La campaña del WhatsApp
Lejos de los mítines, a una distancia sideral de lo que escribimos en los medios de comunicación e incluso donde no llegan ni a oler los políticos, se juega la verdadera campaña electoral para las generales del próximo domingo. Y no es algo que no haya pasado ya. Sucedió en Reino Unido durante la campaña del Brexit, en Estados Unidos cuando ganó Donald Trump y hasta en Italia, donde a la Lega Norte la votaron hasta en el Sur (a pesar de que llevan 30 años llamándolos despectivamente terroni).
https://twitter.com/diasasaigonados/status/1119592820854202369?s=08
La verdadera campaña electoral se está jugando en WhatsApp. Y lo hace a través de miles de mensajes, prácticamente todos falsos, que se viralizan en grupos cerrados. Son grupos en los que no están los políticos, no están los periodistas ni nadie más o menos politizado. Y es donde de verdad se está jugando la primera gran campaña electoral que está usando las nuevas tecnologías a tope.
En la película Brexit, de la HBO, el jefe de campaña del no a Europa se encuentra con un joven informático que le explica cómo a través de un algoritmo de Facebook ha encontrado a tres millones de personas que casi nunca ha votado y a la que podrían convencer. ¿Cómo? Diseñan una aplicación sobre el Mundial de fútbol que esconde preguntas y respuestas que poco o nada tienen que ver con la competición. Ahí se cuelan mensajes como que si Turquía entra en Europa Reino Unido tendrá que acoger a 70 millones de personas, que Europa prácticamente roba a los británicos y que si se van volverán a ser un imperio (como la canción de Los Nikis, poco más o menos).
https://youtu.be/rS-_EZgRb0w
Ahora, como escribe Daniel Bernabé, hay una campaña estratégicamente diseñada (no, no es algo arbitrario o casual) desde la sede de un partido del que todo el mundo habla pero del que no quiero acordarme, en la que se lanzan mensajes de WhatsApp que hacen creer a la gente que hay una estrategia de la izquierda para romper España, para volver a incendiar iglesias, abrir las puertas a inmigrantes, robar el dinero de las pensiones, destruir cualquier vestigio de civilización cristiana o hasta convertir a la población en homosexual (a través del agua, imagino).
Esa campaña, que existe, se juega en un terreno difícil en el que es prácticamente imposible entrar y contrarrestar. Los medios de comunicación ya tenemos una dudosa y en algunos casos nula credibilidad. Gran parte nos la hemos ganado a pulso, salvo honrosas excepciones. Los políticos no son los más adecuados, a la vista está, para rebatir esas ideas fuerza que están calando entre un sector de la población que hasta ahora o no votaba o lo hacía con la nariz tapada.
Entonces, ¿qué?
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