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Córdoba, ¿ciudad taurina?

Alfonso Alba

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Plantear la pregunta ya es en sí un cataclismo. ¿Es Córdoba una ciudad taurina? La respuesta es obvia: desde luego que sí. Pero, pensemos por un minuto, ¿de verdad que lo es?

Después del 24 de mayo, y los cambios electorales que se han producido en medio país, la irrupción de nuevas fuerzas políticas en ayuntamientos está empezando a poner en cuestión asuntos que hasta ahora eran intocables en multitud de municipios: los toros. Son muchos los ayuntamientos que se están cuestionando el seguir financiando con dinero público festivales taurinos, la compra de reses o incluso comprando entradas para corridas. Algunos, incluso, van al extremo de declarar a su ciudad como libre de espectáculos taurinos, siguiendo la estela de Cataluña o de Donosti (que tras un nuevo vuelco electoral va a recuperar las corridas de toros este año).

No me siento ni taurino ni antitaurino, sino más bien indiferente. He ido a algunas corridas en Córdoba, hasta he escrito alguna que otra crónica e incluso, hace demasiados años, me sentaba con mis abuelos ante la tele a ver a Paquirri. También soy de los que se levantan en julio a las 8.00 de la mañana para ver los encierros de San Fermín e incluso he visto alguno desde la misma calle Estafeta de Pamplona. Pero insisto: tampoco me apasionan. Y si mañana desaparecieran, no lo consideraría un drama.

La plaza de toros de Córdoba (con sus cinco califas del toreo inmortalizados en sus azulejos) es de primera categoría. En la ciudad, además, contamos con uno de los pocos museos taurinos de España. Y no hay taberna sin una foto de Manolete. Vale. En el Ayuntamiento gobierna un bipartito del PSOE e IU, sostenido por la agrupación de electores Ganemos Córdoba, al que ni se le pasa por la cabeza cuestionar la importancia de la fiesta de los toros en la ciudad (que también atrae a mucho turismo, ojo). Será por algo, que estos partidos (sobre todo IU y Podemos, que está dentro de Ganemos) en otras ciudades sí que se cuestionen la tauromaquia pero en Córdoba no.

Vale. Pero la afición y, sobre todo, la propia fiesta empiezan a menguar. Si no no se explica que otro año más la plaza de toros se esté usando más para otras actividades que no son precisamente la muerte de astados. Este año, el Coso de los Califas ha acogido cinco corridas y una becerrada. Por contra, ha celebrado conciertos multitudinarios (el último, el de Alejandro Sanz), espectáculos de cabaret como The Hole y hasta bodas (como la que contó con la presencia de Eva Longoria).

En 1967, el Coso de los Califas acogió 25 corridas y festejos durante todos los meses del año, tal y como refleja este estudio. No obstante, parece que 2015 va a cerrar como el peor año en las estadísticas.

¿Significa que no hay afición? ¿Toreros? ¿O que la fiesta ha entrado definitivamente en declive y los que aspiramos a vivir muchos pero que muchos más años acabaremos viendo su desaparición?

Nunca se sabe. Pero sí tengo claro una cosa: la cada vez más nula tolerancia de una buena parte de la población a ver sufrir a un animal. Y eso era en aumento. Y no tiene nada que ver ni con la izquierda (que siempre fue muy taurina) ni con la derecha, como quieren hacer ver algunos en un nuevo intento de sacar rédito político. Veremos.

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