Vamos a inventarnos drama
No. No tenemos un problema con los inmigrantes. En Córdoba desde luego que no. Ninguno de los más de 600 subsaharianos que han sido atendidos en la ciudad procedentes directamente de las aguas del Estrecho se han quedado aquí. Se han ido todos a Francia. Andalucía (y Córdoba) es la puerta de entrada a Europa, pero no la Europa que buscan, la de la prosperidad y el trabajo. Aquí no lo hay y no hablamos francés (ellos sí).
Algeciras sí tiene un problema con la inmigración. Lo lleva teniendo desde los años noventa. Entonces, los que se la jugaban eran magrebíes. Ahora son subsaharianos. Pero el problema no es ciudadano: igualmente, la inmensa mayoría de los inmigrantes sigue su ruta hacia el corazón de Europa, a Francia, a Alemania, a Reino Unido. A donde haya trabajo. Aquí no lo hay. Diferente es lo que ocurre con los menores no acompañados. Pero eso sí que es un drama, y no un problema. Y otro debate.
Este viernes publicamos la información del incendio en un asentamiento de la ciudad. Horrorizado, estuve un par de horas sin leer los comentarios en Facebook (imagino que a este artículo también llegará alguno que otro similar). Era increíble la cantidad de gente que se alegraba, la que pedía que ojalá se incendiasen el resto de los que hay en la ciudad y de que esa gente se lo tenía merecido. Da igual explicar que esos asentamientos están habitados por ciudadanos europeos, de libre tránsito en todo el continente. E idénticos derechos. O eso, o nos salimos de Europa. Otro debate, insisto, es entrar en qué condiciones viven, en si es necesario que lo hagan de esa manera, en si hay alternativas y en si incluso se debería ser más contundente con según qué actitudes. Pero eso es otro debate.
Horrorizado, de nuevo, leo que según una encuesta un tercio de los españoles no dudaría en votar a un partido con un discurso como el de la Lega Norte de Salvini en Italia. Me lo explico, pienso, leyendo los comentarios que inundan este medio. Nos hemos acostumbrado a leer opiniones que antes eran residuales, como eso de los españoles primero. Luego veo el vídeo en el que todo un vagón de Metro de Madrid recrimina a una señora que no dejaba que se sentase una niña porque era extranjera. Y me reconcilio.
Los medios y los políticos tenemos una enorme responsabilidad con lo que pasa. Estamos haciendo pensar que existe un problema. Insisto: no lo hay. ¿Dónde están esos subsaharianos por las calles de Córdoba? ¿Qué trabajo le han quitado y a quién en esta ciudad? ¿Qué hospitales o centros de salud tienen colapsados? ¿Qué ayudas públicas le están quitando a los españoles?
Leo, con horror, cómo el PP y Ciudadanos están compitiendo por a ver quién la tiene más larga en el discurso contra los inmigrantes. Pablo Casado, el sin papeles de su máster, dice que aunque no sea “políticamente correcto” tiene que abrir el debate. Ciudadanos se inventa un problema con los manteros. Que son los que le quitan el pan al pequeño comercio. Amazon o las grandes superficies no. Los manteros. Ya.
No, no voy a comparar esta época con la previa del ascenso de los nazis al poder. No tiene nada que ver, aunque haya paralelismos. Pero hay un fantasma que recorre Europa. El fantasma del discurso xenófobo.
Hace años, en el documental 10.000 millones ya se advertía que uno de los grandes problemas del futuro (ya presente) iba a ser la tensión en las fronteras. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo. El discurso de aquí ya no cabemos más, ahogaros en el mar o mataros entre vosotros pero aquí no vengáis está calando. Es un discurso nacionalista, desde luego. E insolidario. Como todos los nacionalismos. Cuando pase lo que tenga que pasar en el futuro que no nos pille desprevenidos. La semilla ya está dando sus frutos.
https://vimeo.com/150533241
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