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Hobbits y miserables

Manuel J. Albert

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En la cola del cine un señor sin pelo en la cabeza, más bien bajito, de nariz fina y con camisa remetida por dentro, separaba el universo en dos categorías. Los hobbits y los miserables. Si le hubiesen plantado a los casi 7.000 millones de habitantes del planeta, les hubiese hecho la misma pregunta que a nosotros. “¿Hobbit o miserable?”. Uno a uno, con media sonrisa apenas dibujada en una mueca invisible pero brillante en sus ojos de felicidad. Dos colas que diesen varias veces la vuelta al mundo. Dos genotipos perfectos. Hobbits y miserables.

Salí del cine, después de tres horas de disfrutar de mi condición de mediano habitante de la Comarca y seguía riéndome yo también por el señor de las entradas que dividía a las personas en dos grupos con suaves insultos calificativos que a nosotros nos divertían y a él, sin duda, le relajaban.

Odio las clasificaciones. Soy profundamente desordenado y mis manías con respecto a la organización son contadas y, cuando se dan, siempre un rasgo de profunda depresión. No disfruto con el caos, aunque reconozco que la ceguera me tira a tumba abierta hacia él. En todo caso, esa forma taxonómica de separar en la puerta del cine me sigue fascinando.

Pero me siento incapaz de elaborar ahora mismo una reflexión acerca de si todos tenemos en el fondo a un acomodado burgués de metro y diez que vive en un agujero victoriano o un revolucionario del XIX cantarín y mugriento. La verdad es que sería muy aburrido y no tendría ni idea de qué decir, sinceramente.

En cambio, le contaré otra simpática anécdota clasificatoria que un vecino de vagón repetía constantemente en cada parada de un reciente viaje que he realizado en tren. La travesía duró más de 12 horas y las estaciones fueron numerosas. En cada una de ellas, gritaba -para sus adentros, pero gritaba- “Viajeros al tren y gallegos también”. Me hizo recordar aquello de “Mueren dos personas y un portugués en un accidente de coche”. Sonreí. Aunque a la décima me lancé sobre él, con firme propósito de estrangularle. Solo que en esa ocasión estaba recogiendo su equipaje y se bajaba.

¿Hobbit o miserable?

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