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Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

La industria del tabaco del siglo XXI

Odio.

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Seguro que conocen a personas en su entorno fritas mentalmente. El origen de esa fritura, que en muchos casos deriva directamente en patologías o incluso trastornos, es diverso y desde luego no siempre es el mismo. Pero gran parte está en unas redes sociales que en vez de conectarnos más y mejor entre sí lo que ha provocado es que nos alejemos los unos de los otros, que nos refugiemos en nosotros, en nuestra individualidad, y que seamos de todo menos sinceros.

Que tire la primera piedra el que no ha usado una red social, la que sea, de forma poco ética. El que no la ha utilizado para vigilar a alguien, para criticar lo que sea, para juzgar a cualquiera o directamente para mentir a sabiendas de que lo estaba haciendo. Y no, no me refiero solo a los que difunden noticias falsas sabiendo que lo son. También a los que exponen una vida personal que no se corresponde con la realidad. Hasta en las supuestas redes sociales más positivas es imposible ser siempre feliz. En la vida es mentira que todo sea de color de rosa. A “este valle de lágrimas” hemos venido a penar y a reír, a tropezar y a levantarse, a triunfar y fracasar.

Las redes ahora son, y de ese burro no me bajo, como la industria del tabaco del siglo XX. A mediados del siglo pasado ya se sabía que fumar provocaba cáncer, algo que estaba científicamente demostrado. Pero se seguía fumando y la industria lo seguía promocionando. Costó, pero se logró, entender que fumar mataba. Y se tomaron medidas. Sí, intervencionismo puro y duro en favor de un bien común: prohibir el tabaco en el mayor número de sitios posible para intentar que la gente dejase de fumar y de enfermar o morir.

Las redes nos están machacando mentalmente. Especialmente vulnerables son los niños y adolescentes. Y soy de los que veo tan escandaloso a un niño con un cigarro como haciendo un bailecito de Tik Tok. Se entra así en una extraña espiral para conseguir ser viral, tener muchos likes, visualizaciones y presuntos amigos, y se acaba de mala manera.

Hoy los niños no quieren ser futbolistas sino streamers. Y lo intentan. Como cuando éramos pequeños, el 99,9% de los que queríamos jugar en Primera División jamás lo logramos. Los que hoy sueñan con convertirse en Ibai tampoco lo lograrán. No. Querer no es poder. Y si te esfuerzas mucho mucho mucho tus sueños tampoco se van a cumplir. Mientras antes te des cuenta, mejor.

A finales de la década pasada comenzaron a crecer como setas las primeras redes sociales. Muchos las defendimos y nos apasionamos. Era una forma de conectar con mucha gente muy rápido. Pero han evolucionado y creo que para muy mal. Lo que entonces era diversión y hasta debate sano ahora ya es directamente ensañamiento.

Más allá de todos los escándalos de las redes sociales, de cómo el algoritmo (privado y guardado en secreto bajo siete pestillos) viraliza los contenidos más tóxicos, en estos años han contribuido a enrarecer el ambiente y la convivencia. Me niego a pensar que la culpa de todo es de nosotros o de los nuevos partidos, de las cloacas o de los intereses ocultos, que también. Esos algoritmos que se han diseñado para que reforcemos nuestras creencias, nuestras opiniones, nuestra ideología y nuestros odios son los que hacen que lo más sano sea regular las redes sociales.

No, no estoy en contra de las redes. Tampoco de que la gente fume. Pero creo que como con el tabaco toca regulación. Los algoritmos deben ser públicos y el debate, moderado. No, no todo vale. Y no, no todo es libertad de expresión, ni por supuesto todas las opiniones son respetables.

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Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

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