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Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

La corte

Felipe y Juan Carlos

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En política hay dos tipos de asesores: los que le dicen al cargo público de turno que es muy guapo y que mea colonia, y los que se enfrentan a él si hace falta cuando creen que se está equivocando o lo está haciendo mal. En España triunfan los primeros. El SEPE está lleno de los segundos. O los bares, cuando se podía.

En el cuento del Rey desnudo, los españoles somos los campeones del mundo. No se atreva usted a decirle al rey que se ha dejado atrás la ropa no vaya a ser que le tome manía y le despida.

El caso más importante es el de Juan Carlos I. Quien le dijo lo que no quería escuchar acabó denostado, quien le aplaudió las gracias y quien miró para otro lado acabó en lo más alto. Al menos durante unos años. Ahora, todos dicen eso de cómo pudo pasar, vaya, el rey nos ha salido un pelín corrupto, que nos cobraba las comisiones en los bigotes y nosotros sin darnos cuenta.

El elogio, dicen, debilita. La crítica, constructiva, por favor, fortalece. Pero para recibirla hay que estar preparado y ser valiente. Y no es fácil. Nos han educado en ese servilismo extraño. Hace muchos años, para comer dependía de lo bien que se le caía al señorito de turno, ese que elegía en la plaza del pueblo el que se subía al Land Rover para ir a trabajar o el que se quedaba en tierra. “En mi hambre mando yo”, dice el grito anarcosindicalista de antes de la Guerra Civil. Y es ahí a donde se fueron aquellos valientes, al hambre.

En el año 2021 el sistema no ha cambiado. Los políticos prefieren a su lado aduladores y casi siempre se acaba orillando a los críticos. Nadie quiere escuchar que está equivocado, que lo está haciendo mal y que no para de cagarla. Hasta cuando dimite un concejal (concejala esta vez en Córdoba) el discurso es que la culpa ha sido de los otros. Sí, de IU en este caso por poner sobre la mesa la ley de incompatibilidades. ¿Qué son estos 90.000 euros de más que hay en mi cuenta corriente? Culpa de IU, seguro.

Volvamos al rey. Al emérito. Después de un 23F donde los grandes partidos se han hecho daño en las manos de tanto aplaudir, Juan Carlos I se ha sacado de la manga más de cuatro millones de euros (¿pero cuánto dinero tiene este hombre?) para ponerse al día con Hacienda en una causa que le puede abrir un juicio en España. Rápidamente, los agradaores se han puesto a hablar bien de su hijo, Felipe VI, que es un tío genial y no tiene la culpa de nada. Flaco favor le están haciendo los monárquicos con tanto piropo. Esperemos que, como con su padre, no se acaben dando la vuelta dentro de unos años.

Volvamos a Córdoba. Las cosas por Capitulares no han ido bien esta semana. Que una concejala descubra que cobraba como cargo público a la vez que firmaba como procuradora en asuntos que, ejem, ejem, lo mismo tenían que ver con sus responsabilidades como cargo público cantaba por peteneras desde el primer minuto. Que haya aguantado tanto tiempo sin dimitir no sé exactamente a qué estrategia ha podido responder.

Pero todo esto expone que en el Ayuntamiento hay un grave problema de control interno. El propio alcalde denunció que se había enterado de que el recinto ferial o El Arcángel no eran todavía propiedad del Ayuntamiento, por poner un ejemplo. Y pasan los meses y los años y ninguna Corporación, ninguna, es capaz de ejecutar por encima del 80% un ejercicio presupuestario por que en el Ayuntamiento hay una tremenda falta de manos.

Córdoba ha recibido el premio gordo de la base logística del Ejército. Aplausos. Pero no se puede vivir del premio. Ahora toca lo más difícil: deshacer todos los nudos administrativos que hay por delante.

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Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

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