Manon y Julio han recorrido medio mundo en bicicleta y están empeñados en montar al otro medio sobre dos ruedas para propagar los beneficios de la movilidad activa. Discípulos de Malabrocca, llevan lustros investigando sobre intermodalidad, urbanismo, mecánica o educación. Siempre en y sobre sus velocípedos. Como profes que son, les encanta aprender. Están convencidos que esto de la movilidad activa es la solución a la insoportable levedad del ser en la era del petróleo. Para ello han puesto a pedalear todo lo que han aprendido en su formación en sociología, economía, pedagogía, turismo o gestión cultural. Y han metido todo en una coctelera para fundar Revelociona SCA. Los de Cordópolis les han dejado esta esquinita para compartir los paisajes, análisis y resultados que ven desde su manillar.
Limbo en Los Olivos Borrachos
¡No es una acera! ¡No es un arcén ni una cuneta! ¿Acaso pista de aterrizaje de aviodrones? ¿Un carril karts?
Puede que una de las calles con el nombre más evocador de Córdoba sea Escriba Lubna. Hacia el poniente, la avenida traza una línea de fuga de la urbe y apenas se toca con su amigo el poeta Ibn Zaydun que preside la rotonda desde donde nace entre tinieblas. O más bien muere. Dependiendo de si lo miramos de manera centrífuga o cronológica.
Lubna trabajaba como escriba y bibliotecaria en el Siglo de Oro Cordobés. Viajó por el Mediterráneo en busca de manuscritos para el Califato, daba clases de matemáticas. Ayudó a fundar la biblioteca de Medina Azahara y pudo llegar a dirigir la mítica biblioteca de Alhaken II. O dicho de otro modo, hace más de 1.000 años una mujer dirigía una de las bibliotecas más importantes del mundo de la época. En Córdoba.
Hubo de transcurrir un milenio, con todos sus amaneceres y sus madrugadas, con sus mil nocheviejas y sus sanrafaeles, para que la ciudad donde brilló su arrojo le reconociera su talento y su vanguardismo. Hasta 2019 Lubna existía tan sólo en el abismo de alguna crónica escrita y en el imaginario de unos pocos expertos. A los y las cordobesistas de a pie nadie nos había hablado de ella. Lo que es un trauma escolar que no por repetido le resta un ápice de tormento.
Otra ausencia más del espejo roto en el que cientos de generaciones andaluzas nos miramos durante siglos, desde Ayamonte hasta Cabo de Gata, desde Xátiva hasta Gibraltar. Un espejo que refleja una sombra huidiza a la que sólo podemos asir con la luz apagada y el alma encendida. Recomponer el puzle con los cristales rotos a veces hiere, y a más de uno y de una le ha dejado las manos llenas de sangre el intento.
Resulta que en su huida hacia Almodóvar del Río, la avenida Lubna está sitiada por cuatro carriles con su medianera para tráfico motorizado, junto a varias líneas de aparcamiento que van cambiando de lugar y orientación. Además, hay un acerado generoso de manera excepcional al este que llega exangüe al final de la avenida. Y un carril rojo para bicicletas que, él también exhausto, se juega la estampa en cada cruce, parada de bus, bordillo o cambio de plataforma que jalonan su discurrir. Y que va a morir al semáforo de la glorieta de “lo del Cordobés”, como se le llamaba a la zona deportiva aledaña antes de ser remozada y rebautizada para la modernidad.
En total, en el reparto espacial de esta avenida con bello nombre, casi un 80% queda reservado al tráfico motorizado, lo que supone una cicatriz histórica y una barrera arquitectónica insalvable para los y las indígenas del barrio que, por goleada, presume del mejor nombre de Córdoba: Los Olivos Borrachos.
Y hete aquí que, sorpresivamente, en el viaducto ha surgido una nueva tipología viaria que no está catalogada en el inventario de movilidad urbana. Tras la última remodelación, el puente ha quedado distribuido prácticamente de la misma manera: siempre su acerado respectivo en los extremos, que no se han tocado; doble carril en cada sentido para el tráfico pesado y una mediana generosa. Tirando a grande.
Pero eso no es todo, puesto que entre el acerado y el carril coche de salida, a lo largo de todo el puente, se encuentra un espacio sin definir que, por su color y ubicación, podría ser una extensión de la calzada. Quizá destinada para el estacionamiento, aunque una línea continua descarta esta idea. Por su anchura, se asemeja a un espacio para otro tipo de vehículos como las bicicletas, pero por su desconexión con el resto de la red ciclista hace poco probable que este sea su uso, puesto que por experiencia hace tiempo que tenemos muy claro que no se deben construir carriles bicis inconexos.
Por otro lado, al no contar con ningún tipo de señalización horizontal ni vertical, podría deducirse que sólo sea un área baldía para oxigenar las fatigadas estructuras del vetusto viaducto. Quizá sea un experimento urbano de vanguardia. Quién sabe. Hasta ahora, varios meses después de su puesta en funcionamiento, todo son conjeturas.
Se desconoce la finalidad que se le terminará de dar a este espacio informe. El gentío, empero, para no depreciar el nivel cautivador de la toponimia del barrio, ya lo ha bautizado como el Carril Limbo (y no porque haya que contorsionar la columna vertebral para pasar por debajo al son de la música).
Limbo en Lubna en Los Olivos Borrachos.
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Manon y Julio han recorrido medio mundo en bicicleta y están empeñados en montar al otro medio sobre dos ruedas para propagar los beneficios de la movilidad activa. Discípulos de Malabrocca, llevan lustros investigando sobre intermodalidad, urbanismo, mecánica o educación. Siempre en y sobre sus velocípedos. Como profes que son, les encanta aprender. Están convencidos que esto de la movilidad activa es la solución a la insoportable levedad del ser en la era del petróleo. Para ello han puesto a pedalear todo lo que han aprendido en su formación en sociología, economía, pedagogía, turismo o gestión cultural. Y han metido todo en una coctelera para fundar Revelociona SCA. Los de Cordópolis les han dejado esta esquinita para compartir los paisajes, análisis y resultados que ven desde su manillar.
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