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El carro, los bueyes, el turismo y el patrimonio

Evento gastronómico en el Kitchen Club de Madrid dentro de la oferta de Córdoba en Fitur 2020 | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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Llevo ocho años viviendo a escasos metros de un monumento nacional, declarado así en 1931. Y no lo sabía. Me he enterado esta semana. En la calle Carlos Rubio están los Baños Árabes de San Pedro, una joya hispanomusulmana, una obra única estupendamente conservada que la II República decidió proteger con el mismo rango que la Mezquita Catedral o la Sinagoga.

Me he enterado, preguntando aquí y allá, qué son esos baños árabes. Se estudian en facultades de Historia del Arte de toda España. Están detrás de los muros de una casa que siempre pensé que estaba abandonada. Un tejado de uralita los protege de la lluvia. Supuestamente. Y están cerrados a cal y canto. En la calle no hay ni una señal. Ni siquiera Google Maps tiene una triste mención al maravilloso tesoro. Y a lo que podría ser una enorme atracción turística.

A solo unos metros está la plaza de la Corredera. Una de sus esquinas, la del Arco Bajo junto al mercado, está deshabitada desde hace décadas. Dentro se esconde el Pósito, un edificio único, un ejemplo de silo con un conjunto de arcadas en el que perfectamente se podía haber rodado un capítulo entero de Juego de Tronos. Pero está cerrado a cal y canto. Es un patrimonio oculto, que espera a que algún día se encienda una luz, alguien se tome en serio la historia de la ciudad y decida ponerlo en valor.

Córdoba lleva décadas sentada en un extraño diván en el que se pregunta qué es lo que quiere ser de mayor. Cada año, además, acude a Fitur, la Feria Internacional de Turismo de Madrid, con ideas revolucionarias. Pero si hay algo a lo que los turistas vienen a Córdoba es a ver patrimonio. La Mezquita Catedral es, de largo, lo más visitado. El Cabildo tiene las cuentas: más de dos millones de personas entraron en su interior en 2019. Los turistas apenas si alojaron a un millón. Es decir, un millón de turistas viene y se va. Quizás se pasa también por el Alcázar, por la Sinagoga y a lo mejor por Medina Azahara.

Pero Córdoba es mucho más (o eso dice el nuevo eslogan turístico de la ciudad). La ciudad tiene patrimonio para convertirse en una auténtica referencia nacional y europea. Córdoba sigue, extrañamente, sin tener un museo de Al Andalus. ¿De verdad? ¿De verdad la capital de Europa Occidental en el siglo X no tiene un museo de una de las realidades políticas más curiosas de la historia de la Península? ¿Estamos esperando a que ese museo lo abra Sevilla, que fue capital de Al Andalus cinco minutos? ¿O Granada?

Pero lo que es más grave es que en la ciudad se acumulan descubrimientos sin que nadie nunca jamás se haya tomado en serio que el patrimonio es uno de los grandes yacimientos de la ciudad. Que es la puesta en valor del patrimonio la que puede traer riqueza a la ciudad, y no al revés. Que primero es el patrimonio, y que el turismo vendrá después a ver qué es esa oferta inigualable que tiene Córdoba.

¿Qué otra ciudad de España puede concentrar en un puñado de metros una riqueza patrimonial tan espectacular? Ninguna. ¿Nos lo tomamos en serio?

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