y para cobrarlo tienen que trabajar también para su pueblo, en las obras que elija su ayuntamiento, como arreglar calles, pintar fachadas, reparar caminos o abrir zanjas. “La gente del paro”, como se les conoce en los pueblos.
¿Cuántos de los que alegremente hablan de derogar el PER, que ya no se llama así, serían capaces de vivir con menos de 500 euros al mes y que para hacerlo han tenido que, mínimo, estar 35 días vareando olivos? ¿Cuántos? Probablemente ninguno.
No, el PER, que ya no se llama así, no genera voto cautivo. Un estudio de la Universidad de Granada concluyó que los pueblos con más jornaleros que cobran el subsidio agrícola no votaban al PSOE. Votaban a IU. Extraño comportamiento electoral.
No, el PER, que no se llama así, no es algo andaluz. En 2008, llegaron a cobrar subsidios agrícolas extremeños, manchegos, canarios, murcianos, aragoneses y valencianos. Todos tenían algo en común: eran jornaleros agrícolas. El grueso de este subsidio se cobra en Andalucía, quizás la comunidad autónoma más rural y con más latifundios de España. Pero claro, ese es otro debate.
Afirmar que el PER, que ya no se llama así, con sus defectos ha evitado que la Andalucía rural se vacíe puede ser impopular pero es verdad. ¿Se imaginan lo que hubiera pasado si esos jornaleros de los años ochenta que no tenían donde caerse muertos hubieran emigrado masivamente a otros puntos de España o Europa? ¿Quién habría cultivado esos inmensos latifundios andaluces? ¿Quién habría mantenido esos gigantescos cortijos que tan bien quedan en el Hola!?
Sí, probablemente lo habrían hecho los mismos que han levantado la agricultura en mitad del desierto de Almería, donde no había tantos jornaleros: los inmigrantes.
Quizás el PER, que ya no se llama así y con todos sus defectos, que los tiene, salvó a una parte de Andalucía de morir de inanición. Quizás ayudó a que Andalucía siguiese conservando sus tradiciones rurales, que el campo no se deshabitase, que siguiese habiendo gente en los pueblos para mantener ferias, semanas santas, romerías y procesiones. Y hasta llenando plazas de toros y cacerías. Vamos a derogarlo. Vamos a volver a matar de hambre a los, afortunadamente, cada vez menos jornaleros andaluces. Venga.
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